Es un sonido metálico, brusco, tan violento como una bofetada de mujer a plena luz del día en un parque con fuentes y rosales. Es como si te arrancan una muela sin anestesia. Los radios son las arterias de la bici. Por ellos circula la energía que mando desde mis piernas a la cadena y hace avanzar la rueda. Mantienen a esta en su eje y a mi en ruta. Sin ellos la rueda ladea y yo acabo en Bishkek. Enviando un mail a mis amigos a la espera de nuevos radios. Si los de DHL leyeran un poco más mi web comprobarían que hace muchos años que abandoné Oviedo. No tiene mucho sentido enviarme repuestos a esa ciudad cuando estoy en Kyrgigistan. Aunque hubiera bastado un poco más de atención simplemente en la lectura del domicilio del destinatario. Un error que no se cuánto me costará. Me iré de Bishkek el lunes uno de septiembre con la incertidumbre de si la rueda aguantará hasta Osh. Los caminos son de los que normalmente parten parrillas y pedales y provocan desencaje de muñecas y aflojamiento de empastes. Confíemos en mi ángel de la guarda una vez más. Espero haya vuelto de la playa.
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Pero el tiempo en Bishkek ha sido útil para otros menesteres. Dado el tiempo que debía aguardar el paquete que al final no ha llegado he optado por tramitar la visa de Pakistán y la de la India. En Pakistán he recibido la oferta del Jefe de Visados de la Embajada de visitarle en Islamabad. Le conocí cuando él era Canciller de la Embajada en Harare, Zimbabwe. Allí colaboró para que se organizara un Taller de clown y hasta contribuyó a titulo personal con mi proyecto. Ahora le visitaré en su nuevo destino al que él ha llegado en avión y yo llegaré en bicicleta..Aunque no ha sido fácil obtener el visado pues las Embajadas de Pakistán en el exterior acostumbran a pedir carta de invitación y las autoridades españolas que se dedican a la política exterior no quieren españoles en la zona. Afortunadamente, la Embajada de Pakistán en Bishkek obvia ese trámite y concede el visado en el día a ciclistas-payasos que hacen magia en la ventanilla de la entrada.
El visado de la India ha sido cosa de una semana y cuatro horas de espera en pasillo y butaca quemada con cigarrillo. Pero la sorpresa agradable de estos doce días en la capital me la ha dado mi clown. Es lo que tiene eso de ser bipolar y biciclown. Si falla la bici queda el clown y viceversa. Tras una entrevista con los responsables de comunicación de UNICEF, decidieron apoyar mi causa y organizar mi espectáculo. Sólo había un dia y medio para hacerlo pero el esfuerzo de muchas personas valió la pena. Consiguieron el Teatro de la ciudad destinado a actividades infantiles para ofrecer el espectáculo. Involucraron al circo estable de la ciudad que aportó tres artistas para calentar el ambiente. Invitaron a los artistas de circo más importantes del país. El acceso al escenario, al acabar la representación, de un hombre de cerca de sesenta años que vino rápidamente a darme un beso y un abrazo me llenó de emoción. Pero más aún cuando supe que era el más famoso payaso de Kirguizistán que, micrófono en mano, alababa mi arte y mi profesionalidad. Una niña vestida con el traje nacional subió también a darme un ramo de flores (me sentía como la Caballé). Y lo más importante, por supuesto, es que el show fue presenciado por cerca de doscientos niños de tres orfanatos y centros especiales subvencionados por UNICEF. Como les dije a los responsables de la organización en la reunión previa al show: no creo en UNICEF como no creo en la Cruz Roja o en muchas organizaciones. Creo en las personas que hay detrás. Y si ellas con capaz de hacer algo bueno eso es lo importante. Desde la ruta de la seda, día 1381, Paz y Bien, el biciclown. P.D. Gracias a una generosa aportación de Mr. Imprevistos, mi teléfono satelital vuelve a funcionar en este país. Para contactar conmigo previamente avisar por mail, pues debo apuntar con la antena a Orión y no tengo por costumbre hacerlo. |