En este gran mercado puedes entrar desnudo y salir vestido y alimentado. Hay de todo. Y a buen precio. Pero los blancos no suelen venir por seguridad. Esa seguridad que hace que muchos blancos visiten África y no se enteren de la mitad pero se vuelvan a casa con un tambor bajo el brazo, que dicho sea de paso, no saben siquiera tocar.
El pulso de África está en sus mercados y el atisbo de esperanza en estas sonrisas. Si ellos, que tienen tan poco, sonríen, ¿a qué estamos esperando los demás?.