Equilibrios a 4000 metros

Muchas veces me acordé de la oferta de mis nuevos amigos, Marcos y Rodolfo (sicarios del bien de Roberto Garrido) que me llevaron en coche hasta las afueras de Lima, al punto en el que debía comenzar este recorrido.

«¿Te llevamos a Huancavelica?», bromeaban a la salida de Lima.

«No, no prefiero ir en bici, la ruta va por caminos donde no hay vehículos y es prometedora», les explicaba.

Tras reparar un pinchazo en el pueblo de San Mateo, comencé la prometedora ruta. Uno de los pinchazos más raros de mi vida, pues ocurrió mientras Karma estaba dentro del coche y nosotros habíamos bajado a comer.

Poco antes de que oscureciera llegué al pueblo de Chocna. Un burro me dio la bienvenida. Metros después surgió su dueño que me recomendó fuera a la escuela para pedir un lugar para dormir. Y así lo hice. En la escuela se encontraba EL profesor del pueblo, que terminaba de dar la lección a los nueve únicos alumnos del centro de enseñanza. Me cedió una sala vacía, pero con luz, y monté mi pequeño campamento. La cocina pronto empezó a rugir y aunque no tenía mucha hambre, efecto del mal de altura porque había salido de Lima (a la altura del nivel del mar) y me encontraba a 3.900m, me obligué a comer algo.

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Con Rodolfo y Marcos

La semana pasada había habido mucha lluvia en esta zona pero ahora el viento había borrado las nubes y la mañana amaneció despejada. Tras reparar otro pinchazo, el de ayer no estaba bien arreglado, empleé todo el día en llegar hasta la Punta Ushuayca a 4.930m. Los diez días que pasé en Lima me iban a pasar factura durante todo el ascenso. En ese tiempo no use mi cuerpo más que para darle buenos alimentos y hasta un masaje y, ahora, pretendía que todos mis músculos estuvieran en el mismo lugar en que los dejé cuando descendí a Lima en bici. Lo único intacto era mi capacidad de sufrimiento y fue lo que me llevó a coronar ese paso a las cinco de la tarde. Tenía el tiempo justo para descender quinientos metros. Pasé la noche a 4.400m y no pegué ojo. El soroche o mal de altura me proporcionó un terrible dolor de cabeza durante toda la noche. Desde las siete y media que me acosté hasta las seis de la mañana que hice el primer intento de levantarme, no dejó de martillearme la cabeza.

El sol desheló el agua y preparé un café; pero no tenía muchas fuerzas. La segunda etapa comenzaba con un descenso pero pronto la carretera giraba para lo que, según la información que tenía, era un tramo muy duro, empinado y con una superficie muy mala. La realidad no era mejor. El paso Suijo lo subí empujando a Karma en casi toda su totalidad. Las piedras sueltas y las terribles pendientes no me dejaban otra alternativa. Sin ganas siquiera de tomarme una foto en la cima, comencé el descenso hacia Tanta. Un hermoso pueblo desde el que las vistas del nevado Pariacaca son de infarto. En la municipalidad me dieron un lugar para descansar y recorrí el pueblo buscando alguna trucha. Se crían en una laguna cercana de 7 kms de longitud, pero nadie había ido a pescar ese día. Mi cena fueron lentejas, con arroz, un huevo y un cuarto de aguacate.

La mujer me hizo reír cuando me preguntó si deseaba el huevo a la inglesa. Se refería a si lo deseaba muy hecho o poco hecho.

Alfredo, de la muncipalidad, vino a verme por la mañana y compartió lo que, para ese pueblo y esa época del año era todo un acontecimiento

«Vaya día, eh?«, el cielo no tenía una sola nube y la única mancha blanca era la cima del nevado Pariacaca.

El sol prometía no irse y Alfredo decidió lavar su casaca del Barcelona.

Yo puse rumbo hacia Vilca, y aunque no tenía que salvar ningún paso (ya me encontraba a 4.200) si debía atravesar ese maravilloso bike-hike de 7kms.

