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Perfect days: una película sobre Vivir con Serenidad

Me cuesta mucho ver una película. En seguida la trama me aburre, o es previsible, o no tiene profundidad. Las imágenes suelen durar en pantalla apenas unos segundos, hay un exceso de información y la música suele ser una molestia y no un subrayado del mensaje de la película (si es que tiene alguno).

La película Perfect days me parece sin embargo un claro ejemplo de una persona que vive con serenidad.

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Creo que el actor principal no ha tenido un papel más simple en toda su carrera. Las frases que ha debido aprenderse para rodar esta película no creo que superen un folio por una cara.

La película es del director Wim Menders, que no se prodiga en hacer films normales y que usa (y aveces abusa) del mundo onírico.

La trama es sencilla: un hombre limpia baños en Tokyo y la cinta nos muestra, una y otra vez, su día a día, sus rutinas y sus estados de ánimo. Casi siempre está de buen humor.

Las conclusiones que he sacado son las siguientes:

  • Tener una rutina ayuda a estar centrado. El hombre se levanta todos los días (sin despertador) y hace la misma rutina. Solo un día a la semana la cambia, ese día duerme un poco más, pero tampoco es un día sin rutina. Solo que es otra la rutina. Va a lavar la ropa a la lavandería, compra un libro (de segunda mano casi siempre) y se pasea en bici por su barrio.
  • Vivir sin ruidos. El hombre aunque suele escuchar música, no la pone a todas horas. Cuando lee, cosa que hace cada noche antes de dormir, no escucha música. Si hace una cosa su actividad está puesta en ella. No tiene la música puesta en casa a toda hora y, por supuesto, no tiene televisión. Algo que desde el 2001 dejó de formar parte de mi vida. Tampoco está todo el día con el teléfono en la mano. Solo lo usa para recibir o hacer alguna llamada.
  • Estar presente. Cuando está limpiando el baño lo hace a conciencia. Cuando come pone sus sentidos en lo que come, si toma una fotografía está pensando en lo que va a fotografíar, si pedalea por su ciudad, se centra en lo que ve. No está pensando en lo que hace, vive lo que hace.
  • Hacer lo que amas o amar lo que haces. No hay más opciones. Este hombre parece que tenía posibilidades de otros trabajos pero limpiar baños es lo que le da dinero. Lo hace bien, a conciencia, de manera minuciosa: lo hace como si fuera su baño. Y si falla su compañero hace también su parte aunque ese día llegue tarde a casa y llame, enfadado, a la empresa quejándose. Es decir, primero soluciona la papeleta y luego se queja.
  • Generosidad. Su empleado no hace bien el trabajo, él lo sabe, pero no le corrige constantemente. Incluso le pide dinero prestado, le pide que le deje el coche y, finalmente, le deja tirado comunicándoselo mediante una llamada. No da la cara. Pero el protagonista no cambia su manera de ser porque su compañero no actúe de la misma manera. Su manera de corregirle es con el ejemplo.
  • La bicicleta. Aunque tiene que usar un coche en el trabajo por las distancias largas y por el material que lleva, para desplazamientos cortos va en bici. Es una bici normalita, no muy cara, pero funcional. Le permite desplazarse a todos lados. Con ella va mostrándonos las calles de Tokyo y nunca le deja tirado. El coche, sin embargo, se queda sin gasolina un día.
  • Limpieza. Como parte de sus rutinas está limpiar la casa. Yo tengo dos tatamis y los limpio una vez a la semana, pero no sabía que se podían limpiar haciendo bolas de papel mojado y tirándolas en el tatami para que retengan el polvo. El protagonista cuida su casa, sus plantas, su ropa, su cuerpo, porque sabe que es su templo. Acude, además, cada día a los jardínes de un templo a comer. Su tiempo vital no es acelerado. Vive con pausa. No parece llegar tarde.
  • Familia. El único momento de conflicto de la película es cuando su sobrina se presenta en casa porque ha discutido con su madre. Hace tiempo que no se ven, pero él la acoge. Al ir por la noche la madre a buscarla se le ve emocionado, sin duda porque sabe que es difícil que la vuelva a ver, porque sabe que él vive en otro mundo: un mundo de silencio e introspección, un mundo de presencia y consciencia.

La película dura dos horas y no tiene apenas diálogos. Es un claro en el bosque de tanto ruido diario. Invita a reflexionar cómo alguien puede hacer un trabajo asqueroso con una sonrisa. Su vida no es excitante en sí, pero la armonía que logra en su casa, el espacio de silencio que crea es un milagro en una vibrante Tokyo.

Cada día es una obra de arte lista para ser desvelada. Solo tienes que mirar al cielo y agradecer tu existencia. Todo lo que ocurra a partir de ahí no depende de ti.

Deslízate por el mundo con presencia y tendrás una vida con serenidad. Y si no lo logras, si te inquieta perder lo que tienes, si el comportamiento de los demás te vuelve loco, si no entiendes que el devenir es la esencia del Universo, si no haces más que quejarte sin buscar soluciones, en definitiva, si te falta serenidad, de corazón te aconsejo este curso de más de dos horas que puedes ver toda la vida.

Paz y Bien, el biciclown.

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