Pero como quejarme, yo que estoy de paso, cuando estas personas viven aqui diriamente este horror?.
Esta madre y esta niña, ataviadas con la misma tela, no dejan sin embargo de sonreir. Y yo mismo, al final del dia, opto por hacerlo. El jefe del pueblo donde duermo me deja plantar la tienda en su patio de tierra, al lado del agujero de la basuro y a dos metros del agujero que hace de letrina. Alguien sale corriendo para avisar a un fotografo a que tome la foto del muzungo durmiendo en el jardin.
No todos los dias un blanco se para por aqui. Mi tienda, mi ducha, mi cocina…, todo es motivo de comentarios a los que tras casi dos años en este continente ya me voy acostumbrando.
Es mas de lo mismo.