Fue Jeremy Bentham quien acuñó el concepto de utilidad marginal decreciente, al explicar que el dinero tiene distinta forma de ser apreciado por un individuo que por otro. ¿En función de qué? Pues en función de lo que ya tenga la persona en su haber. Dicho más sencillamente. Si ganas 1.500 euros al mes y te aumentan el salario un 10% pasando a ganar 1.650, tu felicidad no será la misma (de hecho será menor) que la de un compañero a quien le suben el sueldo un 10% si él ganaba 500 euros y ahora recibe 550.
¿Cómo es posible? Pues según Jeremy porque si ya tenías una situación de bienestar, que ésta aumente un poquito, no es tan satisfactorio como cuando tu situación es regular pero, aumentando ese mismo pedacito, llegas a estar casi en el bienestar.
Esto tiene una consecuencia muy importante. A partir de un punto, no importa cuánto ganes de más, tu felicidad no va a aumentar. No puede aumentar, e incluso hasta cierto punto ese exceso de riqueza empieza a influir de forma negativa en tu bienestar.
«A mi me queda mucho para llegar a ese punto», podrías decir. Todo es depende con quién te compares. Hace justo un año estaba en la India haciendo un proyecto de clown social y veía mujeres que tenían muy poco, mucho menos que yo, pero que no cesaban de sonreír.
Y para complicar ( o aclarar) más esto te hablaré de que no es lo mismo la felicidad que te da conseguir algo por tus propios medios o por la fortuna. Que te ganes un dinero por tu trabajo es mucho más valioso, te durará más el sentimiento de placer, que si te encuentras ese dinero en la calle. Al haber una relación entre el dinero que entra en el bolsillo con tu esfuerzo, tu vida, tus horas de estudio o de trabajo tendrán sentido y te estimularán a seguir en esa dirección de esfuerzo.
Hay otro concepto que flota en el ambiente y que mina nuestra felicidad. Es la envidia. A veces no basta que las cosas nos vayan bien sino que es preciso que nos vayan mejor que el vecino. Si yo vendo muchos libros pero mi competidor vende más, o tiene más premios, se cernirá sobre mi una sombra de duda, de que podía ser mejor. Si no hubiera visto su éxito, solo el mío, sonreiría de placer. En esta sociedad de espejos, de redes sociales, buscamos en los demás no solo reconocimiento sino además un escalafón. A ellos les debe ir peor que a nosotros. Incluso aunque no nos vaya muy bien, ya el hecho de verles con el agua al cuello nos da satisfacción.
Esa maquiavélica forma de pensar se instala en nuestro cerebro y nos impide avanzar. Si no te alegras del éxito de otros, aunque sean tus competidores, el musgo comienza a crecer en tu corazón. Mañana tampoco te alegrarás de tus propios éxitos, pues te parecerán escasos.
Con estas ideas me gustaría prevenirte para que:
- no intentes acumular más riqueza porque llegado un punto no te dará más placer y habrás perdido el tiempo trabajando en pos de ella.
- lucha por lo que te de placer y no dependas de la fortuna para ello
- y por último deja de mirar a derecha e izquierda, céntrate en tus negocios y, si de casualidad te enteras de que a otro le va mejor, alégrate y estudia su caso para aprender.
Paz y Bien, el biciclown.