Desde mucho antes de que Leopoldo Alas “Clarín“ lo inmortalizara en su novela, La Regenta, ya era Oviedo una ciudad de provincias. No se atrevió su autor, por miedo a represalias, a mencionar la ciudad y la enmascaró bajo el nombre de Vetusta.
Sin embargo, el paisaje que dibuja y los seres que transitan por sus calles del siglo XIX, estaban tan bien caracterizados que nadie podía ignorar que se trataba de Oviedo.
Dos siglos después, Oviedo sigue mirando hacia Madrid para decidir para donde calibra su brújula, permitiendo que desde ese centro geográfico de España le sigan dictando sus pasos.
Esta crónica viene inspirada tras una visita a la Delegación de Hacienda de mi cuidad, Vetusta. En la entrada, al igual que en muchos aeropuertos, estaciones de tren y de autobuses, un scanner te da la bienvenida. A su lado dos vigilantes de seguridad te dictan las normas, como si acabaras de entrar en un juego militar.
“Deje el móvil, las llaves, la carpeta y pase por el arco de seguridad“
Es intimidatorio, y curioso, que para pagar tus impuestos en vez de alfombra roja pongan obstáculos.
Una de las características que más me ha sorprendido del ser humano, tras un poco más de un año de haber finalizado mi vuelta al mundo, es esa capacidad de someterse a normas sin cuestionarlas. Solo porque lo dice un hombre con traje azul y esposas en la cintura, cumplimos, sin preguntarnos porqué. A qué es debido su requerimiento o desde cuándo existe esa obligación.
Un hombre que trabaja en estas empresas de seguridad me comentó que una vez argumentó con su jefe que cierta norma no era muy lógica y su superior le dijo que no le pagaban por pensar.
Esto me causa terror. Mañana estarás disparando contra tu hermano o amigo porque está escrito.
Si eliminamos del ser humano la capacidad de pensar, la diferencia con un robot es mínima. Pienso (aunque tal vez no debiera hacerlo) que eliminar el sentido común y la intuición, son objetivos de nuestra sociedad. Crear personas como las que me he encontrado en la Delegación de Hacienda, siervos de la ley, esclavos de un papel, a las que no les importe si lo allí escrito tiene sentido o es lógico o desproporcionado.
Acudí, como mencionaba, para pagar mis impuestos y lo hacía provisto de un maletín y de mi bicicleta plegable Brompton, cuyas dimensiones una vez plegada son menores que un carro de niño. Como no me permitían acceder con ella, la cubrí con una bolsa negra, que ocultaba totalmente la bicicleta. No obstante me fui obligado a pasarla por el scanner. La bici plegada cabía por el scanner para sorpresa del operario.
“Esa bolsa contiene una bicicleta y no puede pasar“, fue su veredicto.
“Bueno, es una silla o sillín con ruedas, igual que una silla de ruedas, y éstas pueden acceder, ¿No?“, le dije
“Es su opinión, la mía es que es una bici y no va a pasar“
Dejé la bici en la calle, atada a un hierro que protegía unas plantas evitando que fueran arrolladas por un ciudadano despistado y no pensante, y subí hasta la tercera planta a formular una reclamación por negarme el acceso con la bici, cuando no había ningún letrero que lo prohibiera, ni norma alguna a la vista. Días antes había viajado con ella en avión, en tren y en barco.
La responsable de recursos humanos, Nieves, se acercó. Dijo que le sonaba mi cara de verme en algún vídeo.
“Posiblemente – le expliqué- hay un vídeo en el que hablo del sentido común y de la empatía que se ha viralizado un poco, pero no lo suficiente“.
Según ella, debido a la avalancha de patinetes y otros medios de trasporte modernos y un poco invasivos, se han visto obligados a pedir ayuda a Madrid (la capital) para que les dijeran qué debían hacer. Si uno está mucho tiempo sin pensar suele ocurrir que, a la hora de recurrir al cerebro para pedirle soluciones ante casos no contemplados en el reglamento, el cerebro se bloqueé y solo permita la opción de llamar al técnico.
De Madrid respondieron con una Instrucción (no me la enseñaron porque dijeron que era de uso interno) donde les invitaron a prohibir el acceso al edificio a todo lo que tenga ruedas y pueda ser una herramienta de movilidad sostenible, más allá de sillas de ruedas y carritos de niños.
