Comienza a caer algo de nieve en Ulaan Batoor cuando abandono su casa rumbo al albergue. La hospitalidad es como el chocolate. Conviene no abusar. Ellos son una de las razones por las que uno debería salir de casa a viajar por el mundo. Y si no, ¿cómo explicar que alguien que hace cinco días no conocías te llame ahora hermano?
Vuelvo a encontrarme con Salva en el albergue. Otro de esos hermanos de la ruta. Nuestro corazón de nómada está cansado de arreglar pequeños problemas. Ahora la cocinilla se obstruye, la tienda tiene agujeros en el suelo, la bici renquea…; cosillas que consumen una parte de nuestra, limitada, energía. Es como una mosca cojonera, como un guijarro en el zapato, como un pequeño viento de frente. Casi imperceptible al principio pero una carga al cabo de los años. Los dos necesitamos descansar de esa clase de problemas. Para los viajeros que llevan un año o dos en ruta eso no es nada. Pero cuando llevas más de cinco años el incesante zurzido del corazón acabe desgastando la batería.
Mañana llegará Koos. Un amigo al que hace tres años que no veo. Pasado mañana llegará el mensajero de Karma, Jordi, con su novia Ana. Se encontrarán posiblemente a un biciclown más viejo, más pausado, menos fresco, más vapuleado por la ruta.., pero aún sonriente. Y con ganas de compartir su alegría. El próximo dos de octubre ofreceré mi espectáculo en un orfanato de Ulaan Bataar. Una obra creada por la ilusión y la energía de Didi. Una mujer de bandera.
Desde la capital de Mongolia, Paz y Bien, el biciclown

Te local Una tienda con vistas