(Amsterdam) Tuve mucha suerte en el 2.004, cuando arranqué la vuelta al mundo en Oviedo (España). Había una euforia económica y muchas empresas a las que solicité apoyo y asistencia para la vuelta al mundo se brindaron sin dudarlo. Han transcurrido casi doce años y una grande crisis ha sacudido en este tiempo España y Europa. Como resultado he ido perdiendo patrocinadores. Más del 80%. Nunca he pensado en abandonar por faltas de apoyos, de hecho, esta imprevisible situación me ha hecho más fuerte y me ha reafirmado en mi sueño y mi proyecto. En el camino he descubierto la forma de salir adelante, la creatividad aparece siempre cuando la necesitas, y así he conseguido seguir dando la vuelta al mundo.
Primero escribí Kilómetros de Sonrisas, sobre mi recorrido por Sudamérica previo a la vuelta al mundo, y luego vendría África con un par, redactado en El Cairo (Egipto). Ante el éxito, entiéndase esto en la escala de quién no cuenta con una gran editorial que le mueva el libro en los grandes círculos literarios y le haga una campaña publicitaria, vinieron Diario fotográfico de un payaso en África (finalista de los Premios Visual de fotografía del 2.008) y Donde termina el asfalto escrito entre China y Japón. Y un libro de fotos-postales 8×12=2922 y el último, Una declaración de intuiciones, mi libro más personal, creo que va a ser el que más se venda, aunque de momento Kilómetros de Sonrisas lleve ya cuatro ediciones.
Y lo mejor de todo es que los patrocinadores que me quedan no son sólo eso, son ya amigos, pues llevamos juntos muchos años: casi doce.
Y ahora que estoy cruzando Europa he tenido la oportunidad de conocer en persona a algunos de ellos, pues tres de las marcas que me ofrecen sus excelentes productos están en Alemania.
Las primeras alforjas Ortlieb las compré por internet pues no se vendían en España en el 2.001. Pero cuando hablé con Kerstin de marketing y le comenté mi idea de la Vuelta al mundo en bici (2.004-2.017) decidieron apoyarme y enviarme el material preciso. Y hace unas semanas pude por fin llegar a la factoría Ortlieb en Alemania y conocerla personalmente. Un encanto de persona que de nuevo accedió a renovarme mis alforjas para que yo siguiera mi viaje.
También conocí la fábrica de Rohloff donde nació uno de los sistemas de cambios internos para bicicletas más interesantes que existen. Stewart, el jefe de marketing, me enseñó paso a paso como se monta uno de estos bujes, ofrecí una pequeña charla para los empleados y jefes, e intercambié un par de trucos de magia con el propio inventor de este buje Bernard Rohloff. «La máquina más importante en esta empresa está fallando hoy», me dijo cuando le conocí. No se refería a otra que a la máquina de café.
Y por fin llegué a Schwalbe, la compañía que me da los zapatos (cubiertas) para mi bici Karma. Tras años escribiéndome con Carsten el responsable de marketing esta gran empresa por fin pude, no sólo estrecharle la mano, sino incluso disfrutar de su compañía y de un extenso tour por el enorme edificio en un pueblito con mucho encanto. Allí me mostró las máquinas con las que ponen a prueba los neumáticos que todo viajero sueña tener para dar una vuelta al mundo. Carsten incluso me invitó a cenar a un restaurante, me llevó a su casa a dormir y a conocer a su familia y al día siguiente se hizo conmigo unos kilómetros, junto a su pequeño hijo, en bici.
Ahora en Holanda he vuelto a ver a Jeroen, el mecánico de muchas de mis bicicletas, que trabajaba con Koos en Bike-tech y que desde hace años tiene su propia tienda en Amsterdam. Jeroen me envió durante mi vuelta al mundo varias ruedas y ahora he sido testigo de la meticulosidad de este gran hombre al presenciar cómo montó una nueva rueda trasera para mí. Tras comenzar el montaje con radios de 270 mm, pensó que 268 mm sería mejor y no dudó en comenzar de nuevo. Esa rueda, Andra 40 de Ryde, fue llevada el mismo día por Lars de la factoría Ryde, hasta el local de Jeroen. Lars es ni más ni menos el responsable de marketing y, ocasionalmente, bicimensajero del biciclown por las calles de Amsterdam. En un par de horas Jeroen dejó lista la rueda. Sus manos pellizcaban los radios extrayendo de ellos un perfecto sonido metálico que sonaba para mi como una sinfonía de Beethoven. Abrimos una cerveza y bautizamos una nueva llanta para Karma preparada con cariño y en horas que ya la gente no trabaja.
Tengo otros patrocinadores aún, en España y por otros países del mundo. A algunos, como a los descritos en este artículo, no les conozco personalmente y espero poder hacerlo un día. Ninguno me exige resultados, metas, números ni brillantes fotos. Me apoyan, imagino, porque comparten la filosofía de vida que subyace en este proyecto: llevar alegría por el mundo. En ocasiones lo puedo hacer a través de mi clown con los espectáculos, otras veces con la ironía de lo que escribo o los vídeos que muestro en el canal de youtube.
Gracias a todos estos amigos y a los que están por ahí detrás soplando permanentemente para que siga camino. Más que patrocinadores son ya amigos.
Paz y Bien, el biciclown.