El dia que fui a ver los leones marinos en Cape Cross me paso algo parecido. Fue dar el ultimo paso que me acercaba a ellos, tras superar el muro, y alli estaban, alegres y contentos como diciendo:
«llegas tarde chaval».
El olor es insoportable, como meter la cabeza en la nevera en la que has guardado durante un mes cuatro kilos de calamares. Hasta la ropa me huele a leon marino aun.
Pero la suerte hizo que llegara a finales de noviembre, cuando las nenas dan a luz. Los bebes, de negro, esperan que alguien les traiga la comida. Estos bichos comen cada dia un ocho por ciento del volumen de su peso.
En fin, nada comparado con llegar tarde al circo.