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Armenia chapa y pintura

He decidido darme ese garbeo además para no abusar de la familia que me ha acogido tan amablemente en Tbilisi, Roberto y Eka. Esta joven pareja de 28 años tiene dos hermosas hijas de 7 y 2 añitos, encantadoras. En su casa, de una sola estancia, hemos convivido durante unos días. Ese tiempo que me ausento de Georgia es el que Cáritas de Tbilisi precisa para ir organizando el espectáculo que ofreceré la próxima semana allí para casi trescientas personas: niños y jubilados de las clases más humildes de Georgia. La mañana soleada que acudí con Roberto a hablar con la responsable de Cáritas no parecía muy animada. Para que la actuación salga bien es necesario un espacio un poco amplio, donde yo pueda actuar a la vista de tanta gente. Cuando le hablé de construir un pequeño escenario me dijo que era imposible.
Como ya llevo unas cuantas batallas (en concreto desde el año 2.001) le dije que sin ese requisito no podría tener lugar el espectáculo por motivos de seguridad. No pareció molestarle mucho. Al menos no mucho más que a Roberto que no entendía como la mujer podía dejar la oportunidad de que un espectáculo así pudiera tener lugar por culpa de un pequeño escenario. Antes de que llegáramos a la casa, tras casi una hora de autobús, la responsable de Cáritas ya le había llamado tres veces a Roberto ofreciéndole en cada llamada construir un escenario cada vez mayor, hasta alcanzar las medidas mínimas que yo le había sugerido.

Yo pongo la diversión pero está claro que los demás tienen que poner algo de su parte. Aún recuerdo con ciertos escalofríos el espectáculo en un campo de refugiados de Kigoma en Tanzania que tuve que suspender porque los organizadores no hacían nada para evitar que las personas cercanas al escenario no acabaran aplastadas. En su mayoría eran niños.

Sin colaboración en el camino es cierto que yo no podría haber conseguido ni la mitad de mis logros. Hace poco alguien dejaba un mensaje en el foro que en Georgia había un proyecto de Médicos sin Fronteras. Escribí un mail a la organización ofreciendo la posibilidad de hacer mi espectáculo para sus beneficiarios de un programa de tuberculosis en Tbilisi. No en vano ya colaboré con ellos, o ellos conmigo, en Lobito-Angola, en Dar es Salam- Tanzania…, pero no he recibido respuesta. Una vez más no comento esto como queja sino para hacer ver que las cosas muchas veces no son como nos las pintan en la publicidad. No creo en las Ongs sino en las personas que las sustentan en las sedes locales y cuanto más grandes y más recursos tienen más se parecen a Supermercados. Sigo prefiriendo los mercados de pueblo donde te venden cien gramos de azúcar a los engañosos descuentos de los grandes Supermercados.

La ayuda para ese show en Tbilisi ha venido de parte de una modestísima familia. Ella pintora y él gestor de páginas webs. Ellos también me han facilitado el contacto de una familia en Yerevan, la capital de Armenia, donde puedo descansar.
Pero para llegar a la ciudad rosa (así conocida por el tipo de ladrillo usado en la construccion de la mayoría de los edificios) he tenido que superar largos puertos de montaña de más de dos mil metros de altitud. Y de nuevo la policía. La primera noche en Armenia, como ya me ocurrió en Turquía, de nuevo vino a visitarme a la tienda. Lo mejor para que te dejen en paz, ya lo he aprendido, es hablarles en español, sonreírles y darles conversación. De la postura firme y militar del inicio pasan a la cercanía y complicidad que crea la risa. Al final, como suele ocurrir, me dejaron por imposible y se fueron. Aunque regresaron a las tres de la mañana, tal vez con otras intenciones.
Armenia fue el primer estado del mundo en adoptar la religión apostólica, introducida por dos apóstoles del Maestro, y ello ha dejado un reguero de Iglesias por todo el país. Siempre construidas en lo alto de la montaña desde donde las vistas son insuperables. Aunque durante los años de ocupación soviética muchas fueron convertidas en bibliotecas o simplemente destruidas. Cuando alcancé la Iglesia de Haglapat, un domingo soleado, aún no había terminado el ritual oficio que un cura, barbudo como un Papa Noel, iba conduciendo guiado por un angelical coro de voces femeninas. En ocasiones nada mejor que una bici para llegar en el momento oportuno.

