Fronteras
Borracho de montañas
La arrogancia china ha quedado al otro lado del Kunjerab pass, a más de 4.700 metros. La mañana que cambié de país intenté por todos los medios que me dejaran pedalear hasta la cima. Pero ya se sabe la respuesta de los chinos: NO.
La hospitalidad de oro
Las motos se echan encima y los coches se incorporan sin mirar. No hay respeto por el ciclista sino la ley del más fuerte La contaminación es tan alta que obliga a pedalear con un pañuelo para proteger la boca y la nariz, aunque hace mucho calor. La salida de Lahore ha llevado un par de horas y un par de broncas con los descerebrados conductores. Pero por fin llegamos a la frontera de Pakistán
Turkmenistan, contrareloj individual
Más o menos coincide con el día que la Comandante Maxi inició nuevo vuelo en solitario. Sucedió en la frontera jordano-israelí allá a finales del dos mil siete. Desde entonces no levanto cabeza. Se podría llamar una mala racha, aunque va ya camino de un año.
La hospitalidad azerí
En un día salí de Tbilisi y puse las ruedas de kogadonga en Azerbajan. La frontera natural es un río y al llegar a Azerbaján uno piensa que ha retrocedido unos cuantos años. Más o menos 30. Oficiales con gorra
de plato tipo paellera y con desgastados uniformes se arremolinan fuera de los containers metálicos que sirven de aduana. Militares barbilampiños que bien podrían ser mis hijios me preguntan por qué he visitado Armenia.
Una isla para no perderse
Cuando abandoné Siria rumbo a Turquía, en el último control policial, un militar me aguardaba plantado delante de la barrera. Me detuve y le extendí mi pasaporte. Lo tomó con ambas manos y lo hojeó en busca del sello de salida. Al verlo, y al comprobar que yo era español, me agarró la cara con la suavidad con la que una madre levanta a su hijo de la siesta y al mismo tiempo con la determinación con la que el árbitro pital el final del partido, y me plantó un beso en la mejilla diciendo:
“Ahalan wa salan” ( o sea, bienvenido).
Vivo para contarlo
…y lo puedo contar porque estoy vivo. Y además con casi ningún rasguño. La pobre Kogadonga no puede decir lo mismo. Fractura de la parrilla trasera, alguna alforja un poco tuerta y esperemos que no haya sufrido un derrame en el cuadro. Ver venir un coche por el arcén en dirección contraria no es algo que me pille de sorpresa.
Dónde quiera que estés
Pocas veces me he puesto a pensar cuáles serían los sentimientos de la persona que un día perdió a Maxi. Ocurrió hacia finales del dos mil uno. Yo la encontré en un camino y desde entonces ha viajado conmigo: Sudamérica, África, pero no Asia. Gal acababa de darle un nuevo baño de pintura. La había dejado reluciente.
Del subsuelo al cielo
Para cruzar desde Jordania hasta Israel existe un puente que, de ninguna forma, se puede atravesar sino es en uno de los autobuses de una empresa jordana. El trayecto no supera los 5 kms y cuesta 3 euros. Sin duda uno de los recorridos más caros en autobús del Planeta. Para que no me cargaran otros 3 euros por la bici tuve que discutir hasta con el neumático de reserva del autobús.
Paciencia hasta para cruzar fronteras
El rio Rovouma divide el Sur de Tanzania y el Norte de Mozambique. Kova es una gran bici, y aunque el rio no estaba muy crecido, a la niña aun no se le da bien nadar.