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Para no STANcarse

Para obtener la visa, además de saber callejear por Tehran, hay que precisar con exactitud el día que uno quiere entrar en esos países. Así que por primera vez en muchos años, mi vida tiene ahora un calendario al que debo ajustar mis pedaladas. Un error de cálculo puede hacer que me quede eSTANcado. Si China no abre sus fronteras a solitarios viajeros deberé retroceder o darme una vuelta por Rusia, Pero parece que tras el negocio de las olimpiadas, China volverá a conceder visados hacia octubre. En ese momento mi bicicleta girará hacia al sur para enfilar hacia el Tibet, Nepal y la India. Más o menos en diciembre llegaré al gigante indio.
Sin mucho que poder hacer en Tehran me he escapado a Isfahan. En el sur de Irán, esta ciudad enclavada en la ruta de la Seda, cuenta con una de las plazas más bonitas del mundo. Medio kilómetro de larga, que da entrada a la Jame Mosque. La mezquita más grande y misteriosa del mundo islámico. Pero no es la única. Isfahan posee varias mezquitas rematadas con cúpulas celulíticas y cubiertas de hermosos mosaicos con inscripciones en farsi: una escritura que en si misma es una pintura. Al anochecer las familias invaden el césped de la plaza con sus hornillos de gas, sus mantas, sus dulces y sus helados, para darse a la conversación. Helados de vainilla con azafrán o el Faludeh, una especie de granizado de limón con fideos. La luna asoma por una esquina de la plaza y se sienta al banquete de aromas. La luna es la única dama que muestra toda su figura en Irán. Aunque hay pretensiones del gobierno iraní para cubrir su hermoso cuerpo con un chador.
En Isfahan me reencontré de nuevo con Daisuke, el japonés que lleva diez años recorriendo el planeta en su caballo de acero y sobre el que escribí un artículo en Bike a Fondo. Ver artículo
También volvía a ver a Salva, un granadino con el que recorreré muchos kilómetros de la ruta de la seda.
Shiraz esconde otra de las maravillas del mundo: la ciudad de los persas, Persepolis. Una ciudad que, al empezar a construirla Dario el Grande, ya sabía que no la terminaría. Su hijo lo haría. Era aquélla una época en donde lo importante era hacer bien las cosas, aunque llevasen tiempo. Porque esas piedras, esos trabajos sobre la roca, hablarían del esplendor de otras civilizaciones. Los precios de las entradas han sido reducidos últimamente y por medio dólar se puede contemplar esa maravilla. Hay muy poco turismo extranjero y los locales prefieren sacarme fotos a mí que a las milenarias columnas con inscripciones de otras épocas mucho más respetuosas con la naturaleza. Emperadores y reyes de todo el mundo visitaban al rey de los persas para honrarle con grandiosos obsequios: elefantes, jirafas, oro?.
En los mercados de Isfahan o Shiraz el regateo se filtra por los pequeños agujeros en el techo abiertos para dar luz pero no calor. Los ricos helados y los dulces únicos en el mundo ayudan enormemente a pasar las horas, hasta que al atardecer la calle se puebla de personas que parecían escondidas bajo tierra, como escarabajos. Los precios han subido mucho desde el último año y por un billete de veinte mil rials (casi tres dólares) no se puede comprar mucho. Pero aún es posible vivir con un par de dólares al día, comiendo no a la carta, y sin contar el alojamiento. Los hoteles baratos no abundan pues el turismo mochilero aún no ha abarrotado el país de Homeini.
El lunes vuelvo al ring de las visas. Lunes Turkmenistán, martes descanso, miércoles Tayikistán?., y así van pasando los días de junio: preparando el terreno para recorrer una de las zonas más abrumadoras del Planeta: la Pamir highway.

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Plaza Imam en Isfahan Taxi para mujeres Visita al dlentista en Irán

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