En un mundo donde el cambio es constante y la realidad se presenta a menudo envuelta en incertidumbre, me he dado cuenta de que la verdadera sabiduría consiste en aceptar y comprender la naturaleza de las cosas tal como son, sin pretender forzar una seguridad ilusoria. En mis viajes por el mundo, he encontrado una profunda conexión con el concepto de logos que los antiguos griegos describieron. Para Heráclito, el logos es el principio universal que une todas las cosas, algo que está presente en todos nosotros y que revela la unidad que hay en la diversidad de la existencia. La sabiduría, según Heidegger que admiraba a Heráclito, consiste en conectar con el logos, aceptar lo que se desvela y estar dispuesto a enfrentarse a lo que el mundo tiene preparado para nosotros.
En «Abrazar la incertidumbre«, comparto mis experiencias al lanzarme al mundo en bicicleta, una odisea que no es solo física, sino también espiritual. Para mí, lanzarme al camino sin certezas absolutas y sin garantías de seguridad es una forma de conectar con la esencia de la vida. No saber lo que viene a continuación, no tener todas las respuestas, es la manera en que la realidad se nos muestra en su estado más puro, un estado donde cada día puede sorprendernos y donde cada encuentro puede ser una revelación.
Me doy cuenta de que la sabiduría no radica en intentar controlar todos los aspectos de nuestra existencia (tener respuestas), sino en estar bien dispuesto a aceptar lo que se presenta, en desvelar la verdad de las cosas tal y como son, sin ocultarlas tras nuestras propias expectativas o miedos (hacerse preguntas). La incertidumbre es el estado natural del ser humano; vivir plenamente significa aceptar que no siempre podemos prever el próximo paso o decidir qué nos deparará el destino. Mi verdadero viaje comenzó cuando aprendí a soltar el miedo y a confiar en la ruta que se iba trazando bajo mis ruedas, incluso si esa ruta no siempre estaba clara.
Ambas perspectivas, la filosófica y la práctica, coinciden en algo esencial: la aceptación del destino y la voluntad de dejarse llevar por el flujo de la existencia. Ser sabio, en palabras de Heráclito, es pertenecer al logos, a ese principio que nos conecta con todo lo que existe, comprendiendo que nuestra vida es una parte indivisible de un todo mayor. Con mi bicicleta como compañera de viaje, me encontré con el logos cada vez que abracé la imprevisibilidad del camino, cuando acepté con alegría los desafíos que encontré a mi paso y los transformé en oportunidades para aprender y crecer.
Abrazar la incertidumbre no es, entonces, un acto de resignación, sino de empoderamiento. Es vivir con la seguridad de que la verdadera sabiduría se encuentra en estar abiertos a lo que nos ofrece el mundo, sin necesidad de imponer nuestro control sobre cada detalle. Como el logos que reúne y desvela, mi viaje me ha invitado a encontrar sentido no en la certeza de cada momento, sino en la capacidad de maravillarnos ante lo que cada día nos revela. Es un llamado a vivir presentes, a aceptar la falta de control como una parte natural del ser y, sobre todo, a confiar en que, al igual que el logos, la vida siempre nos muestra el camino si aprendemos a escucharla y observarla con una mente abierta y un corazón dispuesto.
Paz y Bien, el biciclown.