Donde vuelan las piedras

Dejé la casa de ciclistas de Tumbaco (¿Tardaré otros doce años en ver a Santiago y su familia?) y aprovechando un cielo despejado promesa de un inicio de un verano tardío, enfilé con Karma hacia el Cotopaxi. A medida que disminuía el tráfico empeoraba la carretera. De asfalto a tierra y por último adoquín. Pero no cualquier tipo de adoquín: piedras del tamaño de ladrillos que eran como cepos para las ruedas de la bici. Ni un segundo podía quitar la vista del suelo tratando de descubrir el único camino posible para guiar a Karma. Había algunos trabajadores en la vía pues están ensanchando el camino con la idea de sustituir las milenarias piedras por adoquín plano. Con ello se prevé más tráfico hacia la entrada norte del Cotopaxi. De momento el tráfico accede en su mayoría por el sur, ya que allí hay un asfalto de primera y hasta carril para bicicletas. En realidad es el arcén de toda la vida en el que han pintado el símbolo de una bicicleta. Estadísticamente está comprobado que cuanto mejor sean las carreteras de un país, más rápido van los coches y, por lo tanto, hay más accidentes.
La subida al Cotopaxi era muy dura, no sólo por el mencionado adoquín, sino porque la vía estaba cortada. Varios trabajadores me ayudaron a subir la bici por encima de los troncos que, por un espacio de 500m, bloqueaban la ruta por completo.
«Tendrás que dar la vuelta, pues no hay paso», me dijo Mario Piedra.
«¿No me darían una mano?, le pregunté mientras me acercaba con la bici.
Mario Piedra, su hijo de igual nombre y su cuñada, fueron pieza clave para superar esos troncos de eucalipto. Pero aún quedaba más subida, y más adoquín. Ya se había puesto el sol cuando puede por fin acampar. A lo lejos se dejaba ver un Cotopaxi abrazado por las nubes.
Llama
Habitante de las alturas
Con mucho frío pero con algo de sol, llegué hasta el control norte y, tras registrarme y sacarme una foto con los guardas a petición suya, seguí camino. La entrada a todos los parques nacionales en Ecuador es gratuita según un Decreto aprobado por Rafael Corra.. Aunque la comunidad de Quilotoa que se extiende sobre la laguna del mismo nombre no opina igual.
Después de una terrible subida como se puede ver en este vídeo de los últimos kilómetros, llegué a la entrada del pueblo. Una barrera limita el paso y dos mujeres ataviadas con el clásico poncho y sombrero me salieron al paso.
«Son dos dólares por entrar», me dijo la más alta.
No hablo quechua pero ya imaginé que no me estaban dando la bienvenida en su bonita lengua muy parecida, por su sonido, al mongol.
Karma%20y%20piedras
Hay caminos que no son para la bici
Las mujeres no estaban acostumbradas a que un turista no quiera pagar. La mayoría lo hacen sin rechistar porque, y este es el razonamiento de muchos turistas, dos dólares es muy poco. Me pasaron un teléfono para hablar con el presidente de la comunidad, que no estaba en el pueblo, y le expliqué mi criterio para no pagar.
En resumen que si todos los Parques Nacionales son gratuitos no pueden cobrar por entrar en un pueblo para ver una laguna. El hombre carecía de argumentos para rebatir mi opinión y acabó diciendo que los dos dólares eran una colaboración. Las mujeres de la entrada tenían otra idea y seguían persiguiendo el dinero. Avancé sin pagar ante sus protestas y me alojé en la casa de la vicepresidenta. Como le expliqué, los turistas pagan por servicios, aunque estos sean caros (por dormir en el suelo de una casa me cobró cuatro dólares y por comer en el restaurante de su hermana tres y medio).
El viento hacía insoportable estar mucho tiempo en el exterior y tras la foto de postal de la laguna continué hacia Zumbahua. Estos pueblitos carecen de vida cuando no es el día del mercado. De nuevo por asfalto subí diez kilómetros hasta el desvío a Angamarca. El camino tenía un trazado bien sencillo. Seguir la ladera de la montaña para sortear cualquier valle que se presentara. Dicho así parecería fácil pedalear ese tramo pero la ruta no baja de los 3.500 metros. Al atardecer llegué a Mocata y en la escuela, la profesora Flor me dejó ocupar una de las aulas.
El tráfico de coches fue sustituido por burros, llamas y ovejas. Las únicas personas con las que me cruzaba iban caminando agachados para protegerse del viento. Mi destino era determinado por dos factores: las piedras y el viento. Sometido a la voluntad de estos dos elementos hacía avanzar a Karma con más fe que fuerza. Las piedras giraban la rueda delantera y me hacían dar tumbos de borracho y el viento…; no sería justo llamarlo viento. Eran ráfagas asesinas, yuna de ellas me lanzó directo hacia el precipicio. De no frenar a tiempo hubiera caído por la ladera. Hasta cuatro veces me tiró la bici al suelo. En estas alturas hasta las piedras vuelan por los aires.
Alguien me había dicho en Angamarca que no llegara hasta El Empalme sino que fuera hacia El Choni, pero sin entrar, que avanzara y tomara un sendero a la izquierda justo antes del río. Seguí sus instrucciones pero el camino estaba en pésimo estado. La mayor parte tuve que empujar la bici y hasta quitar los bultos para cruzar un deslizamiento. Cuando por fin llegué a Churulazun y el profesor de la escuelita dijo que no me podía dejar dormir en la escuela casi me derrumbo. Por suerte un vecino del pueblo (de apenas 20 familias) acudió para convencerle al profesor que me abriera un aula. Estaba tan sucia que opté por dormir encima de las mesas de los alumnos. Dos son los profesores que se ocupan de 46 alumnos. Los viernes, cuando terminan las clases, deben caminar cuatro horas hasta llegar a su casa. El domingo regresan a su trabajo.
Todavía me restaba una dura jornada para llegar a Simiatug. Subir un valle, bajar otro…; Simiatug se podía ver desde lejos pero aún me quedaban tres horas de empujar, pedalear y caerme hasta llegar allí. De la dureza del trayecto dan prueba mis alforjas. Tres de ellas se abrieron al perder los tornillos de sujeción debido al traqueteo del camino.
Hoy viernes descanso en Simiatug y me curo de las heridas: los labios abiertos del frío, las alforjas descompuestas, la ropa sucia y muy poca comida.
Paz y Bien el biciclown.