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Comienzo del bike-hike

Imposible sustraerse a la belleza de las aves cazando peces en el río Cañete, o a los zorros corriendo a su madriguera. Fueron momentos inolvidables, como también los hubo cuando, confiando en la dureza del terreno, metí el pie y la bici en una zona pantanosa, o cuando sentí que me jugaba la vida al acceder con la bici por una pista más estrecha que una barra de ejercicios acrobáticos. En esos instantes, no había belleza a mi alrededor, tan sólo peligro, porque el más mínimo resbalón, la fatiga o el deseo de ir más rápido, me hubieran tirado precipicio abajo. Empujar la bici es algo a lo que estoy acostumbrado en estas rutas alternativas, pero tener que levantarla por encima de piedras o conducirla por un desfiladero no es atractivo ni para quién ama la aventura. De nuevo estaba en esa situación que muchas veces la vida te pone. No hay marcha atrás. La única persona que vi ese día fue una mujer que andaba en busca de su burro y que se detuvo a preguntarme la hora. Se la di, pero le pedí que me ayudara a llevar las alforjas un poco más arriba. Era el final de la travesía y debía salvar una pared de rocas perversamente colocadas.

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A veces pedalear era posible

Llegando a Vilca, Karma tan agotada como yo de ir saltando de piedra en piedra y recriminándome el lugar por el que la había metido me obsequió con otro pinchazo. Aproveché para quitarla todo el lodo seco pegado a la cadena, los frenos y el cuadro. Vilca parece un pueblo fantasma. Sólo los perros recorren sus cuatro calles. Al final del pueblo se encuentra un impresionante puente centenario. Mis fuerzas no daban para más. El único lugar abierto del pueblo era un pequeño restaurante y hostal que custodiaba una entrada del puente. Pedí una trucha y me senté a hacer balance de mis energías. Al ver que eran las cinco de la tarde, no podía seguir avanzando. El balance daba cero. No se cómo, imagino que porque no lo pensé dos veces, me metí en el río Cañete a lavarme. Llevaba cuatro días sin asearme. Unos campesinos me observaron con sorpresa y atención desde el otro lado del río. No me importaba. Mi deseo de estar limpio podía con sus miradas y con la heladora temperatura del agua.

Reparé las cámaras pinchadas y desee que al día siguiente, pudiera avanzar algo más que 30 kilómetros. Esa era de momento la media que llevaba en los últimos días.

Barro

Barro que parece petróleo

A la mañana siguiente retrasé el momento, siempre peligroso, de acariciar la rueda trasera de Karma. No deseaba encontrar otro pinchazo. Y lo había. Ufff, desayunar un pinchazo es como ir a trabajar y perder el tren. Lo reparé mientras preparaba café y crucé el puente centenario. Era sin duda la parte más bonita del recorrido porque no había grandes subidas y podía por fin disfrutar de la vista de las lagunas color turquesa. Pero algo iba mal en la rueda trasera. Se movía de forma inusual. Paré a insepeccionarla y descubrí que la cubierta estaba deformada. Esa cubierta me la había enviado Schwalba a Madrid, Paco Nadal, la llevó a Perú, y Carolina me la envió de Lima a Huaraz envuelta en cartones de leche Gloria. No había durado ni un mes. Creo que la llanta o aro trasero la ha deformado. Con paciencia, qué otra cosa sino, la sustituí por una de repuesto que tenía, y seguí viaje, rumbo a Huancaya. No faltaba mucho para llegar y me detuve a sacar una foto. Al reemprender la marcha surgió otro pinchazo en la rueda trasera. No, ya no podía más. El hinchador fallaba también por tanto uso que le había dando y porque ya tenía cuatro años. Justo al lado, en la carretera, había un autobús.

Les pregunté hacia donde iban y me dijeron que a Lima. Bueno, creo que era un regalo para mi. No podía más, me dolían los dedos de quitar y poner la cubierta, mi hinchador fallaba, no me quedaban muchos parches, las cámaras estaban reparadas decenas de veces, y mis energías estaban en números rojos.

