Hay un boom, con esto del coronavirus, del teletrabajo, los trabajos online, los nómadas digitales y que se yo cuántas maneras diferentes de decir lo mismo o algo parecido, puesto que no es lo mismo trabajar en casa con tu ordenador que ser un nómada digital. Y sobre todo, ser nómada digital no es la panacea, pero vende decir que lo es. Pero tal y como te lo cuenta, te pone los dientes largos.
Tengo varios amigos/as que son nómadas digitales. Lo sabes porque no importa cuándo les escribas un correo, pues siempre están conectados. Antes de lavarse los dientes, antes de ponerse el pijama, antes de apagar la luz…, lo último que hacen es revisar si hay algún comentario en redes sociales o si han vendido algún producto.
La realidad del nómada
Los nómadas digitales los reconoces porque están siempre en instagram sonriendo en la playa con un ordenador portátil. La foto suele estar tomada por delante, porque si fuera por detrás verías que la pantalla está apagada ????. En su calendario, ellos mismos suelen decir, no hay días de labor y días festivos, pero no porque todos sean festivos, sino más bien lo contrario: cada día es igual al anterior. Siempre es lunes. Siempre hay cosas que hacer. Si no es un nuevo correo a los que abandonaron el carrito de la compra, es una nueva landing page, o estudiar a la competencia, o crear nuevo contenido… La casa del nómada digital, esto es su web, siempre tiene trabajos que hacer. Como si fuera una vieja bici a la que reparas un pedal y se estropea el eje de pedalier.
Entonces, ¿Porqué gusta tanto eso de ser nómada digital? Creo que es como esas cosas que están de moda. Se usan, se consumen, se llevan puestas, pero nadie sabe muy bien porqué.
Mis orígenes
Yo comencé a dedicarme a esto de ser nómada antes de que existieran los nómadas digitales. El término me debió pillar en Siria en el año 2008. Las redes sociales no existían en el 2001. Aquél fue mi primer gran viaje en bici a Sudamérica durante un año y medio. Mi cámara era de 1,2 megapixels. No tenía ordenador, y debía actualizar mi web en los cibercafes. Para subir las fotos a mi blog tenía que realizar las siguientes operaciones.
- Buscar un cibercafe que me permitiera tener la bicicleta a la vista mientras yo trabajaba dentro.
- Negociar el precio de la hora a un coste económico.
- Convencer al encargado, o al dueño pero no solía estar ahí, que me dejara descargar en el ordenador un programita que llevaba en un floppy o diskete de plástico.
- Conectar la cámara, descargar las fotos y empezar a reducirlas de tamaño para subirlas a la web.
- Escribir la historia, rezando para que no se fuera la luz o la conexión.
- Responder correos y desinstalar mi programa y borrar del historial de navegación mi actividad.
Menos mal que lo hacía solo una vez a la semana porque era un trabajo estresante. En ocasiones tenía suerte y caía en casa de alguien que tenía ordenador y me permitía hacer toda la operación de manera sencilla.
Nómadas digitales hoy en día
Durante la vuelta al mundo decidí llevar conmigo un ordenador. La cámara tenía 6 megapixles y ya no necesitaba instalar un software en los cibercafes para realizar mi trabajo. Surgieron las redes sociales y cada vez dedicaba más tiempo a actualizar mis perfiles, la web…
Empezaba a sentir que viajaba para contar historias, no viajaba para descubrir. Debía dedicar varias horas a la semana para el trabajo en redes, en mi web, los artículos mensuales de la revista Bike…
Acabó la vuelta al mundo y comencé a vivir en una autocaravana y el ordenador era lo segundo que mis manos tocaban al despertarme después del cepillo de dientes. Los lunes desaparecieron, pero no para convertirse en sábado, sino que desapareció la división de la semana en días. Todos eran iguales. Trabajar online. Como una música que no tuviera un silencio, como una luz que no se apagara nunca…
Y eso es insoportable.
Ser nómada digital te hace responsable de tu vida, no tienes límites para trabajar, tu jefe no te dirá que te vayas a casa ni te premiará si estás trabajando el sábado. Tu eres el jefe, y se te olvida premiarte por tus logros.
Para un nómada digital celebrar los éxitos es la pausa de la música, la puerta del bar que se cierra cuando se va el último cliente. Ahora que estoy lanzando, con mucho éxito, el proyecto del último libro y curso online en Verkami, ya estoy imaginando el descanso que me tomaré cuando acabe de mandar el último libro.
Facturar seis dígitos
Cada vez es más intensa la publicidad en instagram que te vende que ser nómada digital es facturar seis dígitos. Se entiende 000000 con un número delante que no sea el cero. Parece que si no estás vendiendo esa cantidad eres tonto. Eso crea mucha presión porque piensas que todo el mundo lo hace bien menos tu. Y este es otro de los problemas del nómada digital, porque inicias una travesía en la que estás solo. No tienes compañeros de trabajo con los que hacer bromas, con los que desahogarte. Pierdes la perspectiva de la realidad, de lo que es normal, tener resultados normales, trabajar un número de horas normales… Puedes acabar quemándote muy rápido o siendo revolcado como un tronco en las aguas de un río enfurecido.
