La parada obligada al mediodía para comer es un tormento para el nómada y, de otro lado, el mejor momento del día para los mosquitos. Son tantos y tan suicidas, que matar a uno no hace sino enfurecer al resto. Hasta el punto de que tengo que montar la mosquitera, al lado de la ruta, para poder comer un poco de avena o tomar un te tranquilo. Un táctica de defensa que ni en África era precisa. Por la noche, tras encontrar un lugar que no cobren para dormir, los mosquitos atacan de nuevo. Pero hay que armarse de valor para sumergirse en alguno de los arroyos o lagos porque le baño al atardecer es ya casi una religión. El agua no sólo borra el sudor sino que sirve además para liquidar todos los mosquitos que se habían quedado aplastados en los antebrazos.
La agonía del pequeño almuerzo
Es una batalla desigual. Ellos son millones y nosotros dos. Pablo se coloca un traje de rejilla que valdría un fortunón en un sex-shop. Yo prefiero no disfrazarme y lidiar con ellos de la mejor manera posible.
Al viajar durante estas semanas con Pablo García nos dirigimos las maldiciones con cariño y respeto.
Los dos reconocemos que de haber hecho esta ruta, la Cassiar Highway, en solitario hubiéramos sufrido mucho más. Uno de los mejores momentos del día (aparte de la cena y de cuando me meto en la tienda) es cuando contemplo cómo Pablo trata de bañarse. Gritos, aspavientos, intentos nulos, retrocesos y más gritos. No está el agua tan fría (digo yo), pero está helada (dice él).
La hora de la cena: va a llover
Desde que salimos de Whiterhorse el paisaje no ha cambiado: pinos y lagos alternando con lagos y pinos. Un paisaje que podría parecer de ensueño sino fuera por los millones de mosquitos que se ríen de cualquiera que intente detenerse unos minutos en la ruta. Visto desde la bici parece exótico aunque en realidad es como observar una pastelería guardada por un feroz pastor alemán.
Más de 3.200 kilómetros en apenas dos meses. Sin apenas comida llegamos por fin a Kixpiox. En una granja perdida cerca del río salmonero más famoso del mundo, el Sekeena, vive Jonathan. Un antiguo panadero, viajero de bici y agricultor, que vendió su negocio en Vancouver para retirarse a esta granja. Cada día amanece a las 6 y media para ir a ordeñar un par de vacas con las que hace queso, mantequilla y nata. Luego atiende su enorme huerto o repara el vallado. Por la tarde prepara pan en un horno de leña y se sienta a disfrutar de la puesta de sol con una cerveza que él mismo elebora. Con apenas 37 años ha alcanzado lo que muchos ni siquiera pueden soñar. Mientras le ayudamos un poco en la granja, le comemos todo el queso y le bebemos toda la cerveza, aprovechamos para poner al día la web y preparar el guión del nuevo documental.
Con Pablo he celebrado mi último cumpleaños. Una celebración sencilla: dos cervezas cada uno que nos supieron a gloria y a mosquito. La lluvia tampoco respetó esa mañana pero aún y con todo sonreímos porque estamos haciendo en esta vida lo que nos dicta el corazón.
Paz y Bien, álvaro el biciclown.
Ahora le toca a otro meterse aquí
Otro de los mil usos de un turbante
no solo el Jonathan que tu comentas ha logrado lo que ha otros (incluyome) nos sera muy dificil llevar a cabo , pero personas como ustedes son un ejemplo muy valido de los que se atreven a vivir los sueños y sus resultado, Alvaro, cada relato es una delicia leerte…..
Gracias por el relato y la descripción de la vida de Jonathan.
Un abrazo.
Yo estuve por Canadá el año pasado y se perfectamente lo que dices de los mosquitos… son un infierno. Ánimo y un saludo desde Asturias.
Vamos…..Vamos!!!!……Te deseamos muy buen Camino hacia el Sur. La Sra Quilmes te espera vestida de novia..Aqui son de 1000cc!! Justo tamano para calmar la sed de Km que llevas siempre. Abrazos Popy!!
Alvaro… gracias por tus relatos… son maravillosos…experiencias únicas… Hoy tu amigo, el ladrón de biciletas, partió hacia Asturias… jajajaja besitos
Felicidades Alvaro! y tranquilo que llegará un momento en el que te bajes de la bici, calientes tu agua y veas la puesta de sol teniendo la sensación de que te falta algo… ¡No hay mosquitos! Aunque suene a cuento chino, llega un día en el que los mosquitos desaparecen, te lo prometo, lo acabamos de vivir en esa interminable ruta.
He regresado reciéntemente de Namibia y durante el viaje, en esas enormes rectas infinitas, te he recordado pedaleando bajo el inclemnete sol del trópico. Yo, no lo hice en bici, si no en 4 x 4, pero he leído todos tus libros y te admiro. Agradezco la existencia inspiradora de seres como tú.
Gracias.
Greetings Alvaro,
You are still amazing….live your dream…it encourages others to live there’s.
I’m in Bali on retreat, playing my sax and clowning opportunities have already shown up for me
Safe, challenging travels to you my friend
Ciao Namaste
Jimu