Sali de Lekoni y cargue siete litros de agua por lo que pudiera ocurrir, y comence a emupujar la bici por la arena. Mis esperanzas estaban repartidas entre encontrar un poco de arena dura que me permitiera pedalear y escuchar el motor de un coche en el que poder salir de aquel mar de arena.
Ni una cosa ni otra. El unico coche que me paso en todo el dia iba lleno. Me dieron un poco de agua pues estaba consumiendo demasiado, y muchos aninmos. Incluso su telefono y el ofrecimiento de alojamiento en Braza.
Para hacer 24 kms estuve luchando 8 horas. Bajo el sol, refrescado un poco por el viento, empujando los cerca de 80 kilos de la bici. Mis piernas y mis brazos no eran suficientes para ganar la batalla de arena. Ate una cincha del cuadro de la bici y me la ajuste alrededor del cuerpo, para usar este como fuerza de empuje.
«Detras de aquella colina debe aparecer ya Kabala», me decia para animarme y olvidarme del dolor de mis manos.
No pensar, la clave es no pensar en el dolor y mantener la cabeza ocupada con otras cosas. Por ejemplo ese paisaje en el que yo era la novedad del mes o tal vez del año. Un escenario en el que la vista no alcanzaba a registrar tanta inmensidad. Meses pedaleando por un bosque frondoso y eterno, y ahora estaba ante el paisaje mas desnudo que habia contemplado en los ultimos meses. Habia pasado del pubis a las nalgas, pero unas nalgas de arena. La mente me habia devuelto a la arena tras unos minutos de descanso.
Empieza a atardecer cuando diviso, alla abajo, Kabala. Debe ser solo dos kilometros los que me restan para llegar, pero me costara casi una hora. Tras haber empujado como un burro la bici por esa engañosa llanura de arena, tenia al fin la zanahoria al alcance de la mano, pero la frontera estaba cerrada…
que DIOS BENDIGA la obra que estas llevando a cabo,yo tambien soy payaso igual visito orfanatorios y hospitales infantiles.