Esa mañana estaba de suerte. Un coche se había parado para ofrecerme llevarme. Le di las gracias pero como siempre rechacé la oferta. Kova y yo estabamos encantados de pedalear esa linda mañana. El hombre lo entendió. Se llamaba Rod Tourel y me dijo que lo que yo hacía era su sueño. Pero la mujer, los hijos y el trabajo le tenían atrapado. Le di mi dirección de internet y me dio 15 euros, unos cinco millones de dolares del país. Para una rica comida, me comentó. Dos veces tuve que preguntarle su nombre pues no me lo quería dar.
Los hombres y mujeres de blanco me pidieron un poco de agua y algo de dinero para el autobús. Creo que a Rod no le importaría saber que les di un millón. Ese dinero apenas había entrado en mi bolsillo y no se si ellos lo necesitarían más que yo. Negarme hubiera sido estropear el día.