El camino de Yaoundé al pueblo de unos mil quinientos habitantes discurre en parte por una pista de tierra arcillosa. No son ni ochenta kilómetros, pero en época de lluvias suele costar recorrerlo en coche unas cinco horas. Es normal tener que bajarse del carro para empujarlo y sacarlo del barro. Imagínate un parto complicado en ese poblado. Lo normal es que la mujer, con el traqueteo, acabe por dar a luz en el camino. No hay ambulancia. Sólo un cuatro por cuatro de la organización habilitado para tal fin. Igual sirve para transportar un enfermo, que sacos de cemento, piñas, o un par de sillas para el espectáculo.
La Embajada de España en Camerún ofreció un vehículo consular para llegar hasta Bembis. La propia Canciller se tragó más de seis horas de viaje para asistir al evento. Un coche con placa diplomática evita tener que detenerse en los más de siete controles policiales del camino. Tan sólo nos detuvieron a la vuelta, en un control familiar, para pedirnos un poco de dinero. Había muerto una mujer de la zona y lo estaban celebrando. (Aquí la muerte es una fiesta muy cara).
Unas doscientas cincuenta personas asistieron al show. Algunos pigmeos venidos desde los poblados más lejanos y sobre todo la propia gente del pueblo. También los dieciocho voluntarios recién llegados de España para colaborar con Zerca y Lejos en la inminente campaña de salud que van a realizar como cada año. Algunos se quedarán un mes, otros tres, depende de cada situación. Lo cierto es, como me comenta Francis el cura que les ayuda, es que cuando vuelvan a Madrid no serán los mismos. Los efectos de lo vivido aquí les durará más que la picadura de los mosquitos.
Confío que la risa y la magia de mi espectáculo tenga también efectos duraderos para la zona.