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Dormir cerca de la montaña Karaavansarai Nieve en la cima

A Tamanyan le encargaron el diseño de la ciudad de Yerevan, sobre una explanada con cuatro casas que pronto seria la capital de ese milenario estado que ha sufrido un intento de exterminio a principios del siglo XX por parte de los turcos. Pero al bueno de Alexander, en cuanto murió, lo dejaron de lado. Él había proyectado un círculo central de edificios rodeado por parques y canales, pero sólo se puede ver ahora un semicírculo. Hermoso en cualquier caso. Mas Yerevan no representa la Armenia arquitectónica que he conocido. Mucha gente vive en carromatos, cuando no los utilizan como comercios. Carromatos de metal, oxidados por la lluvia que no deja de caer, cuando no es la nieve. Incluso a finales de mayo como tuve ocasión de sufrir al coronar un paso de más de dos mil cuatrocientos metros. Ya casi anochecía cuando una nueva falsa cumbre se reveló como la definitiva. Llevaba más de tres horas subiendo y sólo mi altímetro me confirmaba que los falsos repechos que debía superar estaban lejos de la verdadera cumbre. Una vez arriba, con la bici cubierta de nieve, no cabía otra alternativa que el descenso. Perder altura significaba ganar algo de calor, pero ¿dónde dormir? Unas caballerizas parecían la solución, aunque al acercarme a lo que parecía un establo me llené de asombro. Era una construcción del siglo XIII, semiabandonda. Sobre sus sólidos muros de piedra la hierba ya había encontrado acomodo. Ninguna puerta defendía la entrada. En el interior algunas imágenes de la Virgen María y cientos de velas derretidas sobre las piedras. El lugar era bastante tenebroso, frío y, debo confesar, que sentí cierto miedo. Al menos respeto, pues no sabía si las grandes losas del interior eran tumbas. Pero afuera nevaba y no me quedaba más que pasar noche allí dentro, solo o en compañía. Días más tarde me enteré que había dormido en un Hotel del siglo XIII. Un karavansaray. Una posada para los viajeros que cruzaban este paso en su camino a Oriente por la ruta de la seda. Parecía que no podía haber elegido mejor lugar para descansar. A la mañana siguiente un cielo completamente azul se recortaba sobre los picos nevados. Bien abrigado, pues a pesar del sol hacía un frío de mil demonios, descendí el valle. Cerca el río me detuve a calentarme y a echar una cabezadita. Son de esos placeres que el camino te depara. Como la visión del grande y del pequeño Ararat. La montaña a la que Noé ascendió para salvarse del diluvio. Viendo la nieve que la cubre y sus casi cinco mil metros se hace difícil creer que Noé subiera hasta allí arriba con el arca y la pareja de elefantes y demás bichos.

Llegué a Yerevan días más tarde y conocí a Ara y Arturo, los amigos de Roberto. Su padre recientemente fallecido era un gran pintor. Ara también estudió Bellas Artes, pero se la jugó al arte abstracto y no ha tenido de momento mucha suerte. Ellos me ayudaron enormemente en mis días en Yerevan, donde realicé una entrevista en la Radio y para dos revistas. Una publicada en armenio y la otra en ruso. Este último idioma me acompañará mucho tiempo por lo que he decidido aprender algo. Por un euro conseguí un diccionario inglés-ruso y empiezo a familiarizarme con el alfabeto. El armenio lo dejo por imposible. Una lengua creada por Mashtots en el año 405 y de parecidos caracteres al amárico en Etiopía. Tuve la suerte de estar en Yerevan la jornada de puertas abiertas en los Museos. Así pude contemplar las hermosas obras de Alexander Bazubeuk o del modernista Georgi Yakulov o la sensual Salome pintada en 1907 por Vardges Surenyants. Al mediodía la periodista de la radio me invitó a su casa donde su madre me regaló una estupenda comida tipicamente Armenia. Una sopa que resucita a un muerto y mucha verdura. De postre café y dátiles. A la noche una pintora nos invitó a su casa y allí probé el famoso coñac de Armenia. Juro que solo lo probé. No soy aficionado al alcohol y al día siguiente debía superar otro paso de más de dos mil metros a la salida de Yerevan. Durante mis días aquí he hallado además la ruta que podré hacer los próximos meses cruciales por varios motivos: el invierno en Asia Central no admite errores y los visados hay que pedirlos con bastante antelación.

Desde un carromato abandonado, que como casi toda Armenia precisa de una mano de chapa y pintura, día 1280, Paz y Bien el biciclown.

P.D. Los de Punto Radio no me han avisado con suficiente antelación de la suspensión de las entrevistas los pasados lunes y por tal motivo no he podido anunciarlo. He decidido suspender las entrevistas de momento.

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Hermosas vistas del monte Ararat
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Va a llover Un niño pastor

 

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