Hemos creado una sociedad que necesita del consumo exacerbado para mantenerse viva (aunque ya huela a hedionda). Unos kilómetros más adelante, y aprovechando que la carretera no tiene arcén o banquina por la que circular en bici, las autoridades que organizan la circulación por carretera en Perú han instalado otras señales más inteligentes aún. Prohibido circular a menos de 35 km/h. Genial, Pero si has conseguido mantener ese ritmo de carrera de Tour de Francia con una bici diez veces más pesada que la de Contador, ahí viene otra señal más tarde. Prohibido ir a menos de 55km/h.
Realmente, ¿ es éste el mundo que deseábamos construir? Un mundo en el que el vehículo a motor es el rey y los demás debemos simplemente desaparecer.
Te voy a contar a donde nos dirige todo esto con un pequeño ejemplo. Tal vez casualidad, tal vez no. Es real.
La locura está aquí
Existe en internet información contradictoria que habla de la posibilidad de tomar un barco de Puno (Perú) a Copacabana (Bolivia), y para evitar circular por esa carretera llena de pequeñas furgonetas que circulan a la velocidad de un cuchillo siendo lanzado a una bella mujer en una rueda giratoria, consideré en cruzar por el Titicaca en barco. Pero no conseguía tener la certeza de la existencia de ese barco. En esa carretera hay además muchos motoristas, por lo general van en grupo como las ovejas, y me preparé para preguntarle a alguno que viniera en sentido contrario, por si acaso había tomado ese barco.
Dos motoristas venían de frente a una buena distancia. Crucé de lado despacio, para que tuvieran la ocasión de ver que yo era una bicicleta con alforjas…, es decir, un viajero al igual que ellos (aunque haciendo menos ruido). A escasos cien metros de ellos ya les aguardaba de su lado haciéndoles gestos reconocidos internacionalmente para que se detuvieran. Redujeron la marcha un poco pero, por alguna célula del piloto que ha crecido en la sociedad del miedo, aceleró y no se detuvo. El motorista que venía detrás repitió el ejemplo y me quedé con la boca abierta. La cerré y crucé a mi lado para seguir mi camino. Entre una moto y una bici la única semejanza paracen ser dos ruedas. El resto nos aleja.
En la frontera de Yunguyo (Perú) pagué una multa de tres dólares, uno por cada día de exceso que estuve en ese país espectacular para hacer cicloturismo fuera de pistas convencionales. La frontera de Bolivia es un anticipo de lo que me encontraré en Copacabana. Mochileros que han cambiado la sonrisa por el teléfono inteligente. De un grupo de diez que aguardaba a que los oficiales terminaran de comer obtuve una única respuesta a mi saludo. Otra señal del mundo que estamos conscientemente construyendo.
Copacabana es un campo de concentración de turistas, pero voluntario. Cada uno puede irse cuando quiera. Las mujeres bolivianas que antes vendían maiz ahora venden y compran dólares. Cada casa es un hotel y los precios que hay aquí están inflados por la constante presencia de turistas. En cada esquina se escucha inglés y el ambiente es irrespirable si lo que buscas es autenticidad. Entré a varios hoteles pero ninguno tenía precio boliviano, hasta que llegué el Hotel La Cúpula. Un contacto por twitter me había advertido que tal vez el dueño deseara colaborar conmigo. Y lo hizo. Andrés, su empleado, le llamó por teléfono y Martin me convidó a pasar una o dos noches en el hotel. Una era más que suficiente. No tenía mucho que hacer en Copacabana. Cada vez los turistas me dan más miedo.
Copacabana, gueto turístico
Hotel La Cúpula
Partí pronto y llegué al estrecho de Tikina, dentro del lago Titicaca, y lo crucé en barco por 5 bolivianos. Esta parte de la isla tiene partes que ascienden a 4.000m pero mi aclimatación es buena. Mucho mejor que hace trece años, cuando recorrí estos parajes por primera vez.
Es la segunda vez que visito Bolivia en bici y siento que lo único que ha cambiado es servidor. Bolivia sigue siendo un país que no considera que tirar la basura a un arroyo puede causar un impacto en el medio ambiente o en el turismo. A orillas del Titicaca la basura se acumula pero a nadie parece importarle. El olor a pis es el habitual en los restaurantes que hay al borde de la carretera.
Deseaba acampar a orillas del Titicaca y aguardar el regalo de sus hermosas puestas de sol. A la hora en la que los campesinos abandonaban sus pequeñas chacras rumbo a casa, yo descendía hacia el lago para buscar un lugar en el que acampar. Tras una ducha (con agua caliente, demasiado frío para hacerse el valiente así que caliento el agua con mi cocina para lavarme) el Titicaca espera; y no defrauda. Rojos, azules, violetas y grises. Por fin llega el negro y con él las estrellas.
Uno que también pasa de turistas
Perfecta noche, que me carga de energía, para enfrentar la caótica entrada a la Paz vía el Alto. Las furgonetas aparecen como moscas en la carne, por todos lados, y cambian de dirección en cuanto alguien, desde el borde de la carretera, levante la mano aunque sea para rascarse la oreja.
