(Alberobello).Hice un intento de salida el miércoles 1 de marzo, pero sin éxito. Debía esperar un mapa de Italia que me enviaba mi amigo Felipe, de Mapiberia, y la empresa encargada (TNT) tardó más de un día en cubrir los apenas 50 kilómetros entre Lecce y Cassamassella. Suerte que una persona que he conocido, Bernardete, me hizo el favor de ir hasta las oficinas de TNT y traérmelo. El miércoles llovió y el jueves amaneció un cielo tan limpio como si le hubieran pasado un paño. Algunos amigos llegaron hasta la plaza del pueblo a despedirme. Es un momento difícil, uno se queda mudo y sabe que nada de lo que diga servirá de consuelo. Un “nos vemos pronto“ suena poco creíble aunque, quien sabe, tal vez algunos de estos nuevos amigos vayan a Oviedo el día de mi llegada.
La bici sólo avanza con soltura en las bajadas. Mis músculos se han diluido en los dos meses que casi he estado parado y mi sentido de la orientación también. A los tres kilómetros de salir tomo el desvió equivocado y debo regresar. Qué fácil deja de ser un nómada, con los sentidos abiertos, y se convierte en inerte ciudadano del mundo. La carretera es hermosa, una de las más bonitas que he recorrido, dibujando un camino en la roca que es batida por un mar de verde intenso. Pequeños pueblitos duermen a la espera de los turistas que comenzarán a llegar en mayo. Los olivos parecen una plaga y los hay por doquier. Algunos aparentan una edad centenaria, con troncos retorcidos en imposibles giros. Los campesinos toman cuenta, uno a uno, de su cuidado, rama por rama. Se desplazan en su mayoría en unas furgonetas de tres o cuatro ruedas de la marca Piaggio para la que no creo haga falta carnet de conducir.
Busco consuelo a mi agotamiento en el cuentakilómetros y me alegro al ver que he subido hoy ya 700 metros. Un poco justificado estaba mi cansancio. Atravieso Leuca y me pierdo de nuevo girando hacia el interior cuando debería ir por el litoral. Retrocedo y lo encuentro. Falta apenas media hora de luz, cargo agua, e investigo unas dunas frente al mar. Bingo. Mi olfato de nómada se ha recuperado y doy con un lugar espectacular, protegido por atrás y con vistas al mar cuyas olas serán una nana esta noche. No era necesario porque mis piernas me harán dormir de lo lindo.
Amanece y me pongo en marcha tras un poco de yoga. Debo cuidar mi cuerpo, oxidado tras el parón, y el yoga es la mejor fórmula. Continúo atravesando olivares, yo no creo que en España haya más aceite que en Italia, es impresionante la cantidad de olivos que hay aquí. Llego a Gallipoli, una ciudad costera, amurallada y bien protegida de las invasiones. Sus calles son tan estrechas que el centro está libre de autos, lo que permite apreciar intensamente la vida de sus ciudadanos que sacan la ropa a secar. Colores negros y diseños antiguos hablan de los ocupantes de las casas. El sol tiene difícil tarea para alumbrar estas callejuelas con luz. Me detengo en una cafetería para trabajar. En dos horas debo editar el vídeo del viernes y subirlo. Me voy de la ciudad con apenas una hora más de luz. Pedaleo hasta salir de los confines de la civilización y cuando el sol está entrando en el mar descubro un camping abierto. La mayoría están cerrados pero no esté. Entro a probar suerte y me invitan a plantar la tienda. El dueño es Andrea y quien trabaja para él Christian, de Rumania. Un ser tan sencillo como el color blanco. La ducha me sabe a gloria, pues ayer no tuve fuerzas para bañarme, y preparo un arroz buscando con ansias el saco. La web del camping.
Hay un gran contraste de temperatura entre el día y la noche, y eso provoca que al amanecer la tienda esté mojada. Debo esperar un rato hasta que se seque, pero lo justo para que venga Andrea y nos tomemos una foto en la entrada. Ahora mi camino hacia Vasto es más difuso, pues tengo que buscar un equilibrio entre la línea recta y las carreteras pequeñas. Unos policías a los que les pregunto me dicen que no hay en Italia eso de 1,5 m para adelantar a un ciclista. Y los automovilistas parece que lo saben pues juegan a adelantarte cerca. Hay un fuerte viento del sur que me empuja en mi camino pero que presagia un cambio de tiempo. Va a llover, así que busco un refugio. Siempre me sorprende que cuando deseo algo aparece. Hoy venía pedaleando pensando que debería buscar un techo, nada de paredes, sólo un techo, por si llovía. Y tras atravesar una zona de muchas fincas privadas, valladas y, en su mayoría, sin ocupantes, di con una finca abierta. Había exactamente el lugar que había pedido. Un techo. Y un poco más allá una casa donde pedir agua. Ya a oscuras terminé de montar la tienda, calenté agua para la ducha y preparé una pasta. Si todo sigue así poco a poco mis piernas dejarán de dolerme al recordar a que han venido a este mundo: a pedalear.
