(Andorra). Es inevitable que tarde o temprano acabe recorriendo las mismas carreteras. Es la única manera, yo creo, que tengo para no olvidarme de las cosas, de las personas y de las situaciones vividas. Vuelvo a Andorra en bicicleta, y lo hago por una ruta que, en esta ocasión, me era desconocida. Gracias a un seguidor y amigo, Fran Peris, que conoce bien la zona y con quien ya he vivido algunas aventurillas.
En esta ocasión no me acompaña él, sino una rubia de pelo largo y piernas fuertes, cuya determinación y ganas de subirse a la bici no tienen límite. Arrancamos de Vera en bus, dos personas y una bici. Primer problema, jajaja.
En bike-tech conseguimos su bici y equipamiento y hacia el 12 de junio partimos de Barcelona, ella a bordo de una olovbike flamante de barra baja, y yo en mi habitual bicicleta, también olovbike. La de ella pesaba 40 kilos, la mía 60. Para evitar darnos de frente y de lado con los coches y los bordillos, tomamos un tren hasta el norte de la región, y asi poder empezar a pedalear por la zona de Olot. No podía tener yo más mala suerte, pues recién le había puesto dos ruedas nuevas en Koos bike-tech, y a los 10 kms rompo un radio delantero. No recuerdo haber roto más de uno en los trece años de vuelta al mundo, de la rueda delantera, pero el camino es imprevisible. Lo cambiamos en Llagostera por cinco euros y seguimos camino a buscar un camino apartado en el que pasar la primera noche sintiendo de nuevo la libertad del camino, la maravillosa incertidumbre y sus regalos.
Por la mañana se acercó el mismo Fran Peris para invitarnos a cafe y mostrarnos el camino que podíamos hacer si teníamos fuerza y si queríamos realmente probar la parte más desconocida de los pirineos catalanes y entrar a Andorra por las nubes, por los 2.100 m.
Pero antes de llegar hasta allí volveríamos a ver a Koos en la montaña, en su refugio, y hasta allí llegó mi gran amigo biciruling, Raúl Alzola, que ha tenido que interrumpir la vuelta al mundo en Georgia. Él está ofreciendo ahora un tutorial para principiantes que quieran dar la vuelta al mundo en biciclown plus. No te lo pierdas porque es muy interesante y lo explica muy bien.
Juntos celebramos su cumpleaños, y las risas y un poco de cerveza no faltaron. Pero la ruta espera, y desde Sadernes empezaría el baile por las montañas de los pirineos. Poco antes habíamos hecho una pequeña incursión en Francia para coronar el Col de Ares de 1.500. Allí la bici de mi compañera daba problemas con los cambios que no pudimos ajustar. Tenía que haber visto antes de salir de casa el tutorial de mecánica de techbikeacademy. Gracias Nacho por tu apoyo.
Desde Sadernes enfilamos por valles hermosos y pasamos a visitar a mis amigos de bicicletas sin fronteras, Romà e Inés. Su casa, la misma, fue en la que dormí por primera vez al llegar a España en mi vuelta al mundo 2004-2017. Tocaba visita a lugares de mi pasado, pero sin intentar rememorar esas viejas historias. El pasado es un cuadro que rescatamos del olvido pero no deberíamos atrevernos a colgarlo de nuevo. Nunca brilla igual.
Cada vez las montañas estaban más cerca, parecían recibirnos con una sonrisa, pues los días siempre eran luminosos y radiantes. La bici seguía fallando en los cambios y no quedó más remedio que revisar esos tutoriales para reajustarlos. Parecía conseguido pero la bici iba bien por la mañana y mal a la tarde, como nuestras piernas. Tras pasar Martinet, iniciamos la ruta que Fran nos recomendó, que entraba a Andorra por pistas de esquí. La primera jornada, y durmiendo a 1.800, no teníamos fuerza para continuar debido a que no éramos capaces de ajustar los cambios. Pero el nómada no sabe mirar hacia atrás, y lo intentamos de nuevo otra mañana más. Esta vez acertamos con el tornillo, con el giro, con el apriete, o, simplemente, la suerte se puso de cara de los más cabezones. Y así llegamos a los 2.000 metros tras agotar lo que quedaba de asfalto. A pesar de que el paisaje es precioso y que la naturaleza invita a caminar, infinidad de coches alentados por la ausencia de prohibiciones, suben hasta estas alturas para contaminar con ruido, humos y polvo a los que venimos a disfrutar del camino. Me pregunto si, de haber un camino al Everest, la gente subiría en coche. ¿Necesitamos que nos obliguen a bajarnos del coche para caminar? Algunos hasta se enfadaban si les recordaba que podían probar sus piernas por aquí.
Quien sube a estos lugares en coche, como quien lo hace en moto o en dos ruedas de bici asistidas por un motor, no es capaz de apreciar las rampas y no conoce el placer de llegar por tus medios a los lugares. Es una satisfacción que va más allá de medallas y de fotos. Es algo íntimo, pues asi es tu comunicación con la naturaleza si la tratas de igual a igual.
Cuando las bicis funcionan a la perfección no hay rampa que se nos resista, ni las del 10%, y para premio a tanto ascenso, nos quedaba el descenso del Puerto de Rabassa, con sus 17 kms de bajada.
Ahora, ya en Andorra, lavamos la ropa en el lavabo del hotel (suerte que es temporada baja y los precios están por los suelos ????) y revisamos el equipaje y la ruta para continuar buscando caminos alejados de la multitud, de los coches y de la normalidad.
Nos gustan las cosas difíciles y las bicis sin motor. Al menos mientras tengamos salud.
Paz y Bien el biciclown