Un viaje al pasado: Portugal

Los últimos días atravesando el sur de Orense, rumbo a la frontera de Portugal, nos dejaron un regusto a pimentón y pulpo. Seguíamos siempre las rutas más pequeñas, incluso las que no se dejaban ver en el mapa. Caminos rara vez frecuentados, con muy pocas casas en las laderas de la montaña, y con menos de un diez por ciento de ellas habitadas. Ni sombra humana.

Todo era verde y azul. Los días de buen tiempo nos acompañaron hasta el último dia en España.

Encontramos varias fiestas en los pueblos, en las que no faltaba el puesto de pulpo a las afueras del restaurante. Por diez euros tenías una ración en tus narices.

Creo que pronto nos saldrán los seis brazos que nos faltan.

pulpo de marruecos en galicia
Pulpo de Marruecos en Galicia

Dejamos Quiroga, última jornada en que descansamos, tras recibir por fin un paquete con un repuesto fundamental para viajar en bicicleta: un espejo retrovisor. Mucho más peligroso ir sin espejo que enfrentarse a animales salvajes (como te cuento en este tutorial de biciclown plus)

El paquete no llegaba a tiempo y fuimos a Correos a ver si nos podían ayudar. La cartera, Conchita, a quien abordamos por la calle, se desvío de su ruta de reparto y nos llevó a su oficina para hacer unas llamadas. Las compañeras le han puesto del sobrenombre de FBI, porque lo encuentra todo.

Encontró nuestro paquete en Barcelona y nos lo entregó al día siguiente. Animados por sus altas capacidades de búsqueda, le preguntamos por una costurera para remendar algunas prendas, y nos envío a una persona en el segundo piso del edificio colindante.

Una amable mujer que no quiso cobrar por su trabajo.

A Conchita le deberían hacer una estatua en Quiroga, como las que hay en Morro Jable (Fuerteventura) de personajes locales.

La salida de Quiroga es por el Alto de Moa, un puerto con rampas del 11% en los tres primeros kilómetros.

No encontramos más que una curva de un camino secundario para pasar la noche, pero al menos, estábamos bien en lo alto. Las paredes de la tienda no eran las de un castillo pero las vistas sí.

Siempre buscamos lugares únicos para dormir. Lo de usar campings, como ya comenté antes, es imposible. No hay campings en los pueblos.

acampar en curva
Camping en curva

Así que nos los inventamos. En muchas ocasiones tardamos media hora en dar con el sitio. Otras veces, una hora. Ayer fueron casi dos.

Cuando dimos con el lugar la luna ya se había aburrido de esperarnos y se había metido entre las nubes.

Pero me estoy adelantando. Eso ya es parte de la entrada en Portugal.

Hasta llegar aquí nos deleitamos en las termas calientes que hacen frontera con el Parque nacional de Geres en Portugal. Un baño caliente siempre sienta bien a las piernas, y si es gratis, también al bolsillo.

Aquí había hace miles de años un campamento romano.

No eran tontos los legionarios.

lorena pedaleando por el bosque
Lorena pedaleando por el bosque

Siguiendo una antigua calzada romana coronamos el puerto que lleva a Portugal. La subida ya fue un aviso de lo que nos esperaría en este país. Los conductores no respetan la bici como ocurre, al menos ahora, en España.

En Portugal si te dejan medio metro al adelantarte ya estás celebrándolo.

Buscamos refugio en el bosque y nos metimos en la tienda a protegernos de la dura lluvia. Menos mal que una buena tienda es un buena inversión como te cuento aquí.

camping en un lago
Camping en un lago

Solo llevamos unos días en Portugal y ya podemos sacar algunas conclusiones:

  • el café en los bares rara vez supera un euro
  • los conductores son muy agresivos, no tienen paciencia y pedalear en Portugal no te lo recomiendo
  • muchos emigrantes portugueses regresan en verano a ver a sus familias y son extremadamente hábiles en abandonar hábitos de conducta que emplean todo el año (por ejemplo en Suiza) para comportarse como un portugués más al atravesar la frontera
  • el salario mínimo ronda los 800 euros y los precios van subiendo a lo loco, generando un alto endeudamiento en la población
  • la gasolina es más cara que en España
  • el iva aquí es del 23% (en España el máximo es 21%)
  • no hay apenas controles de velocidad o alcoholemia en las carreteras secundarias. La gente va sin cinturón de seguridad y hablando por el teléfono de forma habitual

En general Portugal ha conseguido que la gente se acostumbre a este tipo de vida. Me recuerda a España hace 20 ó 30 años. Todo huele a reforma inminente.

Un ciclista nos contaba que este verano en España se benefició de los buenos conductores. Él es consciente de que sin intervención del Estado con campañas de publicidad, medidas sancionadoras y más señales en las carreteras, los muertos en las carreteras serán los que guíen las políticas de protección de la bicicleta.

No se ve gente pedaleando, ni siquiera en eléctricas, y hasta que una persona no experimente lo que es sentir que un coche te adelanta a medio metro, no guardará él mismo una distancia superior al pasar a un ciclista.

Hoy nos hemos detenido a descansar en un hotel barato de la carretera (35 euros la noche).

Mañana, siguiendo una vieja tradición de mi mismo, no se pedalea porque es mi cumpleaños.

Eso, en Portugal, me asegura casi en un 99% no morir el mismo día que nací.

Con la ropa oliendo a limpio y con las alforjas bien ordenadas, pondremos rumbo al sur evitando siempre las carreteras más grandes.

Paz y Bien el biciclown.

P.D. Si te gustan estos relatos y quieres invitarme a un café o a un pastel de nata por mi cumpleaños siéntete libre. También puedes leer alguno de mis nueve libros. Se envían a todo el mundo por correo certificado.

bano en el lago
Baño en el lago

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