La fábrica de Jaguar es un parque de atracciones para los adultos. No esconden esa alegría de Día de Reyes al salir de la fábrica con el auto reluciente, con los tapacubos de las ruedas a juego con los gemelos de su camisa. Están henchidos de placer material. Placer efímero, evaporado con los primeros diez mil kilómetros.

Ni las carreteras más pequeñas de Inglaterra están exentes del dominio, avasallante, de los coches. Son como una plaga. Se extienden por todos los lugares imaginables. Son tantos, que no tienen donde guardarlos, hasta el punto de aparcarlos en la propia carretera. Esto provoca escenas dignas de Charlie Chaplin: dos coches queriendo atravesar un pueblo pero no pueden hacerlo porque otros coches, aparcados, bloquean el camino. El ser humano es el único animal capaz de autozancadillearse. Y en Inglaterra es obvio ante la cultura del coche. Hay casas que tienen aparcados fuera cuatro y cinco autos. Más parecen concesionarios de coches que hogares. Papá tiene uno, Mamá otro, el hijo mayor ha venido a comer y trae el suyo, y la hermana ha llegado de visita con el suyo. Justo acaba de venir un amigo de visita. Resultado cinco coches en la puerta de casa.

Tanto coche convierte pedalear en este país en un juego arriesgado. Sobre todo en las carreteras pequeñas. Los conductores pierden en seguida la paciencia y terminan adelantando sin ver si hay algún auto detrás de la curva, y ocurre lo que me ha pasado hace poco. Un auto se me tira encima porque ha adelantado donde no podía. Otro coche venía de frente. Era un punto ciego y no debía haber adelantado.

El Reino Unida es una isla, o un conjunto de islas, que terminará hundido por  el peso de sus propios coches. Todos los días escucho en las noticias el parte de los atascos. Son ya normales y parte del menu radiofónico. La lluvia no está excluida del parte.

Agobia mucho viajar en bici por un país escuchando que nunca habían tenido un verano tan malo. Mayo fue bueno, dicen, pero eso hace ya muchos meses.  Hay pocos bosques y desde que salí de Glasgow sólo veo campos de cultivo en los que la lluvia me encuentra facilmente. Para dormir debo recurrir a toda mi imaginación, educación y suerte. Dos noches seguidas termino durmiendo en garajes de ingleses. No todos son de fácil acceso. El inglés, digo, no el garaje. En una ocasión tuve que dejarle una copia de mi pasaporte. Aunque por la mañana él me lo devolvió con 10 libras para ayudarme. Los ingleses son desconfiados, reservados…, pero en ocasiones, se abren. He tenido buena acogida en un par de casas casualmente los dueños habían viajado por el mundo. Por Irán, por América… No es casualidad que la mente del viajero está más abierta que la del hombre sedentario, y mucho más que las empleadas de Virgin trains. Nada más que ver este vídeo.

La suerte ha venido acompañándome ultimamente en forma de amigos. He vuelto a ver a Luis Mendía, un amigo de la época universitaria en que jugábamos en el mismo equipo de Rugby. Ahora Luis está casado y tiene una hermosa familia en un pueblito de Inglaterra. Hacía 28 años que no nos veíamos. Y al día siguiente me reencontré con Nuno e Isabelle. Les conocí en el 2005 en Angola, los volví a ver en Nias (Indonesia) en el 2009 y hasta organizaron uno de mis espectáculos, y ahora, me los encontré en Oxford. No estaban solos. Con ellos Anita, una inteligente niña de 6 años fruto de su amor.

Y hoy estoy cerca de Londres en casa de Ángel e Irene. Ángel es la última pieza que necesitaba para mi web. Si Flaco hizo un gran diseño y Mauricio me ayudó a mejorar la velocidad y a migrarla a Siteground, Ángel (con su plataforma de WordPress) me está ayudando a darle seguridad a esta web y con ideas de darle más funcionalidades.

En breve estaré de nuevo pedaleando por Francia. Tomaré el barco de Portsmouth a Caen. Ahora ya el reloj empieza a correr hacia atrás con fuerza y es imparable. El 19 de Noviembre Nos Vemos en la Fiesta. No dejes de visitar esta página para apoyarnos en la organización. Es importante.

Paz y Bien, el biciclown.