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Tenía que ser el 8 de octubre

Pedaleando por pequeños caminos de Francia vino a mi mente la cuestión. ¿Cuándo entraré a España? Ya voy rumbo de Lyon, en apenas 10 días he atravesado el corazón de la Francia, y mis amigos me preguntan cuándo podrán esperarme en la frontera. Mi cabeza estaba tan enfocada en La Fiesta del 19 de Noviembre en Oviedo que no era consciente de que, antes que a Asturias, tendría que llegar a los Pirineos. Además algunas personas me han pedido dar unas charlas en el camino (Mataró, Andorra, Oñate…) y quieren fijar la fecha. Ya está bien de marear la perdiz y es momento de afrontar el calendario y apuntarle a un día concreto.

Determinar cuándo llegarás a algun lugar en bici es una cuestión matemática. A tantos kilómetros por día y respetando las montañas más altas, calculo que podría llegar a la frontera… el 8 de octubre.

Esa fecha me recuerda algo. Un par de fibras hicieron conexión en mi cerebro y zas. El 8 de octubre se apareció ante mis ojos con una fuerza imprevisible. Porque ese mismo día pero hace muchos años, el 2.001, comenzó todo. Nació el biciclown. Me reencarné en lo que soy ahora. Un nómada que recorre el mundo en dirección contraria, revelándose contra la rutina, el consumo desmesurado, la absurda en inútil planificación que la gente va haciendo de su vida, ignorando que la vida es tan imprevisible como única, tan irrepetible como cada puesta de sol, olvidando que el tiempo pasado no vuelve y que el tiempo futuro no se compra ni se detiene. Aceptando que el reloj no se puede congelar yo quiero observarlo tan de cerca que mi mirada se funda con la del segundero. El payaso me ha servido en mi vida para reconsiderar muchos conceptos que, para otras personas, son casi dogmas de fe. Uno no tiene porqué estudiar, casarse, trabajar y jubilarse. Hay otras formas de vivir y, cualquiera que sea la que elijas, debe estar presidida por una palabra: pasión. Algunas más también me atrevería a añadir: observación, silencio y alegría.

Tenía que ser un 8 de octubre cuando yo regresara a España tras haber dado la vuelta al mundo en bici. Porque ese mismo día aterricé en La Paz (Bolivia) para dar inicio a una forma de vida no convencional, en una época que no existían redes sociales. Ni facebook, ni twitter… En un tiempo en el que uno viajaba por necesidad, no para contarlo. Y considero que aquél espíritu no me ha abandonado. De hecho estas crónicas se han espaciado más en el calendario porque no quiero renunciar a escribir cuando me apetece. Cuando la mesa está pronta, limpia, la silla dispuesta y mis baterías cargadas. Cuando creo que puedo aportar algo, contar historias.

Desde que llegué a Caen (Francia) y fui recibido y alojado por una encantadora pareja de franceses muchas cosas han cambiado. Francia es un país más amable para el nómada. Más caminos pequeños no abarrotados de coches, más campos en los que plantar tu tienda (por una noche), más canales que recorrer, y por supuesto un pan excelente. Los franceses se interesan más por mi viaje. Más preguntas y menos recelos que en el Reino Unido. Es difícil generalizar, difícil y peligroso, pero no fue la isla de la Reina Isabel II un paraíso para la bicicleta. Y ahora que estoy en Francia no dejo de pellizcarme cuando en una ruta pequeña no veo un coche durante diez minutos. Que lujo.

Existen algunas rutas que acompañan canales y que ahora en septiembre están vacías de ciclistas. Un placer para la vida del nómada. Los días han calentado, incluso la lluvia ha hecho aparición muy timidamente, y las noches no son tan frías como en Gran Bretaña. Voy así acercándome a los Pirineos. Allá me esperan algunos viejos amigos para recibirme y a buen seguro me traerán un casco. Imprescindible herramienta impuesta por el Estado del bienestar para que los ciclistas no sean multados. Que haya recorrido más de 110 países con un turbante y, al llegar a lo que es el país en el que nací, tenga que dejarlo para atarme un casco no me da muchas alegrías. La ley, la que estudié durante muchos años, me espera a la vuelta de la esquina.

Durante unos días he pedaleado con Eric, el loco Eric, un amigo que el camino me trajo y con el que he compartido grandes momentos. Él se regresa a su segunda casa, Brasil, y yo sigo rumbo a un país del que se poco más que el idioma. No se lo que quedará de la España que dejé en el 2.004. Mi curiosidad es tan grande como cuando llegué a Bután.

Paz y Bien, el biciclown.

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