A diferencia de mi color de piel, mi nacionalidad o mi fecha de nacimiento, yo he elegido ser payaso, como otros eligen ser banqueros o poetas.
Cierta genética y el entorno han contribuido a que así sea, pero no tendría una nariz roja por bandera de no haber seguido mi intuición y de no haber cultivado con trabajo la genética.
Como a los poetas (dudo que les ocurra a los banqueros) la profesión de payaso tiene mucho que ver con la pasión y poco con la cartera. Pocos son los payasos que se han hecho ricos (Grock o Chaplin serían una excepción) y a la inversa, un banquero que no tenga mucho dinero parece ir contra natura.
Estos tres espectáculos que he hecho con mi amigo Alejandro Pérez, Chancleto, en India en favor de la Ong Calcuta Ondoan, con motivo de la semana internacional de las mujeres, corroboran lo fina que tengo calibrada mi intuición, porque hoy salimos de India con el corazón repleto de alegría y con los índices de dopamina alcanzando máximos históricos.
No tenemos más dinero que cuando llegamos aquí hace diez días, pero tenemos más felicidad. Hemos hecho reír a más de 1.500 mujeres y niños de las partes más humildes de Bengala Occidental y les hemos recordado, con caídas, acrobacias, malabares y magia, que ellas son importantes para nosotros.
Cuando la pasión guía tu vida dejas de mirar la cartera. No sabes cómo ni porqué, las cuentas se van pagando, alguien te coloca un plato con comida delante de ti y te proporciona un lecho para descansar.
Lo más gratificante de ser payaso es la mirada que te brindan las mujeres al terminar el show y salir del lugar en el que te has cambiado, reconvertido de nuevo en un hombre de bien, sin pintura, ni nariz roja. No te miran, te acarician con los ojos y sus labios van dibujando una pincelada de sonrisa de agradecimiento, de confianza y de disposición, que es un ejemplo de como uno puede estar en comunión con alguien sin ni siquiera conocer su nombre.
Su mirada es el lecho en el que dormirás, es la comida que te nutrirá, es el masaje que tu espalda grita, es la paz que necesitas cuando el ruido de las calles de Calcuta te enloquece. Su mirada es tu recompensa.
Es una mirada de tu a tu, sin castas ni colores de piel, sin etiquetas.
Ser payaso es desvestirse de prejuicios, desnudarse de convicciones y jugar a que todos somos lo mismo: personas que tienen problemitas y quieren descansar, por unos minutos, en los ojos del otro.
Gracias a Calcuta Ondoan, y al increíble equipo local de Calcuta por su ayuda, a los mecenas del proyecto en Verkami, a Chancleto por su cómplice energía y a todas las mujeres que nos han abrazado con la mirada estos días. Namasté.
Paz y Bien, el biciclown.
Tener ésta lectura a primera hora de la mañana, tener la oportunidad de constatar que ha sido un éxito la idea solidaria por vuestra parte, ser cómplice aportando un cuarto de granito de arena al proyecto…, me hace sentir afortunada…
Todo es QUERER!!
Querer y poder contar con vuestra ayuda.
Bravo por los dos! esas sonrisas no tienen precio 🙂