calor

Buscando el calor del invierno sirio

La noche siguiente tendría recompensa, pues conseguía llegar a la mítica Damasco. Allí dos amigas francesas me hacían un sitio en su casa y podía prepararme a despedir el año. Me invitaron a un restaurante local, donde a falta de uvas, se dedican a explotar los globos que previamente decoraban las paredes. Una banda amenizaba la copiosa cena, a base de ensaladas, pizzas de carne, puré de garbanzos, de berenjenas y de postre?, fruta. Por supuesto nada de alcohol. En su lugar leche agria.

Damasco es un gran bazar estos días y debí ser de los pocos que salío con las manos vacías. Intenté sin embargo acercarme a la Embajada de mi país. Lamentablemente, y a pesar de ser 31 de diciembre, no abría. No había ningún teléfono de emergencia, ni nada que pudiera dar un mínimo cobijo a un ciudadano español en Siria. En mi caso trataba de organizar algún espectáculo, pero mi embajada en Siria tiene la poca vergüenza de cerrar el 31. Si ocurriera eso en una empresa privada, sus responsables ya estaban cobrando el paro. Por supuesto, tampoco han contestado a mi propuesta enviada por mail hace semanas ofreciéndoles mi espectáculo.

El día uno abandonaba Damasco rumbo al norte. En realidad rumbo a la nieve, pues ya he tenido los primeros contactos con la blanca señora. Cuando llegué al monasterio de Seydnaya no encontré mejor lugar para dormir que los extramuros del cementerio. La imaginación para buscar cobijo me crece por momentos.

El día después, tras atravesar la ciudad de Maalula (cuyos habitantes hablan la lengua de Cristo, el arameo), entré en el reino de las nubes y los rayos de sol misteriosos.

Me esperaba un refugio en el Monasterio de Mar Musa. Construido en plena roca en el siglo 6 ANTES DE CRISTO. En las montañas del desierto hacia Irak. Abandonado en 1830, y redescubierto en 1980 por el Padre Paolo. Tras vivir aquí durante diez días como un ermitaño, decidió reflotarlo. Ahora este lugar no es ni sombra de lo que era, pero conserva la tranquilidad de un monasterio. Cuando llegas te acojen con los brazos abiertos: te dan cama y comida por el tiempo que quieras a cambio de tu respeto a la comunidad y tu trabajo voluntario. Ya sea construyendo un muro, regando las plantas, lavando los platos o, como en mi caso, trayendo unas cuantas sonrisas. A las 7 de la tarde, durante media hora, este lugar se sumerge en el reino del silencio. No se oye ni el agua correr por las tuberías. Luego misa, voluntaria, en árabe y cena. Con una habitación espartana, mi libreta para tomar apuntes y ciertos atardeceres, siento que salí ayer de casa o, más bien, siento que es ésta mi casa a la que hacía mucho tiempo no volvía. www.deirmarmusa.org

Si veis esta crónica subida en la web, es señal de que he abandonado la vida monacal y recuperado la vida nomadal.
Por último recordaros que la película sobre el biciclown en Africa ya tiene un aperitivo. Ir a youtube y escribir biciclown, y podeis ver cinco minutos de adelanto que la productora Filmina me ha regalado por Reyes. Gracias a ellos, y a todos los que habéis solicitado mi nuevo libro, y también gracias por vuestros favorables comentarios. Me complace saber que tengo admiradoras de 85 tacos. Paz y Bien, día 1143, el biciclown

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Es curioso, en Siria también toman mate,
y lo importan de Argentina
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La embajada de España en Siria: no sabe no contesta El monasterio ortodoxo de Nuestra Señora en Seidnaya

 

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Maalula, excavada en la roca Amanece en las montañas de Siria
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Deer Mar Musa recibiendo los rayos del sol a las seis y media Los sirios son tan hospitalarios que me cuesta que me cobren en los mercados; aquí me coronaron con dátiles

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