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Mujeres a la pista

Me subí a la bici y continúe con mi vida sin saber muy bien hasta donde iba a llegar y cuándo se acabaría ese rodar por el mundo descubriendo culturas y renovando mi sangre. Un kilómetro y medio más adelante había un punto en el que los coches podían girar parar cambiar de sentido. El imbécil que casi me mata prefirió hacer casi diez kilómetros en dirección contraria que retroceder ese kilómetro y medio para girar hacia Ardesen y conducir por su carril. La vida está llena de gestos imbéciles, demasiado inconscientes y acelerados. Gracias a todos los que os habéis interesado por mi salud y por la de Kogadonga. Ambos estamos bien, yo creo mejor que ella. Pero la chica es fuerte y me llevará lejos.

Como el seguro no creo que pague he tomado la precaución de dar un poder a mi amiga Azra de Estambul. Para ello he ido al notario. Como no hablaba inglés hacía falta traductor. Levant trabaja en la tienda de ordenadores de la planta de abajo y ha venido a traducir. El notario al enterarse de que yo trabajaba en una notaría me hizo un descuento importante. Si no hubiera tenido ese accidente

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Soldando el portabultos
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Nuevo alfabeto en Georgia
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Cerezas al palo
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Sin queso no se entiende Georgia

nunca hubiera conocido a Levant, que dejó su trabajo para traducir sin cobrar, luego invitarme a comer, a continuación pagar el mensajero para el envío del poder a Estambul y luego acompañarme al banco para hacer una trasferencia de dinero a una agencia iraní para que me ayuden con el visado. La vida sin cuestas sabe peor.

Georgia es un país tan diferente a Turquía! Nueva lengua, incluso nuevo alfabeto, nueva moneda (el lari) y nuevas costumbres. Ya no hay te en las gasolineras. De hecho casi no hay ni gasolina. Muchas estaciones de servicio están abandonadas a pesar de que un litro de sin plomo cuesta aquí 0,80 céntimos de euro. Pero los que pueden llenar el tanque aprovechan para pisar bien el acelerador. En Georgia he visto en tan solo unos días grandes animales en la ruta. Y no me refiero a las tranquilas vacas que pastan sin vallado y sin pastor. Una vez más abundan los Mercedes y los BMW y eso suele llevar implícito algunos animales al volante. Adelantamientos en túneles sin luz, en curvas, en cambios de rasante. Para protegerme a veces decido circular por el carril contrario.

Bastante más seguro ver venir al enemigo por delante que por detrás, cuando ya no hay tiempo de reacción.
A la entrada en Georgia me aguardaba David. Un cicloturista de Madrid que está pedaleando rumbo a los juegos olímpicos de Beijing 08. Lleva unos dos meses desde que salió de casa y tiene mucha ilusión por llegar. Juntos hemos rodado unos días hasta la capital de Georgia, Tbilisi. Sólo en estos cuatro días que hemos atravesado el país se han puesto de manifiesto importantes diferencias con Turquía. Las mujeres han vuelto a la pista. Se han quitado el velo y vuelven a vender queso, pan, tomates?, como en África. Ya no apartan la mirada cuando te ven en los pueblos y eso se agradece.
Otra gran diferencia es que de nuevo se puede comprar arroz en paquetes de cien gramos. Señal inequívoca de que la situación económica es crítica. Las tiendas son como las de todo a un euro. Hay de todo, aunque lamentablemente más alcohol que comida. Una botella de agua no es mucho más barata que una cerveza. Los conductores beben vodka a las diez de la mañana y luego regresan al volante. El pan y algo de café no falta en muchas casas. Un kilo de plátanos cuesta dos euros y lo mismo el de tomates. Pero como ocurría en África cuanto más pobre es el país más buena es la gente. En los puestos de carretera donde venden frutas no ha faltado el hombre que me ha regalado un kilo de manzanas o la mujer que me ha dado cerezas. Éstas las enrollan a un palo con hilo de pescar en un trabajo tan artesanal que da pena comerlo. Para dormir en los pueblos los hombres siempre facilitaban la operación, aunque fuera dentro de un container.

Entre la lluvia y el viento (ver vídeo en esta web) he llegado a Tbilisi. Un chico al que le pregunté una dirección en vez de contestarme DA ( en ruso , sí) , me contestó SI. Aunque no hablaba inglés si conocía el español. Había vivido en Madrid cuatro años. Media hora más tarde levantaba mi primera cerveza de barril georgiana en un bar mientras la carne se iba calentando en parrilla. Giorgis no dudó en invitarnos a comer hasta que llegó Roberto. Otro georgiano que por mail nos ofreció un lugar para dormir. Su casa es grande pero con una sola habitación y el baño en la escalera. Vive con su mujer, pintora, y sus dos hermosas hijas. Eva, la mayor de siete años, se empeña en hablar conmigo en ruso aunque no entiendo mucho. Pero mejor lo aprendo porque es el idioma comodín en todos estos países que, al igual que Georgia, han estado bajo el yugo soviético. Sin ir más lejos Stalin nació en Gori, y su estatua preside la imponente plaza inmaculada de esta ciudad.
Georgia huele a comunismo, pero Tbilisi su capital tiene una mezcla de Centro Europa y Asia muy peculiar.

En la próxima entrega os contaré como va el tema de los visados o el espectáculo que pretendo organizar en esta hermosa ciudad a orillas del río Mtkvari de color chocolate.
Desde Tbilisi, muy cerquita del Parlamento, día 1256, Paz y Bien, el biciclown

1 comentario en “Mujeres a la pista”

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