(Rozaje). Casi el último día de mi estancia en Montenegro descubrí cómo ese país adoctrina a los niños y niñas para destruir la naturaleza. No, no es una broma, existe un plan para ello y una profesora me lo explicó. Antes te contaré la historia de la libreta y de Alejandro.
Hace unos meses una persona me escribía para solicitarme una hora de consultoría de aventura. Quería iniciar un viaje en bici y tenía muchas dudas de equipamiento, rutas… Además le gustaba el mundo del payaso y había hecho varios cursos con algunos maestros que yo he tenido también como Wendy Ramos, Alex Navarro, y con otros que bien conozco como Jesús Jara y Amaya Prieto. Jesús habla de mi payaso en su apasionante libro El clown, un navegante de las emociones, que desde ya te recomiendo.
Hace pocos días Alejandro, que es a quién ofrecí la consultoría, me escribía un correo para alertarme de que se encontraba con su viaje ya en marcha y que, cosas del destino, estaba apenas unos tres días detrás de mí. No quería que le esperara pero si me decía que estaría genial si pudiéramos encontrarnos. Incluso podría desviarse un poco de su ruta prevista para conocerme en persona. Yo acababa de entrar a Albania y le mandé mi ubicación con indicaciones de cómo sería el camino hasta allí. De paso, le dije por correo, estate atento porque tal vez veas en el suelo una libreta amarilla que perdí hace días. O tal vez esté en el bar de Leo, que se encuentra apenas cruzas la frontera entre Montenegro y Albania.
Avancé con lentitud hacia el norte de Albania por un país que sorprende, al menos en esa parte, por la escasez de coches. Muchos menos que en Cuba. También por la belleza y majestuosidad de sus montañas aún rematadas por parches de nieve, y sobre todo, por la amabilidad y sencillez de este pueblo. Desde el policía que quiere practicar un poco de inglés contigo, hasta el chico del bar que te deja dormir afuera. Todos muestran respeto y curiosidad por mi viaje. Las rampas son duras y cada día asciendo unos mil metros de desnivel. Pero el tiempo acompaña y disfruto de no tener que ir mirando a cada rato el espejo retrovisor. Montenegro fue una pesadilla. Demasiado peligroso.
Tres días más tarde salgo de Albania, apenado por dejar un país que tan bueno ha sido con el ciclista y también porque debo regresar a Montenegro donde los conductores no tienen paciencia con el ciclista ni consideración con la naturaleza. Por todas partes, y esto es difícil explicarlo pero tal vez con las fotos se aprecie mejor, por todas partes hay basura. Los ríos bajan llenos de botellas de plástico y nadie parece darse cuenta.
En Plav me quedo unas horas trabajando en internet en un bar y observo otra escena dantesca que puedes ver en vídeo en mi cuenta de instagram. Una niña de seis años entra a pedir dinero en horario escolar al bar lleno de hombres fumando y jugando a las máquinas de apuestas y ellos le dan dinero. Les digo que no lo hagan porque están fomentando así la mendicidad y esa niña debería estar en la escuela y se ríen. Si viajas por el mundo y no reaccionas antes estas cosas para mí no vale la pena que viajes. Si viajas debes intentar cambiar las cosas que están mal. Al menos yo lo intento, porque la indiferencia nos convierte en responsables.
Varias horas más tarde llega Alejandro Pérez y trae mi libreta. Me la había olvidado en el Bar de Leo días atrás. Juntos pedaleamos hasta un pueblo cercano y acampamos.
Al día siguiente subimos una tremenda montaña, buscando para acampar, pero sin suerte. Cada pequeño camino abandonado es utilizado como vertedero de basura. Los almendros están en flor y parecen importarles muy poco la basura que los montenegrinos arrojan a sus pies. Ellos siguen floreciendo con la ilusión de que tal vez alguien sienta dolor al ver tanta belleza rodeada de basura.
Casi de noche llegamos a una escuela y tiramos nuestros sacos en la entrada. La noche es tranquila pero a las siete de la mañana comienzan a llegar los alumnos que se sorprenden al vernos. Bromeamos con algunos y también llegan los profesores. Alejandro quiero poner en práctica un número de payaso que ha preparado para el viaje y se lo comenta a la profesora de inglés para que le pida permiso al director. En una hora algunos alumnos saldrán afuera para verlo. Le ayudo a prepararse y mientras él se viste hago un poco de magia y de clown para los chicos.
El número de Alejandro dura unos veinte minutos y es una apuesta sencilla pero efectiva que les gusta mucho a los chicos. Al irse de nuevo a clase observo como el lugar en el que habían visto el show está regado de papeles de plástico que antes no había. Mientras veían el show comían pastelitos y tiraron al suelo todos los envoltorios. Me indigno al ver cómo ni siquiera los alumnos son capaces de cuidar su propia escuela y se lo digo a la profesora de inglés. Ella me lo explica todo.
Hay una señora que limpia la escuela y los chicos saben que lo que tiren ella lo va a recoger. Mañana no habrá papeles, me dice para tranquilizarme.
¿Y quién limpiará la basura que hay en la montaña, en los ríos, en los árboles?, le digo.
Ahora entiendo porque tienen ustedes uno de los países más sucios que he conocido.
Trato de hablarle directo y de que le duela en su orgullo, algo de mi mensaje, pero no parece tener efecto. Mientras tenemos la conversación otra profesora termina de fumar y arroja la colilla al suelo.
No tengo esperanzas en Montenegro. Un país lleno a partes iguales de Mercedes y de basura, de indiferencia por la naturaleza y de falta de respeto por los que vamos en bici. Uno de los países más decepcionantes que he conocido. He visto basura en muchos países pero lo de Montenegro es un Parque Nacional de la Basura.
Paz y Bien, el biciclown.
Acabo de regresar de rumania y bulgaria, a lo largo del danubio, esta pasando lo mismo, tiran todo al suelo y las orillas estan llenas de basura, costaba mucho sacar fotos sin que se viera la suciedad, eso solo se corrige con educacion desde pequeños y cambiando habitos.