Por%20encima%20de%20las%20nubes

La imaginación de los constructores de carreteras en Ecuador es infinita

9 comentarios en “Donde vuelan las piedras”

  1. Eres tremendo biciclown . pero no pude evitar reirme cuando lei lo de ir de lado a lado como un borracho. porque me veo a mi mismo igual en otras rutas que yo e echo , que sepas que con tus escritos vivimos a tu lado tus aventuras , un abrazo y mucha fuerza para seguir.

  2. Mati (getaria; gipuzkoa)

    menos mal que karma pesa unos kilitos, que sino las llamas te verían pasar volando a vos. Un abrazo lleno de cariño para estos días de pedaleo.

  3. Hola mi querido alvaro, dedusco que ya no te acompaña martina, bueno fuerza para que sigas atesorando aventuras y como siempre emocionado con tus cronicas. que Dios te siga protejiendo de todo mal y peligro

  4. Si llegas tan alto con tus piernas y una bicicleta que esto te llene el espiritud para hacer de tus trucos y mosrisquetas un gras chow para el alma

  5. (CALI-COLOMBIA)ERES UN SER EXCEPCIONAL Y UN AVENTURERO SIN LIMITES Y DE GRAN CORAZÓN. TE DESEO TODA LA SUERTE DEL MUNDO. TUS CRÓNICAS SON TENACES Y EMOCIONANTES. QUE DIOS TE PROTEJA E ILUMINE TUS PROYECTOS- COMO TU DICES «DISFRUTA AL MÁXIMO EL DÍA A DÍA».

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