niebla

Corazón de niebla

Tras la visita de Roberto, los días de preparación del último espectáculo en Katmandu y el trekking de casi dos semanas en el Everest he perdido bastante músculo. Lo mejor hubiera sido rodar unos días en llano para, poco a poco, ir recordándole al músculo que lo suyo desde hace más de cuatro años es darle al pedal. Pero a la salida de Katmandú me encontré un puerto de casi 50 kms. Debía pasar de los mil metros a los dos mil cuatrocientos. Ni mis piernas, ni mi cabeza estaban listos para soberana paliza. Poco antes de que oscureciera llegué a un pueblo formado por la reunión de siete casas a uno y otro lado de la carretera. Me dirigí al puesto policial a pedir un lugar para dormir. La respuesta fue que continuara otros cinco kilómetros (hacia arriba por supuesto) y allí encontraría hoteles. Insistí en mi petición. Ellos insistieron en su negativa. Suerte que apareció una persona con un poco de luz en el cerebelo y me señaló una casa en el otro lado de la carretera. Tan solo diez metros más arriba de donde estaba el cuartel de policía. Era un hotel. Por un euro me dieron la única habitación, cuyo techo era de plástico, y que compartí con un par de ratas.

Dos días después de salir de Katmandú me hallaba a trescientos metros de altura rodando por una planicie, lo que sería una constante durante la siguiente semana. A mis lados debía haber campos y hasta alguna montaña. Pero no veía nada. Era como rodar en un mal sueño con el despertador sin pila. La niebla era tan densa que hasta los coches encendían las luces (cosa que no suelen hacer ni siquiera cuando es de noche). Con discreción los coches y autobuses iban desapareciendo, engullidos por esa masa gris, e iban dejando paso a los bueyes y a las bicicletas cargadas con más troncos de los que legalmente se pueden cortar. Cuando el hombre acabe con todos los árboles de la Tierra los podremos comprar en los supermercados (alguien me escribe un mail y me dice que ya venden plantas en los centros comerciales, todo se andará pues).

Y en medio de la niebla que jugaba a ocultarme la carretera y que engullía mi sonrisa, los estudiantes cortaban la ruta. Ocurría no una vez al día sino seis. Al lado de ellos algún profesor. ¿El motivo? Recolectar dinero para el viaje de estudios. ¿El medio? Una cuerda bloqueando la carretera que obliga a los coches a detenerse. A veces una rama de bambú de cinco metros de largo, sujeta por dos estudiantes, es un medio mucho más eficaz. ¿Y si el ciclista no para? Pues lo hacemos parar. Hasta te dan un recibo. La primera vez te hace gracia. La sexta te hace puñetas. Y así día tras día, como la niebla.

Al lado del colegio, de su casa, o de la carretera, la basura se apila sin remedio. Los estudiantes, y profesores, podrían pasar esas horas que dedican a la extorsión adecentando su villa, su escuela.., pero no. Es Nepal, un país que va perdiendo encanto a medida que te adentras en él. Como ocurre con la niebla.

Mi dieta se reducía a muchos tes con leche y arroz con algunos vegetales. Y la niebla, que lo envuelve todo y se traga hasta el sol. Durante una semana no lo he visto pero debería estar ahí.

Mi corazón se ha extraviado en la niebla. Si la vida es el arte del encuentro, como afirma Vinicius de Moraes, yo ando un tanto desencontrado. Parece que mi corazón ha llegado a Lhasa pero yo estoy aquí, de nuevo en la India, imposibilitado de llegar hasta esa parte de mi cuerpo tan vital que se me fue de las manos en un descuido durante el trekking del Everest. No hay manera de cruzar en bici a Tibet desde India o Nepal. ¡¡¡Que añoranza de aquélla época en que Marco Polo no tenía que enfrentarse a tanta burocracia!!! Desde Sikkim a Tibet hay un paso llamado Natu lo que te coloca luego a más de cinco mil metros y en pleno territorio budhista olvidado estos años de la mano de sus dioses. Imposible de cruzar.

Me veré obligado a entrar a Bangladesh y recorrer el puerto de Dhaka, su capital, o más tarde los muelles de Calcuta husmeando un barco que me pueda llevar hasta el Sudeste Asiático. De allí remontar China y tal vez entrar en Mongolia esta verano, para luego pasar de nuevo a China y entrar en Tibet donde, a lo mejor, han dejado mi corazón en la Posta restante.

Sueño, hago planes, escribo, medito y pienso: he salido de la niebla, he vuelto a ver el sol, las estrellas brillan con mucha fuerza pero?, falta una. La que robó mi corazón.

Desde la ruta, Paz y Bien, álvaro el biciclown.

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Mauritania o Nepal La basura en Katmandú
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Incinerando a un familiar Está muerto

1 comentario en “Corazón de niebla”

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