Paz y Bien, el biciclown.
Ánimo crack!!
Sigue soñando tu vida!
Porque cuando las palabras ya no valen, los gestos con su fuerza expresiva, llenan ese incómodo vacío.
Claramente las despedidas de un nómade errante han de entrar en un territorio de palabras tan escasas como inútiles. Y entonces, se irá con el alma acongojada, esquivando sombras, con maniobras desmañadas. Por los suburbios saldrá, pedaleando flojo, por caminos engañosos con señales ambiguas, mermando sus ya flacas fuerzas.
Es que sólo para un autómata tendría sentido marchar sin parar, sin detenerse, sin tiempo para los encuentros. Y si hay encuentros… hay despedidas.
Quizás ser nómade no sea necesariamente estar desplazándose a velocidad crucero todo el tiempo. Quizás un raidista vea menguado su mérito en un odómetro pobre. O en un circuito iterativo.
Pero el Biciclown, no es un raidista. Alvaro, entrañable amigo, te desenmascaramos. No estaríamos reconociendo tu más grande mérito, ese mérito no cuantificable.
El valor que en vos vemos no son los kilómetros, aunque desde luego cualquier raidista querría tenerlos. En cambio, vemos valor en el poeta errante, el que viaja «a la velocidad de las mariposas» a merced del viento. A la intemperie de lo establecido, y en ése sentido, orgullosamente ineficiente.
¿ineficiente? Si, porque cada gramo de carga que lleva un ciclista, lo sopesa meticulosamente. Al punto que preferirá un cuadro igualmente resistente si es 50 gramos más liviano. Cada centímetro cúbico que abulta se convierte en frente de viento o menos maniobrabilidad. Pero ¿qué hace un clown? ¡pues se carga una cafetera italiana! ¡es el valor simbólico el que aquilata tus desiciones!.
Y si no… ¿qué hacen ésas banderas tibetanas Lung ta (caballo de viento) sobre una Merlin robens tent? ¡Obviamente, las pusiste para esparcir bendiciones!. Porque según dicen, los budistas sostienen que la energía del caballo es potenciada cuando confiamos en nosotros mismos, cuando somos intrépidos, cuando somos bondadosos y compasivos. Cuando respetamos y buscamos la sabiduría.
¿Entonces es mera casualidad que hayas bautizado “karma” a tu bicicleta?, si los budistas creen que toda acción repercute y toma cuerpo en el futuro eterno (eso es el karma).
No nos engañas biciclown. No sos un raidista. Como un buen clown, juegas a dar pistas sobre lo superficial pero te encontramos en lo profundo.
Imaginen ésta escena: uno está abstraído en su rutina cotidiana, por la fuerza de la costumbre, uno está en ése momento en que ni toma en cuenta que es ésa rutina la que nos tiene presos.
Cuando de pronto, de la nada, un tipo se te aparece en una bicicleta atiborrada de bultos, con un turbante azul y te dice que es payaso, y que desde hace quince años vive en su bicicleta y ya le dio unas vueltas al mundo a fuerza de pedal.
Te tira todo eso junto, como un baldazo de sopapos. ¿cómo lo digerís? ¡No te da tiempo a reaccionar! Y claro, uno se la traga, que es un exéntrico. Un exéntrico raidista.
Dejame sospechar que detrás de ese eclecticismo simbólico perturbante, hay una cuidadosa, selección de símbolos, en apariencia disonantes. Porque ¿es casual que el turbante azul es el símbolo mismo de los tuareg?, nómades si los hay, y quizá los últimos hombres libres del planeta, con su inquebrantable código ético.
Biciclown, te agradecemos la propuesta lúdica, los acertijos de lo simbóloco, las metáforas, y en éste mundo de vertiginoso videoclip, valoramos las reflexiones dichas en ese ralentí de la palabra.
Donde quiera que estés, recibe un abrazo.
Desde una carpa en Ushuaia.
Sandra y Oscar
Hola Alvaro, El ano pasado subiendo hacia el norte desde Vasto tomé el camino hacia Castel di Sangro y el parque nacional de Abruzzi, muy lindo, subidas no duras, altura max. 1400m… La ruta ss16 por la costa me pareció peligrosa. Si pasaras por Turin estas bienvenido aqui en esta casa llena de bicicletas. Adelante,con juicio.
Se me presenta muy lejano Turín…, lástima. Tal vez vaya hacia los Abruzzi y Archidoso. Algún lugar donde encontrar más info en internet?
Hola
Passando por Turin son Como 200km mas, pero la costa de Liguria y la Costa Azul tienen mucho trafico y la carretera esta angosta. Los Apeninos son lo mas Bonito de Italia, ha te envio en El mail los mapas del camino que yo hice hace 9 meses