Su alma posee un resplandor que ciega a los espíritus mezquinos y boquiabiertos a los de corazón sensible. Es la antítesis de la superestrella y hasta su cuerpo, diminuto, parece querer desaparecer de la escena para no tomar protagonismo. Acompañado de un matrimonio adorable de Suiza que lleva una vida en los países más problemáticos de la Tierra haciendo el bien, llegué a Rawalpindi a la escuela de nuestra bella dama. Lo primero que llamó mi atención es que la escuela que dirige no tiene anuncio alguno en el exterior. Dentro los alumnos asisten, descalzos y sentados sobre una esteras, a las explicaciones de las maestras (todas ellas voluntarias). Esta escuela abierta hace unos meses funciona casi sin dinero y con mucho amor. Recoge a niños y niñas de la calle, musulmanes y cristianos, y les brinda una educación por las mañanas. A las tarde los chicos van a trabajar. A veces, cuando hay dinero, les dan una comida antes de ir a casa. Muchos llegan tarde y Zehra no les regaña. Les ofrece dinero para el trasporte aun sabiendo que algunos lo emplearán en otras cosas
¿hay que darles confianza?.
Nunca les regaña y mucho menos les levanta la mano pues ya han sufrido bastante. Los chicos son adorables, educados, humildes pero tristes. En esta sociedad la risa está muy soterrada. Durante los primeros cinco minutos del espectáculo no se oía ni el zumbido de la mosca. La risa se fue abriendo camino por el intestino, lentamente, hasta subir al esófago y llegar a la garganta. Zehra estaba feliz. La noche siguiente me invitó a cenar a su casa. Allí siguió dándome lecciones de vida que yo trataba de grabar en mi memoria. En invierno pretende dar mantas a los chicos que duermen en la calle. No lo hace ella personalmente. Su ego no lo admitiría. Su idea es mucho más brillante. Le da las mantas a los chicos de la calle que van a la escuela para que ellos se las entreguen a los que duermen. Asi consigue que los primeros se sientan felices por ayudar a los demás. Lo hacen de noche, cuando el frío ha podido con el insomnio del pobre desgraciado que se protege con cartones, para que este no sufra la posible humillación de verse ayudado.
Le he pedido a Zehra un número de cuenta bancaria para que alguien pueda ayudarla. Durante diez años ha montado la escuela en el jardín de su casa y sólo ahora, con una donación, ha conseguido un edificio para la escuela. En el tiempo que la escuela estaba en el exterior ella solía enfermar. No quería ponerse un jersey porque muchos chicos tampoco tenían. Su marido se enojaba, cariñosamente, con ella. Zehra no me ha querido dar el número del banco. Su inocencia le impide mancharse la boca con asquerosos dígitos. Tienen una página web del proyecto que posiblemente no funcione pues tienen más cosas de que preocuparse.
Rah-e-amal
Es el nombre de la escuela. Significa en urdu acciones en el camino. Las de Zehra son de las que dejan huella profunda. Su mail fashat@comsats.net.pk a lo mejor está activo y su teléfono 00 92 51 448 6527 a lo mejor lo han cortado.
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Fotos Olivier |