polvo

El polvo no llega al sol

En el primero en que nos dejamos caer el sol ya no dibuja sombras. Los monjes nos alumbraban con sus linternas mientras montábamos la mosquitera en la terraza de la casa de uno de ellos. Era el que podía hablar inglés. Los demás monjes, medio vestidos medio desnudos como en ellos es habitual, nos miraban desde lejos sin entender esa forma de vivir. A la mañana siguiente nos compraron un arroz con algo de carne en el mercado. David se libró esa mañana de hacer café. Era la última juntos pues yo continuaba hacia Banlung al encuentro, sin saberlo, de una de las rutas más polvorientas de Asia.

Remontaba el río Mekong y disfrutaba de la vida del campo. Las casas se han convertido en simples chamizos de techo, suelo y paredes de paja. Aisladas del suelo 5 ó 10 metros por pilares o troncos generalmente de cocoteros. No hay ventanas y el único cristal muchas veces es el de la pantalla del televisor.

He llegado a ver una casa SIN paredes pero CON parabólica. La electricidad es más rara que la lluvia. Ahora que es época seca el viento se vuelve loco al mediodía girando sobre sí mismo levantando columnas de polvo hacia el cielo. Los árboles parecen vestirse de otoño pero es sólo el efecto del polvo posado, eternamente, en sus hojas. Pero el polvo no podrá nunca alcanzar el sol. Los amaneceres y atardeceres, a orillas del Mekong, son invariablemente rojos. Un disco siempre perfecto que trae paz a los corazones. Bañarse en el Mekong con el sol como único testigo es una experiencia más para el libro de mi vida. Ese que nunca publicamos y que nos acompaña bien pegadito a la piel como el polvo.

Los últimos 135 kms hacia Banlung eran de tierra roja. Ya me lo había advertido Héctor el director del projecto en Banlung de la Ong Psicólogos sin Fronteras cuando nos encontramos en Bangkok. Llévate una máscara. La ruta está en demasiado buen estado y por eso los coches circulan a alta velocidad. A su paso me arrojan piedras y polvo y, si eso fuera poco, hacen sonar su claxon haciéndome saber que ese no es mi lugar. Por el camino hay muy pocos lugares en los que comer algo que no sea noddles. Ante mi falta de energía tengo que recurrir a mi despensa. Para ocasiones como esa en las que la ruta te trata sin piedad es bueno darle un placer al cuerpo. ISC, uno de los patrocinadores que ha lanzado el concurso click clix que podeis ver AQUÍ me envío a Bangkok un paquetito de jamón serrano que, a temperatura ambiente y con dos huevos de gallina Camboyana, me supieron a gloria. Todo ello acompañado por el licor de la tierra: jugo de caña de azúcar. Puede que sea un poco insistente estos días pero recibir 1.500 euros por un video no ocurre todos los días. Por eso os estoy pidiendo a través de Facebook que hagáis click en el VIDEO que he publicado en la web del concurso de click clix. Dale un click al día-dale al biciclown alegría. Si según mis estadísticas más de 200 personas acceden a diario a esta web podría fácilmente tener 1.000 votos en una semana.

Y ahora me voy a preparar el show de mañana. Será algo especial porque no se si la gente entenderá lo que es un clown, aunque como dice Pessoa, sentir es comprender y pensar es errar

Paz y Bien, Álvaro el biciclown en Banlung.

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Pelotón agrupado Templo de las 100 columnas El Mekong de cine

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