Los trolls
Al tener que salir a las redes sociales a vender, a comunicar que tienes un producto o servicio, en seguida aparecerán personas para criticarte. No sabes quiénes son, pues su perfil puede ser falso y ser la competencia, o un seguidor al que un día no le contestaste o un amigo al que no le hiciste un favor. Un comentario de una de esas personas en una de tus publicaciones puede traer un río de negatividad a tu vida. Y uno nunca sabe cómo actuar con esas personas que te critican sin motivo alguno y de forma exagerada en redes.
Recientemente publicaba en mi cuenta de Instagram lo ocurrido con una persona que en varias de mis publicaciones, hacía críticas no ya de lo escrito, sino de mi persona y forma de vivir. En una encuesta un 75% habéis votado que lo mejor es bloquear a esa persona. He recibido muchos mensajes privados diciendo de todo: que no le escuche, que le bloqueé, que si es mi maestro y me aguante y aprenda, que tengo que tener la mente abierta…
Ante esas personas conocidas por el término inglés haters, que te odian, o trolls, hace tiempo que actúo de la siguiente manera:
- Si es un comentario relacionado con mi publicación, en el que la persona expresa un punto de vista diferente, y lo hace con respeto, sin insultar ni ofender, por supuesto que lo dejo estar. No lo veto. Antiguamente me enzarzaba en una conversación con esa persona, tratando de defender mi opinión, luego ella haría lo propio, y en ese proceso de planteamiento-réplica, se va un montón de tiempo. Mi ego quería convencer a esa persona de que mi punto de vista era mejor. Ahora escucho o leo su opinión, pero no trato de rebatirla. Por un lado por no perder el tiempo y por otra más importante, por intentar domar mi ego.
- Si es un comentario que nada tiene que ver con lo escrito y que cuestiona mi vida, mi forma de generar recursos económicos, o si vivo aquí o en Hawaii, creo que lo mejor es bloquear a esa persona. No porque no pueda escuchar su comentario o aceptar su crítica, sino porque trae mal rollo a mi muro. Mis redes sociales son un poco como mi casa. Y no quieres tener en casa a alguien que se pone directamente a criticarte sin venir a cuento. Eso lo podemos discutir en privado pero no en el aire. Y también porque ese comentario genera otros en contra, defendiéndome y todo acaba siendo una montaña de un grano de arena. Al final se desvía el tema a lugares que no corresponden. Por economía de medios, de tiempo y por higiene de comunicación, es más rápido bloquear a la persona, ignorarla y seguir hacia adelante. Ella no ha obtenido lo que quería que era protagonismo.
Gracias a todas las personas que me han escrito por instagram, facebook, para dar su opinión, siempre con respeto y amabilidad. Disculpad que no pueda dar respuesta de forma individualizada pues son demasiados los mensajes y estaría un día entero haciéndolo. De esta forma creo que puedo responder a todo el mundo y así poder dedicarme a otras cosas del nómada digital.
Que quede claro, que me encanta la vida que llevo, de nómada digital, aunque no facture seis dígitos, porque amo lo que hago no por el resultado sino por el proceso que me ha llevado hasta aquí. El día a día es intenso, productivo y placentero. Y solo tengo que ponerme la alarma para descansar un poco, porque de lo contrario, de tanto que me gusta lo que hago, estaría días y días sin parar. Esto es algo de lo que hablo en el nuevo curso online, parar para disfrutar lo logrado.
Paz y Bien, álvaro el biciclown.
He leído el artículo por una investigación sobre los nuevos mercados en las redes. He ido a tu perfil y deduzco que ahora ya facturas 6 dígitos. Como ha cambiado tu vida después de conseguir realmente dedicarte a las redes sociales? Te sigue gustando esa actividad? Es algo temporal y piensas retirarte cuando ganes suficiente?
Por lo que he leído creo que has sabido encarar bien tu negocio y controlas bastante la imagen que ofreces. Parece un gran logro empezar de cero así. Lo único que, desde fuera parece un tanto extraño es la contradicción entre alta monetization frente a discurso no materialista pero bueno, eso es común a muchos otros influencers. Tengo mucha curiosidad sobre ese tema.
hola Roger. Tus deducciones son bastante equivocadas, y no voy a darte más detalles. No me dedico a lo que me dedico por dinero. Lo hago porque me gusta. Me retiré hace muchos años de la vida normal, para hacer lo que amo. La contradicción que mencionas, al no existir uno de los elementos de la ecuación no existe.
Vivo en paz, con serenidad, y ahora intento que más gente abra los ojos y comience a aceptar que la vida es un camino hermoso, con un final previsible, y que somos parte de algo más importante que el número de seguidores. Paz y Bien, álvaro el biciclown