Sudando la gota gorda, con un sol de justicia, y sin una nube como testigo, culminé la subida hasta la Junquera. Todo lo que veía eran dos colores, el azul del cielo y el verde de los frondosos árboles. La luz, los colores, el aire…, todo aquello era tan intenso como mis sentimientos en ese instante. Mis propios pensamientos me aislaban del ruido de los innumerables coches que me adelantaban en la subida.
Varias veces se me llenaron los ojos de lágrimas pero el esfuerzo de la cuesta, el calor, y la atención al intenso tráfico me impedía relajarme y dejar salir todo ese río de emociones que me inundaban la cabeza. Llegar arriba, al pueblo llamado Perthus, significaba muchas cosas, y el descenso era real y simbólico, porque era un descenso de una cuesta que llevaba subiendo trece años, una bajada hacia España, otro país más para recorrer. Pero no uno más.
En esta vuelta al mundo he estado dos o más veces en algún país (Tailandia, Argentina, Malasia, China…), pero esta vez era bien diferente porque España es el país del que salí y al que no quería volver de no ser, encima de una bici o dentro de un cajón de pino. Culminar la subida era también poner fin al viaje. Al menos eso pensé durante muchos años. Y como tantas veces, el nómada propone pero el camino dispone.
Llegué a Cataluña en un momento de gran tensión y polémica. El referéndum del domingo había motivado una profunda división en todo el país. No me interesa la política porque tiene muy poco que ver con el sentido común. Soy más de sentimientos que de banderas, de gastronomía que de himnos, de abrazos que de discursos. Por suerte mis amigos son igual de prácticos y vinieron a buscarme a la frontera con un casco y no con un grupo de castellers.
Si, España, junto con Australia, Nueva Zelanda y Costa Rica, configura ese limitado grupo de países del mundo en el que el uso del casco es obligatorio para circular en bici. Otros países con más tradición, como Holanda o Suiza, no lo requieren. España es diferente.
No se si fue cosa de mis amigos o casualidad, pero también a la llegada habían colocado, dispersas cada tantos kilómetros, unas hermosas mujeres que con poca ropa me animaban en el pedaleo. Muy semejantes a las prostitutas, rumanas en su mayoría, que trabajaban en las carreteras de Italia. En la Junquera abre sus puertas el club nocturno más grande de Europa, el Paradise. Benditos camioneros sin los que el arte manual de la prostitución caería pronto en desuso.
Qué diferente mi llegada a España con la de estas mujeres que se veían obligadas en muchos casos a prostituirse para tener un futuro. Aproveché la inercia que da la bajada y la rabia para apretar el ritmo. Me esperaban varios buenos encuentros. Iría a conocer a Romà Boule, director de Bicicletas sin fronteras, que desde hacía años me ayudaba y a quién nunca hasta ahora pude saludar en persona. También Sergi y Cati, que ya vinieron a verme a Dinamarca y a Suiza, y que fueron los encargados de traerme el dichoso casco y de invitarme a un impresionante restaurante donde celebrar ese momento tan importante de regresar a España.
Por más que no hubiera visto aún una bandera de ese país desde mi llegada, ni una sola, ni siquiera en la frontera, estaba en España. La bandera considero se lleva en la piel, no ondea en el mástil sino en el corazón, y no me interesan si dividen a los pueblos. Son hermosos diseños de tela, algunos tan parecidos, que resulta difícil determinar de qué país se trata. Una pequeña inversión de colores te puede hacer confundir la Cruz Roja con Suiza. Imagínate a alguien matando por la bandera de la Cruz Roja, pensando que era la de Suiza.
He comenzado el circuito de charlas en algunas ciudades y me alegra conocer así a algunos seguidores que llegan años empujándome. Como Ramón en Mataró, o como Victor, el responsable de Onveló Cycling que con tanta generosidad me ha ido apoyando.
Ahora iré rumbo a Lleida para dar otra charla, el País Vasco, tal vez Zaragoza, Madrid y así poco a poco desandando el camino hasta el 19 de noviembre en el que una gran fiesta se prepara en Oviedo.
Paz y Bien, el biciclown.
Ansioso por ir a una de tus charlas, aunque soy de mallorca y tengo que saberlo con bastante antelacion para programar el viaje. Seguidor tuyo y subscriptor de biciclown plus, un mallorquin te mando un fuerte abrazo.
Ójala salga algo….
Hermosa reflexión completa. …. Un abrazo y bienvenido.(corrección , disculpa)
Bienvenido Álvaro! Gaizka y yo te esperamos en Oñati con muchas ganas. Aqui tienes muchos seguidores. Un abrazo. Sophie
Mil gracias allí llegaré, justo de fuerzas, pues esta semana va a ser dura. Casi 7000 metros de ascenso pero nada que no cure la hospitalidad vasca.
Álvaro ya sabes que si pasas por Zaragoza o mejor aún, das alguna de tus charlas, aquí tienes un ciclo viajero amigo
Un abrazo
Que buen fisico debes tener, saludos
No tanto, pero estoy acostumbrado a pedalear 4-5 h por día