(Vyssi Brod). Hay una canción que interpreta Henry Salvador que desde hace años me pone los pelos de punta. Es como si me la cantara al oído, mirándome, y recitando lo que es mi vida. En ella viene a decir que ha visto tantas cosas, tantos mares y tantos paisajes que pensaba que ya se encontraba al fin de la aventura, pero su corazón aún le murmura que hay muchos sueños por vivir.
Estoy en lo que es mi último verano de la vuelta al mundo. Vendrán otros veranos pero no serán ya parte de esta vuelta al mundo que inicié en el 2.004. Estoy recorriendo la vieja Europa que, por momentos, me aburre y me desquicia. Con sus personas que no te miran, no te hablan…, te ignoran. Me dan ganas a veces de quitarme la ropa para captar su atención y desviarla de sus teléfonos móviles. En muchas ocasiones me parece estar dentro de una película en la que los personajes no se miran ni se hablan. Transitan por el mismo escenario pero sin tocarse. Pero esto no es ficción, es la vida misma, y me hace casi desear un huracán para que, necesitándose de nuevo unos a otros, vuelvan a hablar y a dirigirse la mirada.
Y dentro de ese estado de letargo en el que parece haber caído Europa y al que quiere arrastrarme, descubro un país hermoso para pedalear. Chequia. Sus bosques e innumerables pequeños lagos me recuerdan a Canadá. Pero aquí no hay mosquitos ni osos y los precios de los restaurantes tampoco son de infarto. Con razón los austríacos se vienen aquí a comer. Recorro pequeños caminos y me pierdo voluntariamente porque se que no tardaré mucho en dar con otro bosque y otros pájaros. Adoro esa sensación de estar perdido cuando el laberinto son pinos y lagos. Así voy reduciendo mis jornadas de pedaleo. De 70 kms a 50, porque me retraso cada vez más en arrancar por las mañanas, absorto en el canto de los pájaros.
La cerveza no puede ser más rica, ni más grande, y debo cuidarme para no beber más de una al día. Por un euro es un artículo más barato que el café.
Los supermercados cierran a las 11 de la mañana los sábados y si no me cuido, acabo comiéndome las reservas. Imagino que ellos también quieren disfrutar del bar y la cerveza.
Así recorro este hermoso país en el que apenas puedo comunicarme con los habitantes, en parte porque no hablo checo y en parte porque no les interesa hablar con el extranjero. Chequia no acepta refugiados y el nivel de racismo aquí es elevado. Es curioso que siendo así usen a una mujer negra para anunciar una marca de cerveza. Curioso por no decir hipócrita.
Para ellos, un ciclista con un turbante no debe ser buena cosa. Así que me vuelvo al bosque, a los pájaros y a los lagos. Ellos si, ellos si aceptan refugiados.
Paz y Bien, el biciclown.
Qué sitio tan receloso, aunque con todo y eso no deja de ser bello.
Problemas en el pasado con algunos trolls. Me alegro te guste.
Me ha gustado mucho lo que he visto hasta ahora, me voy leyendo un pedacito cada día.