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El fuerte de Balti y la verruga

A las tardes, acompañada de una cortesana mucho más hermosa que ella, solía pasear la princesa por las tumbas del cementerio de Balti. En el silencio de las sepulturas nadie importunaba a Sha-Khatun. Hasta que un día su padre, de quien heredó la verruga que afeaba su pómulo derecho, la hizo llamar con premura; tenía planes de boda para ella. Se casaría con el Emir de Hunza, Ayesho II. (Hunza es el hermoso valle donde se encuentra Balti). Abdula Khan, que a su vez había heredado la verruga de su padre, era el progenitor de la susodicha princesa y, para que disminuyese el malhumor que repentinamente le entró a la princesa en cuanto conoció a su pretendiente, ordenó construir para ella un palacio.

El fuerte se erigió en la parte más alta de Balti, desde donde se podía controlar el arroyo que bajaba del Pico Ultar de más de 7000 metros y que nutría al río Hunza.
Allí existía desde el siglo XIII una torre que fue utilizada como parte del fuerte. La princesa, animada con la idea, dirigió a un grupo de artesanos en la construcción. Aunque se casó con quien su padre ordenó, se pasaba las tardes en la torre del fuerte contemplando a su auténtico amor: el Rakaposhi.

Mucho más tarde, hacia el año 1900, el fuerte se utilizó como palacio real dándole la apariencia actual. Pero pronto cayó en desuso, cuando su último habitante, Nazim Khan (Emir de Hunza en 1.892 por orden y decreto de los ngleses) prefirió vivir en un pisito algo más modesto y dejó que el vandalismo ocupara las estancias y los rincones del palacio de Balti.
La fundación Aga Khan, recibió en donación del último Emir de Hunza (Ghazanfar Ali) el fuerte con miras a su restauración. En 1.996 se inauguró con la presencia del propio Aga Khan y el presidente entonces de Pakistan Farooq Leghari.

Balti es conocida hoy en día como Karimabad. Y el fuerte sigue presidiendo la vida diaria de unas gentes tranquilas y muy educadas. Siempre que se dirigen a ti lo hacen anteponiendo el Sir. Herencia inglesa que no le sientan bien a mis sucias botas. Yes Sir, Of course Sir, Thank you Sir. En fin, y parafraseando a Shakespeare: sIr o no sIr.

Los canales que recorren las altas montañas, un gran trabajo de canteros, surten de agua todo el año a Karimabad, permitiendo que crezcan en abundancia manzanas, melocotones, maíz o nueces. Los melocotones son secados de modo poco higiénico en los techos de cemento de las casas. Se nota que no conocen el secador solar de mi amigo Manolo y que podeis ver aquí

Los estudiantes acuden al colegio ataviados con uniforme completo: pantalones, camisa y corbata. Herencia también inglesa. Y las chicas con un shari generalmente blanco y que las cubre por completo. Aunque parece que han salido tarde de casa y aún llevan puesta encima la sábana de arriba. Será que no quieren que se les vea la verruga. Poco a poco los comercios van abriendo. Sin prisa. Lo cual no es herencia inglesa. En el pueblo hay dos zapateros y el día que fui a precisar de sus servicios tuve la mala suerte de que los dos habían pasado mala noche y estaban cerrados a cal y canto. La única panadería del pueblo no mide más de dos metros cuadrados y su horno se encuentra bajo tierra, por lo que los panaderos trabajan sentados. Debe ser costumbre local, pues el sastre también trabaja sentado en frente de una mesa muy tan bajita que parece no existir bajo tanta tela.

Al atardecer en Karimabad se agudizan dos sentidos: el olfato y el oído.
El primero por las humaredas de hachís que los turistas consumen con asiduidad y que crece fácilmente en las laderas del fuerte. Y el segundo por la llamada a la oración, al ser la religión musulmana (ya sea en su variante sunni o chiita) muy extendida en todo el país.
Como no practico ninguna de esas aficiones, tras tres noches de descanso, abandoné Balti en busca de mi princesa SIN verruga.

Desde la ruta, día 1.429, Paz y Bien, el biciclown.

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Brindando con café auténtico
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Rakaposhi 7.789 m El Rakaposhi y su verdadero amor

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