He vuelto a recibir un regalo en mi camino. Una de esos milagros que justifican los dolores de las piernas en las subidas, la falta de agua o de comida, los picotazos de los mosquitos o el abrasador sol oriental. Llegando a Dili, la capital de Timor del Este, escuché pronunciar mi nombre con acento Quebecua. Jean Beliveau, el caminante del mundo, me sonreía desde la distancia. Incomprensibles retrasos con su visa australiana le retuvieron aquí más tiempo del previsto. El suficiente para que nos encontráramos por el Mundo por cuarta vez. Perú 2002, Jakarta 2009, Bali 2009 y ahora Dili. Le quedan solo dos años para concluir su caminata. La que le ha llevado a abrir su corazón al mundo y le ha blanqueado su cabello. Ha sido un nuevo encuentro emocionante como todo lo que en esta vida no tiene precio pero si valor. Ayer cenábamos juntos al borde del refrescante mar que rodea la isla de Timor y apoyábamos nuestros corazones en una simple botella de cerveza que servía de testigo para nuestras historias. Todo tan simple como la vida que hemos elegido llevar. Tratando de que nuestra huella en la Tierra fuera mínima en términos de polución y máxima en materia de emociones.
Hay básicamente dos clases de blancos que se acercan a Dili. Los que vienen ofrecer sus habilidades para contribuir a que este joven país crezca con pie firme y los que se acercan, veloces, a renovar su visa de Indonesia. Una vez más lo mío no encaja en ninguna de esas categorías. Es algo híbrido. Necesitaba una nueva visa de Indonesia, pero no he venido aquí velozmente sino a la velocidad de las tortugas. Ni siquiera alcanzo la velocidad de las mariposas que me rebasan en las cuestas removiéndome el turbante con su inofensivo batido de alas. Más de tres horas de espera en la Embajada de Indonesia producirán, dentro de tres días, una nueva visa en mi pasaporte. Una cuestión de 45 dólares, la moneda que rellena mi cartera estos días, pues es la moneda oficial de Timor del Este. Uno de los países más caros que he visitado aunque también de los más baratos.
Hace meses recibí un mail de una persona que afirmaba seguirme en la web. Su hermana, Marta, vivía en Dili y me ofrecía su casa a requerimiento de su hermano. Así que no he tenido que pagar hotel. Pero Marta no solo me ha abierto las puertas de su casa, nevera, baño?, sino que encima me ha dado dinero para mis gastos aquí. Se reconocer los gestos de cariño. Conozco cuando alguien te ayuda desde tu lado y cuando alguien lo hace desde una posición superior. Marta, en vez de explicarme su ayuda, ha sonreído haciendo evaporarse cualquier pregunta.
Marta ha hecho todo lo posible por involucrar a sus amigos, que encajan en la primera categoría de blancos arriba mencionada, en mi proyecto. Asi he conocido al resolutivo Gonzalo que trabaja para la OIM (Organización Internacional de Migraciones) que se preocupa por reubicar a los desplazados por actos de violencia comunal en sus lugares de origen. En Timor del Este no hay una ley de tierras, y un trozo de improductivo terreno puede tener hasta tres pretendidos propietarios. Las casas son de ladrillo, sin otro color que el que le da el sol al atardecer, y con tejados de chapa metálica que convierte el interior en un gran horno (si golpea el sol) o en un concierto de heavy metal (si la lluvia arrecia).
La Agencia Española de Cooperación me ha ofrecido la ayuda de Marta para organizar mis múltiples actividades en Dili. Dadas sus limitadas circunstancias económicas pienso que no podían haberme ofrecido mejor ayuda. Pero la OIM le ha hecho un órdago ofreciéndome, no sólo al imparable Gonzalo, sino dinero para organizar un Taller de clown y un video presentación de la película ?A la velocidad de las mariposas? en la Fundación Oriente. Y por supuesto, toda su logística (humana y material) para el espectáculo que será ofrecido el miércoles en un barrio de Dili. La AECI ha tenido que reconocer que la OIM ha ganado la partida. Aunque todos trabajamos del mismo lado: el de la sonrisa. Y la mía brilla estos días al sentir el apoyo sincero de personas que valoran mi proyecto.
Los únicos kilómetros planos que he hecho en las últimas tres semanas han sido los 20 kms finales llegando a Dili. El resto ha sido tan difícil, escarpado y caluroso que he llegado a gritar a las piedras por mi cansancio.
Mis actividades en Dili:
– Lunes, Taller de clown y malabares a artistas locales
– Martes, Conferencia y película en la Fundación oriente a las 6,30 pm
– Miércoles, Show para cientos de personas en Camea, 4,30pm
El jueves tomaré un barco hacia Oecussi, un enclave de Timor del Este en mitad de Indonesia. Algo políticamente muy raro pero geográficamente muy interesante, pues me permite acercarme de nuevo a Kupang sin tener que desandar el camino. En Kupang el 23 de octubre embarcaré rumbo a Sulawesi donde recibiré la visita de alguien que aún no conozco en persona.
Desde Dili, Paz y Bien, álvaro el biciclown.
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