Tras más de un mes rondando por la Alianza, llegó el día del show. Para entonces ya conocía a casi todos los trabajadores del recinto, que acudieron a la cita sin saber muy bien qué era un clown. Al final no pudo hacerse el show en el exterior pues la época de lluvias viene adelantada este año. En la sala sólo cabían doscientas personas, pero fueron algunas más las que se apiñaron aquélla lluviosa tarde. En parte, porque Guy aceptó regalarme algunas entradas que repartí en algunos orfanatos. Como las entradas de Guy no alcanzaron, compré algunas para dar a más chicos. Para mí, la espontaneidad y la frescura de la risa de los chicos de la calle, no es comparable a la de los hijos de diplomático. Mas cualquier risa es bienvenida, pues todas (salvo las de las hienas) son sinceras y alegran el corazón.

Gracias a la ayuda de Miki en el cañón de luz, Salomón en los mandos técnicos, Aida en la fotografía, y Breneth (guardia de seguridad que me prestó su gorra para la tortilla), ofrecí en Addis un espectáculo inusual para mí: con luces, sonido y moqueta; y para un público diferente que, a juzgar por los comentarios, la gozó al igual que yo.
Merçi.