Acompañados por un par de chicos que frecuentaban el albergue donde nos alojábamos (Regal Internet) llegamos en rickshaw a la Mezquita donde tendría lugar el espectáculo. Ya llevaban horas dándole al tambor y bailando. Los de la percusión, tres en el mejor de los casos, se turnaban cada dos horas. Nos quedamos cuatro horas y solo se turnaron un par de veces. Ni durante cinco minutos dejaron de tocar los ritmos más diabólicos. Varia gente, aunque parecían los de siempre, se introducían en el círculo para bailar. Aunque prácticamente solo meneaban la cabeza hasta prácticamente caer rendidos. Ellos parecían entrar en un trance musical. La mayoría de la audiencia entraba en un trance de marihuana. Algunos los fumaban a pares, o incluso de cinco en cinco, o hasta dentro de una zanahoria. Aunque el lugar era al aire libre el humo hacia difícil la respiración. A las dos de la madrugada regresamos al rickshaw, aunque fuera de la mezquita seguía la juerga.
El frio ya empezaba a dejarse sentir por las sucias calles de Lahore y los vagabundos no encontraban suficientes cartones para abrigarse. Tal vez un petardo bien largo les ayudaría más a combatir el frío.
Desde Lahore, con tambores retumbando en mis oídos y el jersey oliendo a maria, Paz y Bien, el biciclown
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Tambores que bailan | Zanahorias que perjudican la salud |