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Los milagros de Cana

En los cruces abundan los controles militares, que hacen detenerse a los BMW modelo 2010 (imagino, pues nunca lo había visto) y a los Mercedes del futuro. En esta ciudad hay más todoterrenos que en los concesionarios de Europa. Una ciudad que no conoce la frontera entre el snob y la religión. Abundan las pastelerías de suelo de mármol y los salones de peluquería o de manicura para elegantes señoritas.
Las que asistieron a mi espectáculo del viernes no suelen frecuentar esos lugares. Ocurrió en un campo palestino, el de Chatila en donde el año 1982 murieron masacradas más de tres mil personas. Cuando me levanté para acudir al espectáculo, no estaba seguro de si se podría hacer. Un nuevo atentado había convulsionado el centro de la ciudad, cerca de donde me vivo ahora, y el tráfico estaba cortado. Nunca se descubre el origen de estos atentados en un país que sufre demasiada influencia extranjera: Siria e Irán no lo quitan la mano de encima para intentar evitar que Bush meta aquí sus narices.

Hacía tres días había ido a inspeccionar el lugar del show, y a charlar con el director del centro de jóvenes donde tendría lugar: un palestino desterrado. Abu Moujahed tiene sesenta años, y ha vivido solo tres en Palestina. Desde hace once años trabaja para los jovenes palestinos. Su ilusión es volver a Palestina y que Palestina vuelva a los palestinos: «dame una solución y me voy mañana», me dice con absoluta seguridad. Mientra conversamos en su despacho la luz se va diez veces. Eso arruina los nervios y los ordenadores. Varias Ong,s les apoyan, y ahora un payaso venido en bici trata de organizar un show para ellos. El espectáculo fue de los inolvidables, pero no por lo artístico sino por lo difícil de la situación. Los jóvenes invadían el escenario y se mostraban un pelín violentos. Más que actuar me defendía de las manos que me querían quitar los pantalones. A punto estuve de suspenderlo pero sabiendo que algunos como Abu Moujahed apreciaban mi trabajo continué hasta el final. No en vano, invasión de espacio y violencia, es lo que estos chicos han vivido desde su infancia. Quien no recibe amor dificilmente puede darlo.
Gracias a que estos días he bebido bastante vino de Cana (del que hace milagros) ha ocurrido algún pequeño milagro. Por ejemplo: la Embajada ha colaborado en el envío de mi paquete con ropa de invierno. Con las nuevas botas, pantalón, chaqueta y guantes, puedo tratar de mirar timidamente al invierno turco que se me avecina. Otro milagro: el Instituto Cervantes ha organizdo una conferencia sobre mi proyecto este martes. El director de estudios, Federico, acaba de llegar de la China y su mentalidad abierta ha permitido organizar todo rapidito. Gracias además a dos personas que colaboran con el Cervantes, uno de ellos Jose y otro Ferrán fotógrafo (www.ferranquevedo.com), me he aposentado en una casa frente al Mediterráneo. No faltan las cenas con cerveza, las risas en español y los chistes de Cádiz.

Y sigo con los milagros: he encontrado un músico para mis shows. Al menos para un par de ellos. El ya realizado y el que hice este domingo en otro campo de palestinos cristiano. El músico es Jose, un pedazo de gaditano, flamenco por los cuatro compases.
El show del domingo fue un éxito. Hasta las nubes se sentaron en el patio de butacas mientras Jose me daba el ritmo con el cajón. Ese campo de Palestinos de Dbayé es peculiar, pues al ser de cristianos no recibe ayuda de los árabes que apoyan la causa palestina y al ser palestino no recibe ayuda de los no-árabes. Cuando Israel bombardeó el Líbano el verano pasado, muchos palestinos del sur encontraron en la escuela de este campo un refugio. A su partida las instalaciones quedaron inutilizables y cada mañana, un autobús de la ONU recoge a los chicos para asistir a sus clases a una hora de coche de sus casas. En el patio de la escuela tuvo lugar el espectáculo.

Por la noche una nueva manifestación de partidarios chiítas protestando por los cortes de luz y la carestía de la vida se saldó con ocho muertos y más de 50 heridos. El ejército trata de controlar con balas la situación. Entre los fallecidos un chico de 18 años, sobrino de una trabajadora española del Cervantes. Al día siguiente, lunes, ella no faltaba a su puesto de trabajo. La situación es tensa, no más imagino que en Gaza o en Kenya, pero hay muertos que interesan a las televisiones y otros que solo cuentan para las estadísticas. Beirut interesa a occidente y aunque las calles están militarizadas, me siento mucho más tranquilo paseando por aquí que por las calles de la capital del Congo, Kinshasa. Las caderas de alguna libanesa amortiguan el insoportable color verde camuflaje. Pienso si el ser humano es violento por naturaleza o la violencia la aprende en su vida, igual que aprende a reír o a perdonar.
La lluvia y el viento arremete con violencia contra los ventanales del salón, retrasando de momento mi partida e impidiendo, afortunadamente, que hoy se produzcan queman de coches y de neumáticos.
Punto Radio parece de nuevo interesada en entrevistarme cada lunes de madrugada, y eso hace que el libro África con un par se siga vendiendo bien. También algunos amigos como el Portu ayudan bastante. En su empresa parece que ha conseguido que todos los empleados se hagan con un ejemplar. Las críticas que he recibido por el libro son positivas, aunque la gente se queja de que sea corto. Al respecto he de decir que opté, cuando lo escribí en El Cairo, por la prudencia. Prefería controlar lo que escribía que llenas páginas y páginas con aventuritas. Tal vez releyéndolo la gente pueda encontrar detalles que en una inicial lectura pasaran desapercibidos. Ese libro nació con vocación de relectura.

Desde el Instituto Cervantes de Beirut, dia 1167, paz y bien, alvaro el biciclown.

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La guerra planea sobre Beyrut Un clown espía
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Los chicos de Chatila dando clases a la luz de las pilas Jose, ayudado por el vino de Cana, obrando el milagro musical Compañeros de trabajo del Portu con
un ejemplar de «África con un par»

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