Observo La Paz desde las alturas. Parece un lago de ladrillos. Muy pocas casas están pintadas. La belleza tiene otros cánones aquí. Si esta gente pudiera ver las hermosas casas de Bhutan. Un país mucho más pobre que Bolivia pero con un sentido de la belleza más acentuado. En Bhután las casas no solo están pintadas por afuera sino decoradas con hermosos dibujos y con delicados acabados de madera.
Bolivia a orillas del Titicaca también es esto
Eso no lo sabía cuando llegué a La Paz el ocho de octubre del dos mil uno. Pero ahora no llego a Bolivia en avión. Lo hago en bici y no vengo de España, sino de Bhután, de Indonesia, de Mali, de Australia, de Etiopía, de Siria, de Mongolia…; regreso a Bolivia tras dar una vuelta al mundo y por el mundo. Mis expectativas son otras, mi hambre por recorrer kilómetros se va saciando. En tantos años en ruta he aprendido ciertas cosas. Una de ellas es que menos es más. Tener menos es tener más. Hacer menos cosas es hacerlas mejor. No hacer nada es saludable y recomendable. Vivir de acuerdo al calendario interno y no según el que cuelga de la pared es mucho más lógico.
Mi primer día en La Paz visité el Centro cultural español. Les había escrito hacía meses, sin respuesta, y hasta el Consejero cultural de España en Lima que me atendió muy amablamente, les llamó para anunciarles mi llegada y mi proyecto. Era necesario que yo llegara y pudiera tener una entrevista con la responsabla, Clara, para iniciar las posibles gestiones. No tenía cita para reunirme con ella, pero me hicieron un hueco en la apretada agenda. Obvio que de haber sabido antes mi llegada, hubieran podido organizar algo…; en realidad lo sabían, pero bueno, estoy acostumbrado (aunque no resignado) a estas cosas. Una Fundación que trabaja con gente en situación de riesgo social en el Alto, y dirigida por un español, podría ser un buen lugar para el espectáculo. Un taller de clown sería idóneo (pero no hay fondos), y la charla tendría que esperar a una próxima visita a Bolivia en trece años más.
Estoy alojado en La Paz por uno de los músicos que más ha hecho por la imagen de Bolivia en el exterior. Don Ernesto Cavour, maestro del charango. Mas no conviene abusar asi que mi estancia en La Paz será breve y limitada a la posibilidad de un show en el Alto. Pero desde aquélla conversación el viernes hasta hoy, domingo, nadie de la Fundación me ha contactado. Me guío por mis instintos, y estos me dicen que no saldrá un show en La Paz.
El maestro
Recuerdo el espectáculo de El Salvador. Un viernes tuve el primer contacto con la Fundación que podía organizarlo y me dijeron que el lunes seguiríamos conversando. No, les dije. Mañana mismo. Si hay interés no hay sábados ni domingos. Y así se hizo.
Es temporada de lluvias. Hace mucho frío y la ciudad no es el mejor lugar para quedarse. Preparo mi ruta hacia la pampa, dónde el viento barre sin piedad todo lo que encuentra en su camino, que es poco. Llanuras inmensas y el salar más grande del Planeta, el de Uyuni, me aguardan. Necesito un poco más de soledad. El ruido de la ciudad es una señal más para irse.
Paz y Bien, el biciclown.
La señora que trabaja 10 h en mi portal
Esto sigue siendo Bolivia
Buff, la que te espera por la Pampa, seguiremos tus andanzas por esos lugares con interés.
Ánimos querido Álvaro,lo que vives allí es mejor humanamente hablando que aquí en la gris Europa
feliz año Alvaro, por el lago Titicaca con sus islas de totora que estuve poe el lado peruano en Puno y la isla de Taquile, según cuentas parece algo deteriorado y es que las masificaciones de gente no suelen traer nada bueno.ahora te encaminas hacia la pampa asi que buen viaje compañeru
Efectivamente me resultan incomprensibles estas carreteras anticiclistas que justamente se dan mas en los paises economicamente mas necesitados donde no solo la bicicleta es un placer sino una necesidad y unico medio de locomoción. Ademas comparto tu miedo, no se bien porque los viajeros sentimos un cierto rechazo hacia los \»turistas\». Que sigas bien.
Pasaste por La Paz ! Y encontraste al maestro Cavour ! Espero que por lo menos te comiste una salteña ! Saludos de Montreal que hace -26o …
Si pasas por Costa Rica en los 2 proximos meses me dices –
Un abrazo,
Yves
No es muy agradable, la imagen que pintas en tus experiencias por Bolivia ( por lo que sé, el lago Titicaca, está en peligro, por su degradada conservación, como tú, comentas ). Espero que puedas hacer el show y que te esperen mejores sensaciones en tu viaje por esos lares. Gracias por narrar y saber de tus vivencias por Bolivia. Saludos.
La entrada a la Paz por El Alto en hora pico ha sido una de las experiencias más estresantes que me ha tocado vivir como conductor de automovil. Nos acordamos mucho de ti, pensando en como sería entrar pedaleando, ya que hacía unos pocos días te habíamos encontrado entre Puno y Copacabana. Tu comentario nos ratifica que tampoco fue una experiencia edificante. Un abrazo y buen \»vidaje\».