Aunque el viaje duró más de siete horas y lo hice sentado en el suelo porque el bus estaba lleno, estaba feliz de regresar a Lima. El bueno de Marcos vino a buscarme a la parada con un coche, metimos a Karma dentro, y fuimos a cenar. Lamentablemente eran más de las diez y media de la noche, y debido a una ley de Perú, a esa hora ya no venden cerveza. No importa, brindamos con una coca-cola por mi regreso y descansé de ese viaje-pesadilla.

Al día siguiente fui a buscar una llanta nueva para Karma y los de la tienda Trek de Lima me ayudaron a comprarla y me hicieron el montaje. La ironía es que dos días después venían unos amigos desde España y me traían otra llanta, la delantera, que había montado para mi Jeroen (el mecánico que trabajaba en Bike-tech y que montó las bicicletas que he usado para dar la vuelta al mundo). Mi antigua llanta delantera tenía más de 3 años y era previsible y necesario el cambio. Esos amigos podían haberme traído también una llanta trasera, si Karma no hubiera esperado tanto para mostrar su tremendo carácter.

Praderas

Praderas que encierran trampas

Las cuestecitas de los Andes terminaron por comerse definitivamente mis frenos. El delantero lo tengo desde el 2.009 y no he tenido más que cambiar las zapatas. Pero ahora toca la renovación completa. Aunque son buenos no abundan en el mercado los frenos hidráulicos Magura. Además por su precio tienes unos de disco y la gente prefiere estos. No es mi caso, porque los hidráulicos no requieren casi mantenimiento. Pero bueno, ahora tras cinco años tocaba comprar otros. Mis patrocinadores han ido desapareciendo con la crisis y en Perú no encontraba los frenos. Por internet, qué haríamos hoy sin internet, los descubrí en www.bikester.es. Los pedí, llegaron en dos días a casa de esos amigos de Bilbao,y ahora me los han traído a Perú.

En fin, ahora espero que con los cambios y mejoras, montarlos y poder continuar pronto la rutina yque la niña no se queje en tanto. Antes asistiré al estreno de Corteo del Circo del Sol en Lima (invitado por la amiga Wendy), daré alguna charla más y ofreceré algún taller de clown, además de participar en uno que ofrece un clown llamado Moshe Cohen.

Paz y Bien, el biciclown.

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Vilca y el puente centenario

4 comentarios en “Equilibrios a 4000 metros”

  1. Estaba esperando el relato de este recorrido. Me encanto, como siempre. Habia visto también varias de las fotografias y justamente me preguntaba si no se te habia roto nada, si no habias tenido que quitar las alforjas. Ya todas mis sospechas confirmadas. ADELANTE, como siempre.

  2. Hola alvarito, no te autoflageles tanto, y busque caminos mas humanos y ese puente esta mas bueno que muchos mas nuevos y modernos, que Dios te siga protejiendo de todo mal y peligro.saludos

  3. salud alvaro sigues peleando con la montaña andina ten cuidado tu sabes que con la pachamama no hay quien pueda disfrutala con prudencia. Ahora tienes que reparar a karma para seguir haciendo km . saludos campeon

  4. Hola Alvaro!! como estas? nosotros muy cansados.. estamos con la fiesta de colectividades que nos tiene a mal traer… llueve, nos robaron un mapa de Asturias,( te acordás el toallon que habiamos traido de Llanes? bueno, algún distraido lo descolgó de la carpa y se lo llevo… ojalá le sirva para secar sus lágrimas.. que rabia nos dió!!!!nos robaron trajes de los chicos… en fin.,.. todas pálidas…eso que tenemos custodia policial en el stand!!! Bueno, la próxima te cuento mas lindas cosas jajajaja terible tu travesía… dile a Karma que se porte bien!!! Un abrazo… Cristina cariños de Horacio

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