–No (lo envié a España y trato de venderlo, esto no se lo dije, no lo hubiera entendido)
-But, do you have a gun?
Ignoraba el estado de la ruta y también que Karma iba a poner a prueba mi paciencia. Como lo hicieron los mosquitos, los camioneros y sobre todo, muy por encima de todo, las terribles cuestas.
A decir verdad creo que pedaleé solo la mitad de la ruta. La otra mitad fueron locas bajadas en donde recurría a lo poco que me queda de pastillas de freno. El optimista siempre verá el vaso medio lleno aunque apenas queden una diminutas gotitas en el culo del vidrio.
Exceptuando Deadhorse no hay ninguna carretera en el mundo que suba más al norte, pues si siguieras subiendo ya aparecerías en el globo terráqueo por el sur. Desde la primera pedalada hasta la que me lleve, dentro de unos cuantos años, a Ushuaia (si de nuevo a Ushuaia), serán muchas carreteras malas, pero posiblemente nunca tan desoladas como la Dalton Highway.
Solo el petróleo justifica la existencia de esta ruta que discurre, casi por entero, paralela al oleoducto. Miles, millones, de dólares se mueven en esta ruta. Para dar un ejemplo un conductor de camión gana aquí más de 12000 dólares al mes. A la vista de los conductores que he visto para obtener el trabajo se han de poseer las siguientes cualidades: tener el culo más ancho que los hombros y los hombros más anchos que el respaldo del asiento, tener una perilla rasurada al 3 y protegerse los ojos con gafas de sol de espejo. Ah, y no sonreír. La felicidad, he vuelto a confirmar, no está en relación con el número de ceros de tu cuenta bancaria, sino con tu capacidad de soportar los picotazos de los mosquitos sin irritarte.
Al cuarto día, tras haber chupado casi toda mi sangre, ya dejaron de importarme. Son la banda sonora de la taiga, más que de la tundra. La separación entre ambas la marca un paso de montaña: el Atigun de 1.400 m. Todavía nevado pues este año se ha batido el record de nieve en la región.
Ya el primer día, cuando paré para dormir a las 00:30 am (del día dos), Karma comenzó a mostrar su carácter. Un pinchazo. Con la temperatura bajo cero,y más preocupado por los osos y lobos que merodean a sus anchas (pues esta es su casa y yo soy un convidado de piedra) fui capaz de repararlo pero no de encontrar la causa del pinchazo. Y un pinchazo reparado sin hallar la causa es como colocar un balde para solucionar una gotera en el salón. Al día siguiente tenía otro. Y al tercero otro y …
Hasta seis. Descubrí bien camuflado un pequeño alambre que pude sacar con unas pinzas. Pero tardé trs días en encontrar otro segundo alamabre, en el mismo lugar, (mucho más escondido que el primero). Y al sexto día me rendí y cambié la cubierta. Aún tengo que averiguar el porqué de tanto pinchazo. Estoy esperando a que se me cierren las heridas en las yemas de los dedos para volver a quitar la cubierta.
Una vez al día encontraba una estación de bombeo para que el petróleo circulara por enorme serpiente metálica hasta Fairbanks. Y en la primera paré a pedir agua. Un hombre me atendió por teléfono. No vivía en la estación sino en Anchorage. Me dijo que allí no había nadie y no me podía abrir la puerta metálica por razones de seguridad…, pero trataría de ayudarme dando órden a los coches que patrullan la ruta para que me dieran agua. La seguridad es un tema que terminó por desquiciarme al octavo día y casi arruinar mi viaje (pero eso lo cuento en la segunda parte de este relato)
Una milla es 1,6 kms
Y entonces apareció García. Detuvo su coche y me dió unas cuantas botellas de agua. El río aún estaba congelado. Cada día, durante los dos siguientes, cada vez que García me veía en ruta me daba agua y hasta comida. Eso sí, tuvo que tomar una foto de mi pasaporte y de mi visado. García no es siquiera policía (aunque fue militar y policía) sino que es un empleado de una empresa de seguridad. Y la seguridad, queridos amigos, es asunto que emparanoia a los norteamericanos. Les vuelve locos. Y ver a un tipo pedaleando cerca de un oleoducto por el que fluyen millones de dólares, tocado con un turbante en la cabeza no les puede evitar recordar ciertos desagradables recuerdos. Dejé a García sacar fotos de mi pasaporte porque me daba agua y comida. Así se lo hice saber con una sonrisa.
Días más tarde aparecería un tipo de North Carolina, Mark Tumbull, que me dió agua, comida, repelente y hasta dinero. Si, dinero. Pero eso fue mucho más tarde de que se me cayera un diente y viera a un lobo solitario caminar por la tundra. No ocurrió hasta el sexto día y, para entonces, yo ya había descubierto que los mosquitos dejan de picarte cuando te han extraído el primer litro de sangre.
Continuará…, desde Fairbanks, Paz y Bien, el biciclown.
Cruzando loco de contento el Atingun pass
Solamente las historias de esta ruta te darán para escribir otro libro.
Cuidate, abrazos JL
que alucinate relato, que tema este el de la seguridad para los gringos, mas bien que gran negocio¡¡, deseamos que sigas tu camino lo mas alejado posible de los «sin sonrisa»
Increible!
No tengo palabras para lo que leo. Gracias por permitirnos soñar a tu lado.
P.D: Por cierto, este fin de semana hice un curso de clown con tus amiga Caroline Dreams. Algo realmente sensacional. Una experiencia de gran valor
Que desafío amigo… cuidate mucho y dile a Karma que se deje de arrumacos… te lo hace de mimosa…lo que quiere es que la acaricies!!!! Te lo digo, por si no te habias dado cuenta… recibe un abrazo de todos… te queremos Centro Asturiano de Rosario
Vamos Fuserrr Fuserrrr! Al sur, al sur…..la sangre llama y tus amigos latinoamericanos esperamos verte la cara para darte un abrazo fraternal. Animo y paciencia. Yo…….uhmmm pasandola en Cartagena luego de varios dias en el Tayrona. Mi familia aqui ya te estan esperando con mucha cerveza, comida, amor y muuuuuuucho calor.
Vuelo al sur el miercoles. Luka va creciendo.! Abrazos de Nos3.
Cptn.Vento.