A las ocho de la tarde, o cuando termina de llenar sus bodegas y todos sus pasillos de naranjas, cemento, madera, gallinas, yuca, sofas…, el Ilala hace sonar dos veces su sirena y rompe su cordon umbilical con el muelle donde ha estado aguardando todo el dia.
En uno de los mullidos sillones que debian ser alzados al barco de tres pisos, bromeaba con Ruben planificando un futuro encuentro semanas mas tarde en Dar es Salaam. Con su ayuda acomode a Kova en la cubierta de proa, junto con las siete alforjas. La tarea de bajar la bici horas a la una de la madrugada cuando el Ilala se acercaba a la isla de Chizimulo fue mucho mas dificil. Parecia imposible recorrer los pasillos del Ilala con la bici y todas las alforjas. Una carrera de obstaculos. Los pasajeros no solo no se quitaban, sino que se quedaban parados viendo como unos cuantos tratabamos de ganar la salida para montarnos en unas pequenhas embarcaciones que nos debian conducir a tierra.
Dias mas tarde, en la unica tienda de Chizimulo, un hombre me saludo diciendome:
¿Nao lembra de mim?
No me acordaba de el, pero con risas me refresco la memoria. Era uno de los que obstaculizaban el pasillo del Ilala y al que le dedique, por lo visto, palabras poco carinhosas.
En Africa, enfadarse no sirve de mucho.