Los últimos dos días de sol que recuerdo haber tenido en la isla norte de Nueva Zelanda me hallaron en el lago de Waikaremoana. Situado a más de 600 metros, en invierno suele tener nieve y, cuando las auto caravanas no ocupan la ruta, hasta tranquilidad. La tribu maorí que habita en ese lago es una de las pocas que no firmó el Tratado de Waitangi, por el que los británicos y los maorís ponían fin a muchos años de guerrillas. Los británicos no eran capaces de doblegar a los maoríes y tuvieron que firmar un documento que no dejó contentas a ninguna parte y que sigue provocando controversias cada aniversario del Tratado. En el último un grupo de maoríes encabezado por el famoso Tame Iti fue acusado de intento de sabotaje y de tratar de crear un grupo armado. De todo esto me enteré porque fui hospedado en Napier en casa de la secretaria del abogado encargado de la defensa del tal Tame iti. Estos maoríes no se casan con nadie.
El Departamento de Conservación (Doc) de Nueva Zelanda (encargado de la conservación de los parques naturales) aún no ha considerado cobrar un peaje a los grandes vehículos por transitar por esas pistas. Una caravana tirando de un barco es mucho peso para esas pistas de tierra y acaba destrozándola. Nada que ver con la ligereza de una bici. Es irracional cobrar en el camping del Doc lo mismo al ciclista que ha subido hasta el lago a golpe de riñón, que al tipo que ha subido a golpe de talonario. Si en los países no se establece una política de discriminación positiva hacia las personas (ciclistas o caminantes) que acceden a los Parques Naturales, estaremos favoreciendo su autodestrucción. Todavía no se han descubiertos efectos negativos del uso de la bicicleta en Parques Naturales. Lo mismo que aún no se han descubierto efectos positivos de conducir un coche por un Parque Natural.
En el lago tuve la oportunidad de volver a coincidir con Joana y Nuno, los ciclistas portugueses que conocí en Murchinson semanas atrás. Ellos también aprovecharon los días de descanso para secar el material. Yo además trataba de pescar, sin éxito, en el lago. Desde que el amigo Murat me regaló la caña en Timaru lo intento cuando puedo. Brian en Napier, el marido de la secretaria, me dio algunos consejos y algo más de material; pero ni con esas. Sigo perdiendo anzuelos allá donde tiro la caña. No me queda otra que seguir abriendo latas de atún para la cena. ¡¡¡Esa trucha se me está resistiendo más que el sol!!!
Dejé la alegre compañía de los portugueses para aventurarme hasta Morere, famoso por sus aguas calientes. Desde que recorrí Japón echo de menos esos baños con los que solía relajarme un par de veces por semana. Las aguas calientes de Morere fueron la mejor recompensa que pude tener tras un día completamente pasado por agua. En Morere no hay mucha vida una vez que los baños cierran a las seis y no tenía lugar donde guarecerme. El kiwi que cerró la verja ya me dijo que allí no podía refugiarme, pero tras pensarlo un poco, me ofreció un techo. No su casa; pero un techo. En el cobertizo de tres paredes en el que guardaba su viejo coche podía dormir. No había más sitio que para el coche y allí dormiría. En la parte de atrás. Coloqué un plástico, tire la esterilla encima (que lujo esos 3,8cm de la Prolite plus) y a dormir. La lluvia no cesó de golpear el tejado de hojalata provocando un ruido que no ayudaba a conciliar el sueño. Un par de puertecitos al día siguiente y más surf en la SH 2 me dejaron a las puertas de Gisborne. Allí tuve la oportunidad de conocer a una mujer maorí, Edda, pero con raíces españolas.
Su tatarabuelo salío de Valverde del Majano (Segovia) para trabajar en barcos balleneros hasta que decidió asentarse en la costa este de la isla norte de Nueva Zelanda. Alli llegó a tener hasta cinco mujeres. Siguiendo la rama del árbol genealógico Edda me lleva hasta Manuel Jose de Frutos. Según ella más de 16.000 personas descienden de la semillita de aquél segoviano de carácter indomable. Según Edda sus primos, los «joses» como ella les llama, partirán este agosto a Segovia para participar en las fiestas del pueblo. Así que si alguno pasa por Valverde del Majano en verano que no se asuste si ve a unos tipos haciendo la haka. No son los all blacks, sino Edda y sus primos rindiendo honores al alcalde y vecinos del pueblo de su tatarabuelo.
Desde Gisborne cuyas calles se secan al sol, Paz y Bien el biciclown.
La Marathon Plus de Schwalbe lleva ya 12.000 kms!!
Uno de esos días que no lo tienes claro
Esta noche mi sonrisa valía lo que un techo de hojalata
No habrá lluvia que borre tu sonrisa ni vehículo que te arranque de la ruta. Mucho valor Álvaro. Grande !!!
Por mas agua que corra bajo los puentes…. tu vas por la carretera!!!! y si hay alguien que sabe algo de carreteras.. ese es el biciclown!!!!
Hola Alvaro,
Hace 15 dias estube en Barcelona y me pasé por Altair para traerme tu libro para Portugal. Me estoy leyendo «Donde se termina el asfalto» y lo estoy disfrutando mucho. He leido casí todos tus libros, pero este me gusta de manera especial. Está muy bien escrito (ahun te vas a ganar un premio 🙂 ) y la historia es encantadora. Ahora estoy en la carretera KKH y acampada «contigo» en el descenso….Un abrazo desde Lisboa.