El año pasado estudié Historia Antigua y Medieval.  ¡Madre mía! se la pasaban todo el día matándose unos a otros. Tanto es asi que cuando hubo un período de paz  que duró unos cincuenta años (entre la Segunda guerra Médica y el inicio de la Guerra del Peloponeso) le pusieron nombre: La Pentecontecia.

Cada vez el ser humano vive más años, cada vez hay más enfermedades curables... La Covid-19 no le llega a los talones a la Peste Negra. Pero hay un elemento que no estaba presente en esas épocas oscuras de la humanidad, en la que morir era más fácil que llegar a los 70 años. Me refiero a los medios de comunicación. Hoy, si un tiburón le muerde a un surfista en el muslo derecho en la costa de Brisbane, te enteras antes tú que su tía.

Vivir sometido al bombardeo de las noticias de los medios de comunicación es una apuesta segura a la depresión. En muchas ocasiones las noticias están plagadas de opinión, y ya no sabes si ha subido la luz, o el gobierno ha hecho que suba la luz. Y no es lo mismo. Una cosa, que suba la luz, es un hecho, y la segunda, que el gobierno la suba, es un hecho que te posiciona.

En esta época en que levantas una piedra y te encuentras una hormiga que ha creado un curso de coaching (pues te puede enseñar el valor de aguantar una piedra toda su vida) y ha escrito un libro llamado La hormiga que vendió su ferrari, cualquier experiencia normal de vida que conlleve cierto dolor, como superar un cáncer, o salir de una depresión, son utilizados como herramientas de autoiluminación al estilo de la que tuvo San Agustín, que después de pasársela de juerga en juerga, vio la luz y se convirtió; en estos tiempos digo, hay que recordar una historia que de verdad puede darnos las claves para recordar que la vida nos está preguntando a cada rato por nuestro proyecto vital.

Tras ver morir a sus familiares, Viktor Frankl fue liberado del campo de concentración nazi, y solo un año después, escribía un libro llamado El hombre en busca de sentido. En lugar de quejarse apostaba por decir sí a la vida. Un sí total, sin condiciones, sin quítame la parte que no me gusta. Un sí estoico, de aceptación y no de recriminación, de mirar hacia adelante y de no lamerse las heridas en público.

Cada uno de nosotros debemos darle sentido a nuestra vida. La respuesta que yo le de a la mía no te vale. Puedes a lo mejor inspirarte en mi forma de mirar o de actuar, pero tú, al tener otro punto de salida, tendrás otro lugar de llegada.

Hay dos puntos importantes en el libro: el que nos llama a la reflexión interior y el que nos obliga a pasar a la acción.

Y en ese orden.

Reflexión significa pensar y repensar siendo conscientes de nuestras posibilidades. Yo he podido dar la vuelta al mundo en bici durante trece años, pero tú a lo mejor quieres tener una familia. Son cosas casi incompatibles. Digo casi porque me acuerdo de los Zapp y de esta serie de 8 entrevistas,  en que disuelven 1300 prejuicios.

Acción significa tener un plan y saber modificarlo a cada hora, poder avanzar sin miedo al qué dirán. Cuando mueras nadie comentará lo mal o bien que viviste, sino que seguirán con su vida, criticando la de los que siguen vivos, hasta caer ellos mismos.

La felicidad nos la venden y es tan triste como si quisieras darle tu luz al sol. Te quieren vender lo que ya tienes, algo que posees solo tu, pues nadie mejor que tú sabe lo que le hace feliz. Pero juegan con tus sentimientos como un trilero en la Ramblas de Barcelona con los cubiletes. Mira la felicidad está aquí debajo de este cubilete que pone Porsche 911, no te he engañado dice el trilero, está debajo de este que pone Vacaciones en Mexico todo pagado…, no tampoco está…; y así te vuelven loco porque ellos no tienen la felicidad.

La felicidad es un resultado de tu reflexión y de tu acción. Solo cuando te pongas a reflexionar sobre qué quieres de la vida, cuál es tu proyecto vital, podrás ponerte en marcha en dirección al cubilete adecuado. La vida te pregunta por tu plan cada día, y a veces toca cambiar de plan, si, eso también pasa.

Pero no hay problema si vives conscientemente.

Si no existiera algo que pusiera fin a la vida, nunca tomarías la decisión de VIVIR. Pero amigo, ahí está la muerte para coronar con justo premio la vida. La muerte hace justicia porque solo es frustrante para quien no ha vivido.

Vivir es urgente. Comprar un coche, pelearse con el vecino, abrir otro negocio…, no es vivir. Puede ser parte de tu plan, pero en la mayoría de las ocasiones son caminos que llevan al cubilete equivocado del trilero.

Si has llegado hasta aquí leyendo y has empezado a sentir un poco de dolor en el pecho, una incomodidad en tu corazón, es normal. Es señal de que te estoy pinchando en donde más te duele.

No puedo darte recetas para vivir. Al igual que Viktor escribió ese libro mencionado, yo he escrito varios libros que han ayudado a mucha gente a reflexionar antes de actuar. Y, lo que es mejor, porque imagino que lo de leer no va contigo, he elaborado dos cursos online para ayudarte a Vivir con propósito y a Vivir con serenidad. 

Recuerda: esos cursos no son la panacea. No te van a dar felicidad pero te van a ayudar a que mires dentro de ti y la encuentres tu mismo.

Que tengas un excelente día, y ya sabes, que hoy no vuelve.

Paz y Bien, el biciclown.