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La piedra en el zapato

(Erfurt) Ya llevo más de un mes recorriendo Europa; el norte de Italia, Suiza y un poco de Alemania. Europa duerme un letargo de comfort en cómodas cuotas. Bajo la suave cobertura de una manta de Ikea y al calor de una estufa a leña con troncos cortados en cuadrados no demasiado grandes ni demasiado gruesos, Europa no avanza. Observo a sus gentes ocupados en el inexistente arte de ir de un lado a otro atesorando un suculento fondo de pensiones para, en un futuro que tienen certeza van a contemplar, disfrutarlo y resarcirse de tanto esfuerzo y trabajo. En conversaciones diversas con locales o con españoles expatriados a esta parte de Europa, observo cierta insatisfacción existencial, y a veces me parece sentir un grado de infelicidad y hasta envidia de mi alma de pájaro en constante migración. Ultimamente me gusta preguntar a las personas por sus sueños.

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¿Cuál es tu sueño? Y son pocas las personas que tienen una contestación pronta, concreta y precisa. Muchos desvían la mirada a las nubes intentando hallar, allá encima, la respuesta de una pregunta que no parece se hagan a menudo. Incluso he encontrado personas que no tienen sueños que es algo parecido a un ser en estado vegetal.

Soñar es siempre el comienzo de una aventura. Soñar que esa hermosa mujer que te cruzaste en la escalera te amará, soñar que ese puntito en el mapa del mundo que adorna la pared de tu cuarto será tu próximo destino, soñar que publicarás un libro que lleva tiempo guardado en un cajón, soñar es lo que nos distingue de los otros, porque cada persona tiene un sueño y perseguirlo es, a mi modo de ver, el fin de nuestra existencia.

¿Por qué empezaste a viajar por el mundo?, me preguntan a veces. Y entonces les cuento la historia de la piedra en el zapato.

Hay personas que pueden caminar toda la vida con una piedra en el zapato. Con habilidad, y no sin cierto dolor, consiguen acomodar esa piedrecita en un hueco entre los dedos. Ahí no molesta y hasta parece haber pasado desapercibida. Es ignorada. Los sueños, los grandes sueños, son a veces piedras en el zapato. Los metemos en un rinconcito en el que no moleste y seguimos caminando por la vida. Nos llegamos a olvidar de la piedra. Hasta que un día llega un viajero que ha recorrido muchos mundos en su bicicleta y con osadía y poca educación nos pregunta ¿Cuál es tu sueño? Ay, ese día, sufrimos, ese día la piedra se mueve y nos molesta y recordamos que teníamos un sueño pero que lo sometimos, lo doblegamos hasta que casi desapareciera y, ahora, ese viajero lo despierta con sus preguntas puntiagudas.

No son muchos, no me los he encontrado al menos, los que deciden pararse en el camino, sentarse en el suelo y sacarse la piedra del zapato. Detenerse, bajarse del tren, parar el reloj, dejar lo que están haciendo, para agarrar la maldita piedra y hacerle frente. Esa piedra es la calavera de Shakespeare, el ser o no ser, el motivo y fin último de nuestro brevísimo paso por esta vida.

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Los sueños son piedras en el zapato que podemos olvidar siempre y cuando no llegue a tu casa un viajero con preguntas incómodas. Tan incómodas como esa piedra que pensabas habías reducido a polvo.

En mi último libro, Una declaración de intuiciones, dedico un capítulo a diferenciar los sueños de los deseos. Y a muchos de los que en estos más de once años de viaje me han preguntado ¿Cómo te financias? les invitaría a que lo leyeran. Cuándo me preguntan cómo me financio me dan ganas de responder: con mis sueños.

Paz y Bien, el biciclown.

1 comentario en “La piedra en el zapato”

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