A Pedrito, como le conocían sus contemporáneos en Mantua, no le acababa de encajar eso de que le atribuyeran a Aristóteles la afirmación de que el alma era inmortal. Mientras Colón se dedicaba a surcar los mares Pedrito surcaba los libros de Metafísica de Aristóteles. La cuestión era tan importante que la Iglesia, al no poder combatir toda la literatura de la época en contra de la inmortalidad del alma, lo dictaminó por decreto. El alma es inmortal y punto.
¿Qué importa esta cuestión? Mucho. Si la Iglesia promete una vida eterna, y siendo el cuerpo materia que se destruye y corrompe al morir, debe haber algo que persista para esa vida futura. Eso es el alma. A la Iglesia le interesaba la inmortalidad del alma. No solo eso. La necesitaba, y precisaba justificarla por la razón, por lo que se apoyaba en el genio de Aristóteles.
Pero Pomponazzi, o Pedrito, se propuso investigar el tema, llegando a la conclusión de que para que el alma fuera inmortal tenía que tener existencia al margen del cuerpo, pero Aristóteles señalaba que la única actividad del alma que no requiere el cuerpo es el pensamiento, aunque no es tanto así, porque el pensamiento se desarrolla a través de imagenes y están han sido captadas por los sentidos que están en el cuerpo. No había manera por ello de darle autonomía al alma. ¿Por qué no se zanjó ahí el tema? Porque los autores escolásticos, Tomás de Aquino y compañía, se aprovecharon la idea del Motor inmóvil de Aristóteles. Un principio perfecto y divino, no corruptible, que mueve sin ser movido…, vamos, lo más parecido a Dios. Y no solo eso, sino que Aristóteles hablaba de unas inteligencias separadas a las que atribuía también el caracter de no corruptibles. Tomás de Aquino dijo que lo que se señala para las inteligencias separadas vale también para el alma humana y…, ya tenemos el alma inmortal.
Llegamos a la parte práctica de este tema. Si el alma muere con el cuerpo…, ¿por qué el ser humano va a obrar bien, al no poder cumplirse lo de la vida eterna pues no hay alma ni cuerpo que la vaya a disfrutar? Pedrito, un poco ingenuo, decía que el hombre debe obrar bien porque al hacerlo se siente bien. Pero ya sabemos que esto no abunda. La gente obra bien porque tiene miedo a un castigo o porque espera un premio. ¿Quién castiga hoy en día? El poder político, con sus leyes y normas. La gente no aparca en un paso de cebra, no porque deba hacerlo así para dejar paso, sino por miedo a la multa. Pero, ¿qué pasa con aquéllos a los que el castigo les da igual? Pues el poder político se inventó otra idea, más hollywoodiense: el infierno. La idea del infierno, según Pedrito, no es tanto elaboración de la Iglesia sino del Poder político para que los malos sientan miedo.
Señala Rafael Herrera Guillén en su libro El Renacimiento:
» … los niños, al igual que el hombre contemplativo, no necesitan la idea de inmortalidad del alma para disfrutar de la vida como una bendición en donde siempre es posible el juego, es decir la felicidad creativa. Son los adultos, precisamente los más corruptos entre ellos, quienes les inoculan la idea de la inmortalidad para someterlos a la obediencia y al miedo, en lugar de guiarlos hacia el conocimiento, propio de la razón.»
Paz y Bien (portarse bien), el biciclown.
Hola Álvaro, buenos días.
Cuando dices que «la gente obra bien porque tiene miedo a un castigo o porque espera un premio.» bajo mi punto de vista, hay una tercera opción y es que obra bien, por que generalmente cuando se obra mal alguien sale perjudicado, y si tienes algo de empatía no harás esa mala obra para no perjudicar a un tercero inocente.
hola Miguel. Cierto, que esa sería la razón más poderosa. Hacer el bien por empatía, aunque hacerlo porque está bien, sin más, sin ni siquiera saber si beneficias o evitas perjudicar es aún más poderoso. Piensa que el solo cuando sale cada mañana no está pensando en lo que beneficiará a la gente. Hace lo que tiene que hacer, y lo hace bien. Un saludo y gracias por comentar
Hay muchos seres humanos que obran bien porque forma parte de su esencia. Creo que tu lo pudiste comprobar en tu vuelta al mundo, seguro que hubo gente que te ayudo desinteresadamente sin esperar nada a cambio, por el simple hecho de ayudar al que lo necesita. Creo que el ser humano es bueno por definición y el que no lo es es porque se ha corrompido en el camino.
hola Sergio. Más mayor me hago y menos generalizo. El ser humano es como las flores: las hay bonitas y las hay marchitas. Lo cierto es que durante la vuelta al mundo, como bien dices, me encontré con mucha ayuda. Y creo eso tiene que ver porque vivía a contra corriente. Entraba en círculos cerrados y volvía a salir. Atravesaba mundos.