El caso de Inés y Manu es por eso excepcional. Ambos trabajan en Médicos del Mundo de Karatu desde hace un año. Desde que llegaron a Karatu se dieron cuenta de la abundancia de chicos en la calle. Se centraron en doce chicos. Curiosamente en África no hay chicas de la calle. Primero les llevaban a comer, o les daban algo de ropa, o simplemente pasaban el tiempo con ellos. Pero aquello no les pareció suficiente y decidieron hacer algo más.
Afortunadamente, otras personas en Karatu tenían esa sensibilidad especial para estos casos: uno era el director del banco donde tenían su cuenta, y otra un pastor protestante. Juntos alquilaron una casa, contrataron a Jeremías para dirigir el proyecto, un profesor para dar clases a los chicos y una cocinera.
En la foto de grupo Jeremías es el de la izquierda del todo. Manu es el blanco, y faltan el del banco, el pastor e Inés.
El cambio experimentado en los chicos es impresionante, según me comenta Manu. ?Les das un poco y lo aprovechan?.
Los dos dormitorios parecen decorados por un diseñador Zen. En el suelo sólo hay dos colchones individuales en los que duermen seis o siete chicos. No hay armarios, posters, espejos, música, televisión?La poca ropa que tienen para los chicos está almacenada en bolsas de plástico. En la sala donde duerme Jeremías está la cocinilla de carbón. Procuran darles dos comidas al día. Los domingos Manu e Inés dan descanso a Jeremías y se van ellos a dormir con los chicos. Les cuentan historias en swahili, juegan a la pelota?, les dan cariño. El domingo que yo estuve en Karatu recibieron además un poco de magia, risas?, el cariño de un payaso.
El proyecto les cuesta al mes 500 euros, y como no son ricos, recurrieron a amigos para financiarlo. Hasta noviembre de este año tienen cubiertos los gastos. El próximo año es posible que Caritas de Asturias les apadrine el proyecto. Su compromiso va más allá de su contrato con Médicos del Mundo, más allá de su trabajo.
Hay algunos onegeros que no han venido a África de vacaciones unos mesecitos, o a dar una nota de color a su currículo, ni huyen de malas experiencias personales.
Dice Benedetti que
hay que hallarse de nuevo con la vida
la individual y la de los contiguos
no dejar que el abuso nos advierta
que merecemos ser asesinados