esa voz

Esa voz me suena

Acababa de entrar en Malasia. Otra de esas fronteras donde la visa es gratis. Alboroto en mi Departamento de Finanzas. El motivo de tanta bata blanca y tanta parafernalia es la conocida Gripe Aviar. Quieren controlar los posibles casos de la enfermedad y me pedían que mirara a una cámara y sonriera. Nada difícil estos días. Sobre todo sabiendo que en breve dormiré caliente, beberé vino y escucharé poemas de Angel Gonzalez y de Benedetti recitados por el gran Imprevistos que, cual Quijote subido en Rocinante con alas, vendrá a rendirme pleitesía acompañado del sol y las estrellas. Tosí un poco, para darle emoción al aburrido cuestionario, y tras decirles que venía de pasar quince días en Cancún (Mexico), me fui a por mi Karma y entré en el país número 53 de esta Vuelta por el mundo.

La primera noche probé suerte con la policía. Aunque el hombre me entendió perfectamente no le dio la real gana de dejarme poner la tienda en su hermoso jardín.

Desaparecidos los templos budistas y reemplazados por las menos afortunadas mezquitas probé suerte en la del pueblo más cercano. No había nadie así que me fui a la parte de atrás y monté el campamento. Plástico en el suelo, esterilla, mosquitera, ducha, cocinar arroz, morirme de calor y tratar de cerrar los ojos. Hasta que no prohiban en el mundo los altavoces en las mezquitas no me haré musulmán. A las cinco de la mañana, entre carraspeo y escupitajo, el mula despierta al vecindario sin importarle un carajo su religión, su estado de salud, o su horario de trabajo. Para mí eran además las cuatro de la mañana, pues no sabía que Malasia tenía una hora mas que Tailandia. Ala me mandaba a la carretera antes de lo que yo quería.

Aunque al final hasta se lo agradecí. Ese día pude hacer 140 kms y llegar a la Isla de Penang. Allí me encontraría con una pareja de alemanes que llevan más de un año dando la vuelta al mundo en bici. El sol se metía en el mar cuando mi ferry atracaba en la Isla. Estaba agotado, hambriento y con pocas ganas de discutir el precio de la habitación. Los olores de los infinitos carricoches de comida china, india o thai me convocaron con urgencia.

Cuando un día después mantenía una conversación por el skype con mi amigo Iñigo, un chico vino a saludarme. Tu voz me suena, me confesó. Era del País Vasco. Estaba de vacaciones por la zona y hasta que no dio con mi voz no dejó de rascarse la cabeza. Xabi me había escuchado varias veces en el Programa de radio Levando Anclas. Desayunamos juntos (él me invitó) y partí en medio de un chaparrón a la carretera con una sonrisa. Que alguien te reconozca la voz en una isla de Malasia tiene bemoles.

Desde la ruta, Paz y Bien, álvaro el biciclown.

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Sven, Caroline y el clown haciendo clowns Turistas en rickshaw Regalando comida desde el coche

 

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Incienso tipo columna Faro de rickshaw

 

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