Esas manos atesoran, en cada callo y en cada nervio, la vida de un hombre que ha nacido entre café, pero no el que viene en humeante taza, sino el que crece a más de mil metros de altura al norte de la capital de Nicaragua. Con bosques milenarios que ocultan un tesoro más misterioso que El Dorado.
Desde que Juan le arranca a la mata los granos rojos, los verdes madurarán en apenas diez días más, hasta que el aroma a café recién hecho llena tu cocina, un mecanismo se pone en marcha con la precisión de la lluvia, que lo empapa todo por igual. Este proceso es tan largo y complejo como la propia vida de un ser humano.
El café es dulce en origen. Si, yo también me sorprendí, pero al degustarlo recién arrancado de la mata no queda duda. El mismo día que Juan corta el café se trasporta por unos caminos embarrados al Beneficio húmedo para despulparlo, esto es, quitarle la cáscara y dejarlo a remojo unas horas. Las bacterias se encargan de despojar al café de cualquier regusto dulce. Un camión cargado de sacos de café despulpado se traslada a las tierras más bajas. Apenas doscientos o trescientos más abajo el clima es más seco y permite continuar el maquiavélico proceso del café. En el Beneficio seco se extienden los granos de café sobre plásticos negros para que se vaya secando al sol. En unos seis días, en los que el café debe ser removido para que se seque por igual, tendrá la humedad perfecta para ser de nuevo metido en sacos. Es entonces cuando se tuesta y se muele para ser envasado y posteriormente comercializado. Hay muchos más detalles para asegurar la calidad del proceso y separar el café de primera, del de segunda, como la cata.
José no ha llegado aún a los treinta y, a diferencia de Juan, a él la lluvia no le moja. Trabaja en una pequeña oficina en la que controla la calidad. Muele una pequeña cantidad y me la da a oler.
«¿No sientes el chocolate, al final?», me lo dice como si estuviera hablando con un colega catador y no con un ignorante.
«Pues sí, ahora que lo mencionas...»
José sostiene la taza de granos de café recién molido en la mano con tanta atención que habría que matarle para robársela. Da unos golpecitos a la taza y se la acerca a la nariz para olerlo pero es succionado por la taza y todo su cuerpo se pierde en ese acto. Hasta la piel de José es de color café.
Los pagos al abultado personal se realizan con la presencia de guardias armados de tubos de metal que ellos llaman escopetas. Hay algunos que no están dispuestos a mojarse, como Juan, o ir a la universidad como José, sino que prefieren robar y matar antes que trabajar. Y eso que este no es un año bueno para el negocio del café. Dicen que producirlo cuesta 1,5 dólares y este año están pagando apenas 1 dólar. Los que no tienen ahorros de cuando se pagaba a 3 dólares no pueden aguantar la presión y venden sus fincas. Brasil está produciendo ahora a mejor precio. Y lo que el mercado no paga la roya se encarga de arruinar. Una enfermedad que ha obligado a los productores a remover las plantaciones de café y sustituirlas por otra variedad, resistente a esa plaga. Poca gente aguanta en este negocio muchos años. Es más fácil criar cerdos o tener vacas. Si la familia Farahani mantiene estos cafetales es, sin duda, por una larga tradición familiar y hasta cierto romanticismo:
«Cuando florecen las matas de café, todo la montaña se tilda de ese color blanco y el valle se inunda de un olor a jazmín del que no puedes escapar», me confiesa Manny Farahani mientras disfrutamos, como no, de una taza de café.
«Cuando florecen las matas de café, todo la montaña se tilda de ese color blanco y el valle se inunda de un olor a jazmín del que no puedes escapar», me confiesa Manny Farahani mientras disfrutamos, como no, de una taza de café.
Durante tres semanas he estado en la finca San Francisco, al norte de Matagalpa, una de las haciendas cafeteras que esta familia posee y que da empleo a más de 1.000 personas. He disfrutado de unas navidades tan tranquilas que ni Papa Noel ha asomado las narices por la chimenea, ni las lucecitas de colores han quebrado la serenidad del cielo estrellado de Nicaragua en las montañas de Matagalpa.
Al final de mi retiro monástico había terminado la escritura de un nuevo libro y la edición de un pequeño documental. Ambos sobre mi revolucionaria experiencia recorriendo Cuba en bicicleta. No se si lo publicaré pues las arcas del Estado menor están ahora convalecientes tras la 4ª reedición de Kilómetros de Sonrisas y la urgente operación de Karma. La rueda trasera que le compré en Cuba está rajada y enviar una rueda desde España con el amigo Félix que viaja a Nicaragua y me la puede traer serán 100 dólares por exceso de equipaje.
Casi tres semanas parado me han pasado factura en los dos días de bicicleta que he hecho para llegar de Matagalpa a Managua. Hice noche en una escuelita del camino, cerrada todavía pero mantenida por Marlone y su familia. Me siento como un jugador de baloncesto apartado por varias semanas de la competición. De nuevo las subidas (el primer día casi 1.000 metros de ascenso), las frugales comidas de carreteras, los personajes como Elvis que vende helados empujando un carrito por la carretera, los mosquitos para dormir…, me ha hecho llegar directamente al Paraíso.
Gracias a la familia Farahani por su hospitalidad (no es casualidad que su origen sea Irán), Paz y Bien, el biciclown.
Juan, bajo la lluvia, cortando cafe
Con Manny Farahani y Karma
De nuevo en ruta, cruzando el Paraíso
CUAUCION Y CALOR…. O CALOR CON CAUCION SON BUENAS CONDUCTAS…. SI VAN ACOMPAÑADAS DE UN BUEN C…
QUE DSIFRUTES DEL 2014 EN COMPAÑÍA!!!
a las buenas alvaro , espero ke hayas pasado unas tranquilas fiestas en el paraiso del cafe , asi viajando pruebas los productos en el lugar de origen, y ves todo el proceso de recoleccion y demas. tomate un cafecito por nosostros y disfrutalo salud paisano
hola querido alvaro mi ultima salida pamplona bucaramanga colombia 180 kms de pura diversion puede ver mis fotos en face …….juancevi@hotmail.com
chao que Dios te siga protejiendo de todo mal y peligro.
Que tengas mucha suerte en tu periplo por centro América.
Interesante experiencia la que has vivido y seguro que lo tendré en cuenta, cuando me beba mi próxima taza de café. Un saludo.