Prohibir siempre fue la mejor solución. Lo mismo que matar moscas a cañonazos. Cuando rellenas un hueco con pasta gris, no queda sitio para el aire. Lo mismo sucede con la prohibición. Nada se escapa. Es posible, eso si, que prohibas demasiado, o que rellenes huecos que no deberían ser tapados, pero si el que prohibe cumple con la ley, puede dormir tranquilo. A fin de mes le van a pagar y nunca su jefe le podrá decir eso de que a ti no te pagan por pensar.
Pensar es peligroso. Modular la aplicación de la ley es difícil. Es más fácil fumigar a todos los ciudadanos con un insecticida de Instrucciones y Reglamentos, que explicarles porqué pueden o no pueden hacer tal o cual cosas. Enseñar a pescar siempre llevó más tiempo que regalar peces. También dio a la larga mejores resultados, pero hoy interesa el corto plazo, mi salario a fin de mes, que mi jefe que me observa detrás de la cámara de ahí arriba no me riña, que de Madrid no nos tiren de las orejas.
Los valientes, los que piensan, los que son capaces de usar el sentido común o de hacer una excepción con una viejita a la que le pitan las llaves al pasar por el arco de seguridad, no abundan.
Como licenciado en Derecho he aprendido que la ley nace para cubrir un problema, pero que difícilmente se adapta al problema cuando este cambia. Si tenemos una norma, por muy estúpida o desproporcionada que esta sea, ya estamos a salvo. Solo debemos aplicarla para llegar sanos y salvos a casa al acabar la jornada laboral.
Cada día que pasa sin pensar, sin entender a los otros y sin moderar la aplicación de la ley, estamos un paso más cerca de las máquinas. Y lo que haga una máquina será, a la larga, un puesto de trabajo menos. Estamos cavando nuestra fosa y no nos damos cuenta.
Pero eso a nadie le importa, porque de lo que se trata es de que yo coma hoy, y de cuánto me queda para mi jubilación.
Que mi trabajo sea una suma de despropósitos no tiene mayor relevancia. Siempre que la culpa sea de otro a mi me viene bien.
Yo no lo digo lo dice la ley, parece ser la máxima hoy en día, la tabla de salvación del incapacitado para pensar. Eso lo podría hacer un niño que sepa leer. Pero discernir qué es una bicicleta grande, pequeña, plegada, cubierta, un patinete, un casco de moto o de cerveza, eso, queridos amigos, requiere un poco de materia gris. Y pensar, no es recomendable estos días.
Paz y Bien, el biciclown.
Álvaro, no se te puede discutir…. la gente actúa cada día más sin pensar en el que tienen al lado ni en las consecuencias nefastas que sus acciones puedan crear con el paso del tiempo.
Cada vez son menos los que cuando se les plantea un nuevo problema, son capaces de razonar una solución ellos mismos a partir de un simple racionamiento. Es un juego que no tiene fin, mientras haya gente que prefiera obedecer a pensar….. estaremos abocados al fracaso como seres humanos. es un infortunio que abunden personas como el guarda de seguridad…..
Entiendo la indignación que pueden generar situaciones como ésa, y la impotencia frustrante ante normas que se acatan sin cuestionar…pero como dijiste la vez que te prohibieron acampar en un aeropuerto italiano…no hay que juzgar a las personas! En este caso, en mi opinión, tratar de seguir insistiendo por ese lado es como seguirle dando vueltas al clavo oxidado (como decías!): se pierden fuerzas inútilmente y además el clavo se rompe!
Mejor tratar de despertar el juicio crítico y el cuestionamiento constructivo a quienes tienen mayor receptividad para la reflexión y la escucha…y desde ahí, poco a poco, ir erosionando la roca que nos impide el paso…en este caso, a las bicicletas!
Es justo lo que he tratado de hacer, despertar el juicio crítico y dejar en el aire la pregunta de si ese tipo de normas ayudan a crear una mejor sociedad. Gracias por remarcarlo.
Me ha pasado esto con la Brompton algunas veces y coincido en algunas de las cosas que dices pero este articulo suena mas como una pataleta. Hay una norma por la cual no pueden entrar vehiculos con ruedas. La aplicaron. La norma es injusta? Se puede qrgumentar esto, pero de ahi a cargar contra agentes, empleados, hacienda, oviedo, madrid, acusar a la sociedad de no pensar etc etc me parece excesivo. Por una bici? Intento tomar las cosas con mas humor.
Gracias por tu opinión. saludos
No se si has despertado el juicio critico o te has vengado, en el post insistes mas en criticas despiadadas y airadas que en otra cosa.
Gracias por el comentario. saludos