El público estaba compuesto por casi cien huérfanos a los que esta organización ayuda y bastante gente adulta de las clases más desfavorecidas. También estaban entre el público Roberto (que ha tomado las fotos), Eka su mujer y sus dos hijas: Francesca y Eva. Es la familia que me ha ayudado en Tbilisi. Y lo han hecho desde el primer día, compartiendo conmigo sus comidas, su lavadora, su TODO. No nadan en la abundancia. Al día un poco de pan para desayunar y varios tes con los que alargar el momento de sentarse a comer. Cuando este llega una rica sopa rusa, o Pasta con pescado si hay suerte. Las niñas comen todo, no dejan ni las sobras y son felices. Pienso en los niños de España (en mi mismo sin ir más lejos) que hacíamos ascos a la comida. Todas las noches algún amigo se deja caer por casa con algún dulce con el que acompañar la conversación.
Camino del espectáculo le decía a Roberto (en italiano que es la lengua que hemos elegido para comunicarnos) que no tenía pensado hacer ningún espectáculo en Georgia. Mi energía estaba centrada en reponerme de las heridas del accidente (más morales que físicas), en gestionar visados, y en hallar una ruta por la que atravesar el invierno en Asia Central. Fue de él la idea de contactar con Cáritas y se lo agradezco enormemente. Aunque ahora me duelan los brazos y los hombros, aunque esté cansado como si fueran las doce de la noche y sean solo las seis. Es un cansancio de risa.
Hace un mes contacté con la Embajada de España en Moscú, encargada también de gestionar Georgia. Hoy, UN MES MÁS TARDE, me responden con un ? Estimado señor el cónsul honorario en Georgia es fulano de tal y cual. Qué pelotas están haciendo en Moscú para ser tan poco diligentes. Es increíble la mediocridad que hay en el mundo y como el ser humano convive con ella como si fuera lo más normal. Me resisto a pensar que quien escribió ese mail es un ser humano. Debe ser más bien una máquina que a las tres se va a casa a almorzar sin importarle un comino cómo ha hecho su trabajo.
Esta mañana, antes de prepararme para el show, he ido a la Embajada de Irán. Aunque primero había que reparar el primer pinchazo en la rueda delantera tras casi ocho mil kilómetros. Irán me ha dado la visa por un mes y por 90 euros. El viernes solicitaré la de Azerbajan y de nuevo volver a la ruta. Esa casa sin puertas ni ventanas en donde habitan por igual personas encantadoras como Roberto y Eka y mediocres funcionarios como algunos que trabajan en la Embajada de España en Moscú. El sol y la lluvia comparten terreno de juego. Sin subidas no hay bajadas y, en fin, me siento cada día un poco más libre, un poco menos atado al calendario, un poco más afortunado de seguir siendo protagonista de MI SUEÑO.
Desde Tbilisi, día 1281, Paz y Bien, el biciclown.
<img » src=»https://biciclown.com/wp-content/uploads/all_images/upfiles/old/mosaw/normal/foto982_5.jpg» alt=»» width=»390″ height=»259″ /> El clown se acerca sin idiomas |
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Por qué un escenario |